Conjunto de principios de política internacional planteados por el Presidente James Monroe de Estados Unidos de América, en la segunda década del siglo XIX, durante su sexto discurso anual ante el Congreso Nacional sobre el “estado de la Unión” —para informar y justificar las medidas tomadas durante el período anual anterior y plantear las nuevas propuestas necesarias y convenientes para el siguiente año— en el que postuló que ninguna potencia europea tenía derecho a intervenir en los asuntos internos de los países latinoamericanos puesto que esa injerencia sería considerada por el gobierno norteamericano como un acto de hostilidad contra Estados Unidos.
En esa ocasión, el discurso presidencial fue en el mes de febrero y no en enero o en diciembre del año anterior, como se había establecido a partir de los mensajes anuales del Presidente Woodrow Wilson al Congreso Federal. Y a partir de aquella ocasión, que fue seguida por seis oportunidades anuales posteriores dentro del período presidencial de Monroe —y que fueron las primeras ocasiones excepcionales registradas en la historia política estadounidense—, quedó establecida la
James Monroe (1758-1831) fue el quinto Presidente norteamericano en el curso de la historia. Ejerció sus funciones desde 1817 hasta 1825, durante dos períodos presidenciales. Miembro fue del Partido Republicano. Su ocupación era agricultor. Y, antes de llegar a la Presidencia, se desempeñó también como abogado, senador, Gobernador, Secretario de Estado y Secretario de Defensa. Combatió dentro de las filas militares en la Batalla de Trenton, dentro de la guerra independentista contra Gran Bretaña. Y en uno de los combates fue herido en el hombro izquierdo.
En su mensaje anual al Congreso Federal en diciembre de 1823, Monroe afirmó que su país no toleraría la intervención europea en los países del hemisferio occidental. A esta posición se denominó “Doctrina Monroe”. Y fue el gran legado histórico de este Presidente norteamericano en el ámbito de la política exterior de su país.
Sin embargo, en 1819 —dos años después de su presidencia— se desató un profundo pánico financiero, que causó una terrible ola de desempleo generalizado en Estados Unidos.
Monroismo fue un término acuñado por el líder político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en 1924. Quiso con él significar la conducta imperialista de Estados Unidos sobre América Latina. Pero con ese imperialismo excluyente y no compartido con las potencias europeas que se fundó en la proclama del presidente norteamericano James Monroe —conocida como doctrina Monroe— formulada en 1823, en virtud de la cual se proscribía la intervención europea o su adquisición de nuevas posesiones territoriales en el continente americano.
Haya sostenía que existen varios imperialismos, entre ellos el inglés y el norteamericano. Todos ellos guardaban intenciones de dominio sobre América Latina, pero esas intenciones chocaban entre sí, dados los intereses que Estados Unidos reclamaban en una región a la que desde entonces consideraban como “su zona de influencia” exclusiva. La llamada doctrina Monroe señaló bien esos intereses.
Para diferenciar las apetencias imperialistas norteamericanas de las europeas, Haya compuso el término “monroísmo” que desde entonces señaló especificamente al imperialismo excluyente de Estados Unidos sobre los países latinoamericanos.
En 1923 se había celebrado el centenario de la doctrina Monroe. El presidente John Calvin Coolidge (1872-1933) de Estados Unidos había declarado en esa ocasión que su país “tiene especiales responsabilidades en la región del Caribe”. Corrían rumores de que Panamá podría ser anexado a Estados Unidos. Las relaciones de este país con México, Centroamérica y las Antillas no eran buenas. Fue en el marco de tales acontecimientos cuando Haya de la Torre, joven estudiante de la universidad de Oxford en Inglaterra, al participar en representación de ella en los debates sobre la <doctrina Monroe con estudiantes de la universidad norteamericana de Harvard en 1927, acuñó la palabra “monroísmo” para referirse al nuevo imperialismo que había comenzado a desplazar al inglés en esta zona del mundo. Como bien sabemos, Inglaterra y su capitalismo expansionista ayudaron financieramente a la revolución independentista de las colonias españolas en América y, después de la independencia, trajeron a los nacientes Estados las primeras máquinas textiles y los beneficios de la navegación a vapor.
El monroísmo consistía: 1) en proclamar que ninguna potencia europea tiene derecho a intervenir en los asuntos internos de América Latina, 2) en que cualquier injerencia de un país europeo en la región latinoamericana será considerada por el gobierno de Estados Unidos como un acto hostil, y 3) en que no era admisible la fundación de nuevas colonias europeas en esta parte del mundo.
Estos principios se plasmaron en el conocido aforismo de América para los americanos, que resumió en su tiempo el contenido de la doctrina Monroe, y que devino irónicamente en la proclama de América para los norteamericanos, según el dicho popular que se repitió y extendió por el sur del Río Grande.