Desde la caída de Nikita Khrushchev en 1964, Leonid Brezhnev (1906-1982) fue, hasta su muerte, el líder indiscutido de la Unión Soviética. Fue el último de los líderes de corte tradicional de su país, es decir, de los líderes que operaron dentro del estilo y las reglas autocráticos establecidos por Lenin y Stalin. Después de él y antes del advenimiento de Mijail Gorbachov hubo dos gobernantes interinos y débiles: Yuri Andropov y Konstantin Chernenko, que no pudieron afrontar el proceso de crisis económica y política que ya se anunciaba en la URSS como consecuencia, entre otras causas, de la absurda carrera armamentista en la que embarcó a su país Brezhnev.
Durante su gobierno la Unión Soviética utilizó el territorio de sus países >satélites para emplazar misiles con cabezas nucleares múltiples que apuntaban hacia los países occidentales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alentó movimientos revolucionarios en varios Estados del mundo subdesarrollado, llevó a su país a intervenir en la guerra de Vietnam, invadió Afganistán y reprimió brutalmente el movimiento de liberación en Checoeslovaquia.
Fue precisamente a raíz de la intervención de las tropas soviéticas en Checoeslovaquia en 1968, y para justificar esta acción militar, que el gobernante soviético proclamó el principio que después se conoció como doctrina Brezhnev, en virtud de la cual la URSS y los otros países comunistas estaban autorizados en nombre de la fraternal solidaridad que les unía para intervenir militarmente en los países de su bloque que se vieran amenazados por movimientos “contrarrevolucionarios”.
El partido comunista checo, bajo la conducción de Alexander Dubcek, inició ciertas reformas de apertura política y democratización en 1968. Una onda de manifestaciones populares recorrió el país en respaldo de las reformas. Pero el 20 de agosto de ese año los tanques soviéticos, en nombre del Pacto de Varsovia, invadieron Checoeslovaquia y reprimieron a sangre y fuego el movimiento liberalizador, que se conoció después con el nombre de primavera de Praga.
Para justificar la intervención militar, Brezhnev proclamó que “cada uno de nuestros partidos es responsable no sólo ante su clase trabajadora y ante su pueblo, sino también ante la clase trabajadora internacional y el movimiento comunista mundial”. Con estas palabras reivindicó el derecho de la URSS a intervenir en cualquier país comunista para prevenir el triunfo de las fuerzas “contrarrevolucionarias”.
Los líderes chinos vieron con preocupación la doctrina Brezhnev y temieron una intervención militar en su territorio. Acusaron a los dirigentes soviéticos de ejercer un “socialimperialismo”. Se habían producido numerosos incidentes armados en las dilatadas fronteras de Sinkiang y de Manchuria. Las fuerzas soviéticas acantonadas en los límites con China fueron incrementadas de 12 divisiones en 1961 a 55 a fines de los años 60, con el respaldo de misiles nucleares SS-11. La agresión parecía inminente. En realidad, la diplomacia soviética auscultó muy sutilmente en 1969 la reacción que tendrían los norteamericanos en caso de un golpe nuclear contra China, que a la sazón mantenía un duro conflicto ideológico y político con la URSS. La reacción norteamericana fue tan fuerte que frenó el intento soviético e impuso la <détente en la confrontación entre los dos países comunistas.
La doctrina Brezhnev, al propugnar el derecho de intervención de la Unión Soviética en cualquier otro Estado comunista cuya integridad ideológica o política sea amenazada, en nombre de la fraternal solidaridad que les une, rechazó la “teoría burguesa” de la soberanía y en su lugar proclamó la tesis de la “soberanía limitada”, es decir, del valor relativo y no absoluto de este atributo estatal, que puede ser recortado y aun desconocido en el caso de una amenaza capitalista.
Mijail Gorbachov, en su libro “Perestroika, nuevo pensamiento para mi país y el mundo”, escrito a mediados de los años 80 del siglo pasado para explicar la naturaleza y los alcances de su propuesta de reestructuración política y económica de su país, presentada al comité central del partido comunista en enero de 1987, dio un cambio fundamental de enfoque y de conducta al gobierno de la Unión Soviética tanto para alcanzar su progreso interno como para asegurar la paz mundial. ”Queremos un mundo libre de guerras, sin carreras armamentistas, armas nucleares y violencia”, escribió el líder soviético para significar que mientras la humanidad tiene problemas sociales no resueltos y sufre situaciones apremiantes resulta absurdo que los países malgasten sus recursos financieros en el <armamentismo. Lo cual es también insensato desde la perspectiva internacional pues “hace que el estallido de una guerra mundial, no declarada o accidental, sea cada vez más probable, debido simplemente a una falla técnica o a la falibilidad humana”.
Los planteamientos de Gorbachov condujeron a negociaciones sobre la disminución de las armas nucleares y convencionales entre las superpotencias y al abandono de la doctrina Brezhnev, o sea a la eliminación del control soviético sobre los países del este europeo. Como demostración de su buena fe, Gorbachov ordenó el retiro de sus tropas de Afganistán. Lo cual produjo un cambio de actitud de Washington hacia Moscú, que quedó muy claramente reflejado en el respaldo que el gobierno norteamericano dio al líder soviético cuando un grupo de políticos y militares de la “vieja guardia” intentó derrocarlo en agosto de 1991.
Poco tiempo después cayó el >muro de Berlín y terminó la >guerra fría.