Esta palabra proviene de Prusia, que fue el reino formado a fines de la Edad Media por la agregación de territorios a la Marca de Brandeburgo. Más tarde, en los siglos XVII y XVIII, especialmente bajo las monarquías de Federico Guillermo I, Federico Guillermo II y Federico II, todos ellos de gran talento militar, Prusia tuvo el mejor ejército de Europa y, por la sucesión de conquistas territoriales, se convirtió en una de las grandes potencias de su tiempo. En la época de mayor esplendor, su territorio se extendió a lo largo de las costas del mar Báltico y del Mar del Norte y limitó con Bélgica, Holanda, Francia, Luxemburgo, Rusia, Austria-Hungría y Suiza. En 1871 Prusia constituyó el núcleo fundamental del proceso de unificación de Alemania que lideró Otto von Bismarck (1815-1898). Formó parte del II Imperio alemán desde 1871 a 1918. Se convirtió en un land de la República de Weimar después de la Primera Guerra Mundial, en que tuvo que ceder parte de su territorio a Polonia. Fue una circunscripción administrativa durante el III Reich y en 1947, a consecuencia de la derrota de las potencias nazi-fascistas en la Segunda Guerra Mundial, quedó abolida como Estado y su territorio, dividido en cuatro zonas, fue ocupado por las potencias vencedoras: Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética.
Mezcla de nacionalismo primario con tradicionalismo conservador, el prusianismo comenzó su historia con el ascenso al trono de Federico Guillermo I en 1640, quien implantó las bases de un ejército profesional y estable; tarea que fue continuada por su sobrino Federico Guillermo II, conocido como el rey-soldado por sus esfuerzos militaristas y centralizadores, quien formó un ejército extraordinariamente bien organizado que combatió y venció en guerras de conquista a todos sus vecinos, y después por el hijo de éste, Federico II el Grande, quien a partir de 1740 puso en acción el prusianismo levantado por sus predecesores, en el marco de una organización política definida por la historiografía alemana de mediados del siglo XIX como un “Estado militar”.
El prusianismo, sustentado por la casta militarista conservadora de los junkers con base en una disciplina vertical y férrea a cargo de cuadros eficientes de mando, fue una combinación de nacionalismo elemental, tradicionalismo conservador y militarismo aristocrático. Hasta el decreto del rey de Prusia expedido en 1808 sólo los nobles podían ejercer los cargos de oficiales del ejército. Fue en Prusia, en ese año, donde se fundó la primera escuela de adiestramiento y profesionalización militar —la kriegsakademie— como respuesta a los desastres sufridos por sus tropas en Jena y Auerstadt ante las fuerzas napoleónicas.
El general prusiano Karl von Clausewitz (1780-1831), uno de los grandes historiadores y teóricos de la guerra, ejerció una enorme influencia sobre el pensamiento y la práctica del prusianismo. De 1816 a 1830 desempeñó la dirección de la Academia Militar de Berlín y de allí fue transferido al Estado Mayor del ejército alemán. Antes había sido nombrado ayudante de campo del príncipe Augusto de Prusia. De modo que su pensamiento contribuyó a modelar, en no despreciable medida, la concepción prusiana de la vida.
Su obra “De la Guerra” se convirtió en un libro clásico en las academias militares, aunque con la limitación de que las guerras que conoció y en las que participó Clausewitz fueron las de su tiempo: las guerras napoleónicas, empeñadas en imponer un nuevo régimen político a los vencidos. Por esa época las dinastías europeas veían en los principios de la Revolución Francesa la mayor amenaza contra los regímenes monárquicos. Y por eso trataron de aplastar militarmente el experimento libertario francés. Fue de tales experiencias de donde desprendió Clausewitz su fórmula de que la guerra es la continuación de la relación política (des politischen verkehrs) con el uso de otros medios (mit einmischung anderer mittel).
Para Clausewitz la guerra fue un fin en sí misma. Esta fue su verdadera naturaleza, hasta el punto de que quienes así la consideraron tuvieron mejores posibilidades de éxito que los que trataron de moderar su condición con objetivos políticos. Y fue esta, sin duda, una importante contribución al pensamiento prusiano.
