“dormirse sobre los laureles”

                Es una frase muy usada en la vida política. Significa confiar demasiado en los éxitos alcanzados. Detenerse. Abandonarse al socaire de la satisfacción de un triunfo obtenido. La frase se ha extendido a varios idiomas. En inglés se dice: to rest on one's laurels; en francés: S'endormir sur ses lauriers; en italiano: dormire sugli allori; en portugués: reposar sobre os louros.
          Si el triunfador de una jornada, después del reconocimiento láureo, se abandona, deja sus esfuerzos, hace nada por superarse, se dice que “se ha dormido sobre los laureles".
          El origen de la frase se remonta hacia atrás: en la Antigüedad se coronaba a los emperadores  —las medallas de los emperadores romanos los muestran con sus sienes coronadas de laurel—,  a los poetas  —"la corona de laurel se daba a los poetas sublimes, como favorecidos de Apolo", dice el "Diccionario Histórico Enciclopédico" (1833) de Vicenç Joaquín Bastus (1799-1873)—,  a los héroes, a los campeones de los juegos píticos de la vieja Grecia, a los generales victoriosos. A todos ellos se les coronaba con guirnaldas hechas de hojas de laurel, en señal de triunfo, premio, honor, gloria, victoria, lauro.
          Napoleón, a su entrada a Milán en la campaña de Italia, inflamó el valor de sus soldados cuando les dijo: “Os habéis precipitado como un torrente desde lo alto de los Apeninos. Habéis libertado al Piamonte, Milán es vuestro. Vuestro pabellón ondea en toda la Lombardía. Habéis atravesado el Po, el Tesino, el Adda, esos tan decantados baluartes de la Italia. Vuestros padres, vuestras madres, vuestras esposas, vuestras hermanas, vuestras amantes se regocijan de vuestros triunfos y blasonan con orgullo de perteneceros. Sí, soldados, mucho habéis hecho, pero ¿no os queda ya por ventura nada que hacer? ¿Os acusará la posteridad de haber hallado a Capua en la Lombardía? ¡Marchemos! ¡Todavía tenemos marchas forzadas que emprender, enemigos que domar, laureles que recoger e injurias que vengar!
          El laurel es un árbol siempre verde, de la familia de las lauráceas, que alcanza seis o siete metros de altura, con sus ramas levantadas y sus hojas coriáceas, que tardan en marchitarse. Fue considerado por los griegos y romanos como un árbol noble, protector y curativo.
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