Fue el gobierno despótico de los zares de la Rusia anterior a la revolución, que en su mayor parte pertenecieron a la dinastía Romanoff. La palabra viene del ruso czar o tsar que, a su vez, procede del latín caesar, que era el título que llevaban los emperadores romanos pertenecientes a la familia Julia.
Iván El Terrible (1530-1584) fue el primer gran Duque ruso al que se le dio solemnemente el título de zar en el año 1545. Árbitro de la ley y de la justicia, su gobierno marcó la crueldad que, junto con el expansionismo territorial y las intrigas palaciegas, fueron tres de las características del zarismo. La más importante dinastía de emperadores rusos fue la Romanoff, que gobernó desde 1613 hasta 1917. Comenzó con Miguel Feodorovitz Romanoff, designado zar en 1613, y terminó con Nicolás II en la Revolución de Octubre. Esta familia tuvo autócratas importantes como Pedro El Grande (1672-1725) y Catalina II (1729-1796).
Nicolás II —el último de los Romanoff— fue un hombre de voluntad débil y tardo de reacciones, dominado por su mujer Alejandra, quien estaba poseída por una irrefrenable ambición política. A su lado, Grigori Rasputín —el monje loco— era quien mandaba. Este siniestro personaje —hombre sin escrúpulos, elocuente, sucio, borracho y libertino, que se proclamaba “santo”— había descubierto un misterioso remedio para los padecimientos del hemofílico zarevich durante sus crisis hemorrágicas y por este medio logró un inmenso poder en la corte del zar. Poco tiempo antes de su muerte —murió el 17 de diciembre de 1916 asesinado por una conspiración aristocrática encabezada por el príncipe Jusupov— el monje profetizó la revolución y el cataclismo de la monarquía. Cuando la familia real fue arrestada en el Palacio de Invierno como consecuencia del triunfo de la llamada “revolución de febrero”, que acabó con la monarquía zarista —hecho ocurrido ocho meses antes de la revolución bolchevique—, Aleksandr Fëdorovic Kerenski, jefe del gobierno provisional, quiso salvar la vida de los Romanoff. Según relata León Trotsky en su “Historia de la Revolución Rusa”, el 7 de marzo Kerenski dijo en Moscú: “Nicolás II está en mis manos. Yo no seré nunca el Marat de la revolución rusa. Nicolás II se dirigirá a Inglaterra bajo mi vigilancia personal”. Pero no pudo cumplir sus designios porque los sectores obreros y militares de Petrogrado ejercieron una fuerte presión para que se juzgara y sancionara a la familia real. El 9 de marzo un portavoz del palacio anunció que el gobierno había renunciado a su propósito de trasladar a Nicolás II a Inglaterra. La suerte del exmonarca estaba echada. Fue fusilado junto a su familia bajo el régimen bolchevique que había derrocado al gobierno de Kerenski y asumido el poder en 1917 por obra de la Revolución de Octubre.
Como consecuencia de estos acontecimientos, la palabra zarismo cobró con el tiempo una connotación de gobierno autocrático y cruel.