Antes de 1914, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, el ejército de Prusia era el mejor organizado de Europa. Prusia fue el cuartel del Viejo Continente. Pero su ejército fue desmantelado por el Tratado de Versalles bajo la presión de las potencias vencedoras de la conflagración mundial. Sin embargo, quince años después fue reivindicado por Hitler y puesto al servicio de sus obsesiones nacionalistas, el lebensraum (espacio vital), el expansionismo militar, el racismo y el antisemitismo. No pocos analistas de la historia ven en el prusianismo de Federico el Grande un antecedente del nazismo alemán y de su vocación belicista e imperial. Los propios “ideólogos” del nazismo Joseph Goebbels y Alfred Rosenberg consideraron que el hitlerismo no fue un hecho aislado sino parte de un milenio de historia germánica, en la que el autoritarismo fue una característica importante y recurrente de su pensamiento político.
El prusianismo tuvo influencia en América Latina durante las décadas de los 20, 30 y 40 del siglo pasado, especialmente en los círculos militares de Chile, Argentina y Bolivia. En Chile las relaciones con la potencia prusiana datan de fines del siglo XIX cuando una misión alemana, al mando de Emil Körner, inició el proceso de modernización y profesionalización de sus fuerzas armadas. Los contactos se intensificaron con el advenimiento del Tercer Reich hitleriano, durante el cual se dio un proceso de “prusianización” de la oficialidad militar de Chile. Hans von Kiesling, oficial bávaro originario de Munich, fue el líder de los militares alemanes que asesoraron al ejército chileno. Muchos oficiales chilenos fueron invitados a visitar Alemania por esos años. Dos oficiales alemanes llegaron a ser generales chilenos en 1933: Hans von Kiesling y Hans von Knauer. En esa época hubo instructores alemanes en el Alto Mando militar chileno, en la Academia de Guerra, en la Escuela de Ingenieros, en la fábrica de armamentos, en la Escuela de Telecomunicaciones, en la Escuela de Aviación, en la Escuela de Artillería, en la Escuela de Infantería, en la Escuela de Caballería, en el Instituto Geográfico Militar y en la Escuela de Carabineros. El intercambio de oficiales era intenso. El jefe del ejército alemán, general Wilhelm Heye, visitó Chile por dos semanas en 1928 (y también visitó Argentina). Devolvió la visita el año siguiente el general Francisco Javier Díaz Valderrama, inspector general del ejército chileno y ferviente admirador de las ideas hitlerianas. Era frecuente la presencia de barcos de guerra alemanes en las costas de Chile. El Emden hizo su última visita en 1927, en Valparaíso acoderó el crucero Karlsruhe en 1935 y el buque-escuela Schlesien pasó en 1938 por Punta Arenas, Valdivia y Valparaíso. De modo que en las fuerzas armadas de Chile hubo una dilatada tradición prusiana y las altas jerarquías militares tuvieron por esos años inocultable simpatía por la causa nazi. En 1932 militares en servicio pasivo y políticos de tendencia fascista formaron la Acción Nacionalista de Chile, como réplica del movimiento nazi alemán.
En Argentina y Bolivia ocurrió algo parecido. Por la vía de la profesionalización castrense y de la imitación del modelo militar alemán penetró en ellas el prusianismo, primero, y después las ideas fascistas. El instructor alemán C. Schneider, juntamente con políticos argentinos de extrema derecha, fundó en 1931 el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán en Buenos Aires. Y en Bolivia trabajó como instructor militar hasta 1930 Ernst Röhm, jefe de las tropas de asalto nazis. Entre 1935 y 1937 una misión de jefes militares italianos del régimen de Mussolini reorganizaron la fuerza aérea peruana. La penetración prusiana y fascista terminó, bajo presión del gobierno norteamericano, a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Entonces concluyó la asistencia militar, comercial y política de las potencias del eje hacia los países latinoamericanos, algunos de cuyos gobiernos optaron por abandonar su política de neutralidad y se alinearon con la causa de los aliados en la confrontación armada mundial.
Con estos antecedentes históricos, se entiende por prusianismo un régimen militarista, belicoso, eficiente, centralista, expansivo y paternalista, que impone un gobierno autoritario, somete a la sociedad a una rígida disciplina militar y manifiesta inclinaciones belicosas hacia el exterior.