Se conoce con este nombre el planteamiento de una nueva estrategia de política internacional con respecto al Golfo Pérsico formulado por el presidente Jimmy Carter de Estados Unidos en su mensaje al Congreso Federal el 23 de enero de 1980.
A la sazón el Oriente Medio se había convertido en una de las zonas más volátiles del planeta. La Unión Soviética había invadido militarmente Afganistán el 27 de diciembre de 1979 y amenazaba el acceso de las potencias de Occidente al Golfo Pérsico. Eso podía producir un desequilibrio geopolítico en la región.
El presidente Carter hizo del problema de Afganistán la parte central de su mensaje al Congreso y puso énfasis en las implicaciones que la invasión soviética tenía para la paz y la seguridad mundiales. Los analistas diplomáticos consideraron que las palabras de Carter constituyeron seguramente la más dura denuncia hecha por un presidente norteamericano contra la política exterior soviética desde el lanzamiento de la >doctrina Truman en 1947. Describiendo su acción como una “agresión militar”, a la que calificó de “la más grave amenaza para la paz desde la segunda guerra mundial”, Carter acusó a la URSS de “expansionismo” y “aventurerismo” sustentados en el poder militar soviético.
En lo que fue la parte medular de su doctrina, Carter dijo al Congreso: “Dejemos que nuestra posición sea absolutamente clara: un intento por una fuerza externa para ganar el control de la región del Golfo Pérsico será considerado como una agresión contra los vitales intereses de los Estados Unidos de América, y tal agresión será repelida por los medios necesarios, incluida la fuerza militar”.
Para instrumentar la nueva política con relación al Golfo Pérsico, el presidente enumeró una serie de medidas ya tomadas por su gobierno y otras por tomarse en el futuro próximo para mantener la seguridad de la región y para inducir cambios en la conducta de la Unión Soviética. Esas medidas incluyeron una variedad de sanciones económicas —tales como la prohibición a los barcos soviéticos de pescar frente a las costas norteamericanas, suspensión de la provisión de alta tecnología a Moscú, corte de las exportaciones de productos agrícolas, restricciones al comercio internacional con la URSS, inasistencia de los atletas estadounidenses a los Juegos Olímpicos programados para Moscú—, el aumento de los gastos militares norteamericanos, la creación de la rapid deployment force (RDF) para lanzar fuerzas militares de Estados Unidos en el Golfo Pérsico y en otras regiones peligrosas, incremento de las defensas en la zona de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), renovación del compromiso de defensa temprana de Pakistán, abandono de las conversaciones soviético-americanas pendientes en el marco del control de armas estratégicas SALT II y finalmente un terminante mensaje de advertencia al Kremlin de que el expansionismo soviético será detenido.
La doctrina Carter tiene estrechas vinculaciones con la doctrina Truman (1947), que implicó el compromiso norteamericano de asistir a Grecia y a Turquía ante el acosamiento de la Unión Soviética, y con la doctrina Eisenhower (1957) que propugnó la defensa del Oriente Medio amenazado por el “comunismo internacional”.
El planteamiento del presidente Carter significó el reconocimiento público de que los Estados Unidos tenían intereses fundamentales en la región del Oriente Medio. Antes de 1980, con excepción de los lazos con Israel, la superpotencia occidental sólo tuvo vinculaciones eventuales con esta parte del mundo. Fue la doctrina Carter la que realmente comprometió a Estados Unidos con los países del Cercano Oriente en términos estratégicos, políticos y económicos. Esto resulta muy importante para la potencia mundial si consideramos que los países que bordean el Golfo Pérsico poseen las tres cuartas partes de las reservas petroleras mundiales y que las potencias occidentales son altamente dependientes de los recursos hidrocarburíferos de esa región. La Europa occidental, por ejemplo, obtiene en ella el 70% de sus importaciones de petróleo.
La doctrina Carter se formuló en el momento en que Estados Unidos se reponían de los quebrantos de la guerra de Vietnam y empezaban a desplegar una gran actividad política y diplomática —probablemente la más intensa de la postguerra— para impedir la intromisión soviética en el Oriente Medio y proteger las reservas petroleras de la región, de las que dependían las importaciones de Estados Unidos en un 25%, de Europa occidental en casi el 70% y del Japón en el 75%.
Después de que el episodio de Vietnam había causado tantos estragos en el prestigio de los Estados Unidos y de que el Vietnam war syndrome se había apoderado de su dirigencia, la doctrina Carter marcó un punto de inflexión en la política norteamericana.
Ella lanzó una dramática détente a la Unión Soviética, dentro de una renovada containment policy de los Estados Unidos, y algunos analistas incluso la consideraron como un ultimátum contra aquel país para mantenerlo lo más alejado posible del Golfo Pérsico, asegurar el equilibrio del poder mundial y sustentar la <coexistencia pacífica.
Tras una etapa en que su presencia en el Golfo Pérsico fue episódica y débil, salvo los estrechos lazos con Israel, los Estados Unidos empezaron a desplegar un gran poder en la región y a generar en ella muy importantes intereses diplomáticos y de seguridad.
Sin embargo, en las postrimerías de su gobierno, los críticos del presidente Carter —incluso dentro de su propio partido—, le imputaron debilidad e indecisión en la conducción de la política internacional.
La doctrina Carter se aplicó en la intervención militar directa de Estados Unidos en 1991, en la llamada “guerra del golfo”, para defender a Kuwait de la agresión militar de Irak y para proteger los intereses petroleros de las potencias occidentales en el Golfo Pérsico y en la península arábiga.