Es, etimológicamente hablando, el poder o el gobierno de los ancianos en una sociedad, a quienes se supone los más sabios, los de mayor experiencia y los que mejor conocen las tradiciones de la comunidad. La palabra proviene de las voces griegas geron, que significa “anciano”, y krateia, “poder”.
Fueron gerontocráticos los gobiernos de algunas de las sociedades primitivas. Los más viejos del grupo eran los llamados a ejercer el poder, ya en forma unipersonal, ya como miembros de órganos colegiados (como los consejos de ancianos), en ejercicio de un derecho impuesto por la tradición.
El patriarcado, es decir, el ejercicio del poder político en ciertas comunidades primitivas por los varones jefes de cada familia, era en alguna manera una expresión gerontocrática.
Aristóteles distinguía, en función de la edad, algunas de las responsabilidades públicas. Pensaba que a los viejos correspondía deliberar sobre los asuntos de la comunidad política mientras que tocaba a los jóvenes asumir las obligaciones de la guerra, aunque ambas funciones debían estar al mismo tiempo separadas y unidas porque —decía el filósofo— “piden edades diferentes y necesitan: la una, prudencia, y la otra, vigor”.
La edad ejerce indudable influencia en una comunidad política, aunque a veces pasa inadvertida. En muchos órdenes de la vida social ella deja su sello. Generalmente imprime una tendencia de moderación y hasta de conservadurismo. El escritor y filósofo español Miguel de Unamuno (1864-1936) solía hablar con sorna de la “vetustocracia” para referirse a la gravitación de la vejez en las cuestiones políticas.
Se llama gerontocracia no sólo al gobierno directo ejercido por hombres de edad avanzada sino también al predominio o influencia de ellos en la organización social y el manejo de las cuestiones públicas.
En los tiempos modernos, fueron gerontocracias los gobiernos de la Unión Soviética, hasta antes de Mijail Gorbachov, y de China hasta los momentos de Deng Xiaoping (1904-1997).