‘cablegate’

              Se denominó así, en las esferas gubernativas, políticas y militares estadounidenses, a la divulgación masiva de documentos secretos del Departamento de Estado y del Pentágono hecha por la empresa informática WikiLeaks.

              A partir del célebre el caso de espionaje electrónico ocurrido en Estados Unidos en 1972 y conocido como “watergate”, que determinó la caída del presidente Richard Nixon, la voz “gate”, incorporada al final de la palabra característica de algún acto escandaloso, ha cobrado una connotación especial de hecho “doloso” o “fraudulento” consumado en las alturas del poder. Así ocurrió con el irangate de Ronald Reagan, el sexgate de Bill Clinton, el ciagate, el iraqgate y el enrongate de George W. Bush, el cablegate en el gobierno de Barack Obama y otros "gates" que hicieron explosión en diversos momentos de la política norteamericana.

              La "bomba cibernética" estalló el 28 de noviembre del 2010 cuando WikiLeaks, tras interceptar, penetrar, codificar, copiar y robar 251.287 documentos oficiales cursados por internet en los seis años anteriores entre el Departamento de Estado  —que es el ministerio de asuntos exteriores de Estados Unidos—  y sus embajadores en varios países, filtró textos de ellos  —en lo que fue la mayor filtración de la historia—  y los hizo públicos en los periódicos "The New York Times" de Estados Unidos, "Der Spiegel" de Alemania, "Le Monde" de Francia, "The Guardian" de Inglaterra y "El País" de España.

              Salieron a la luz pública numerosas notas electrónicas, comunicaciones, informes, vídeos y audios que contenían mensajes diplomáticos confidenciales dirigidos a la secretaria de Estado Hillary Clinton por imprudentes embajadores norteamericanos que se refirieron en términos peyorativos, deprimentes, burlones o displicentes a países, gobernantes y líderes políticos de varios lugares, algunos de ellos aliados de Estados Unidos.

              Comentaron, por ejemplo, que la canciller demócrata-cristiana alemana Angela Merkel era una mujer situada en la retaguardia; calificaron a Nicolás Sarkozy como "el presidente más pronorteamericano que tuvo Francia desde la segunda guerra mundial" pero lo apodaron de "frenético", "impulsivo", "errático", "imprevisible" e "hiperactivo"; dijeron de Rusia que era un "Estado mafioso" con una corrupción generalizada y agregaron que "la democracia en Rusia ha desaparecido" y que "el gobierno es una oligarquía dirigida por los servicios de seguridad" comandados por el primer ministro Vladimir Putin (a quien llamaron "Batman", en alusión al personaje de los cómics) por encima del presidente Dimitri Medvedev (apodado "Robin"); expresaron que los gobernantes de Cuba y Venezuela alojaban en su territorio a terroristas de ETA y guerrilleros de las FARC y el ELN; acusaron a Irán de buscar uranio en Venezuela y Bolivia para su programa nuclear, compararon a su gobernante Mahmud Ahmadinejad con Hitler y afirmaron que él ayudaba militar y económicamente al grupo terrorista al Qaeda y a los talibanes en el conflicto de Afganistán; informaron que la heroína procedente de Irán hacia Azerbayán  —procesada con opio afgano principalmente por los Guardianes de la Revolución iraníes  pasó de 20 kilos en el 2006 a 59.000 kilos en el primer trimestre del 2009; comentaron que el presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero profesaba un "izquierdismo trasnochado"; dijeron del gobierno y ejército mexicanos que habían sido desbordados por los carteles del narcotráfico; informaron que el dinero del narcotráfico internacional y las "maletas llenas de dinero" enviadas por el presidente Chávez de Venezuela financiaron la campaña electoral del presidente Daniel Ortega en Nicaragua el año 2007, y que éste contrató como su secretario particular y asesor de la presidencia al ciudadano libio Muhamad Lashtar, sobrino de Muammar Gadaffi y vinculado a sus servicios de seguridad; pusieron en duda la sanidad mental de la presidenta Cristina Fernández de Argentina; del presidente de Venezuela, dado a baladronadas mediáticas, dijeron que era un "perro que ladra y no muerde"; informaron que el rey saudita Abdallah pidió a los Estados Unidos que adoptasen una solución radical para poner fin al programa nuclear de Irán; describieron al primer ministro italiano Silvio Berlusconi como irresponsable, inútil e incompetente debido a su dedicación a las "fiestas salvajes"; afirmaron que el presidente afgano Hamid Karzai era un completo paranoico y que su hermano era un corrupto traficante de drogas; apuntaron que el líder libio Gadafi era un hipocondríaco perdido y tenía terror de volar sobre el mar; dudaron de las posibilidades de infraestructura y seguridad de Brasil como sede de los Juegos Olímpicos del año 2016; en fin, hicieron uso de un lenguaje imprudente y chabacano en sus comunicaciones diplomáticas.

              Los medios de comunicación escritos y audiovisuales del mundo entero publicaron extensamente el escándalo en sus principales páginas, espacios auditivos y pantallas durante mucho tiempo. Y los políticos de las diversas tendencias ideológicas aprovecharon el material para sus propios fines.

              Esta, que fue la mayor filtración de información confidencial de la historia, puso en aprietos al gobierno de Estados Unidos, cuyas comunicaciones habían sido masivamente pirateadas en internet, y a muchos otros gobiernos de Europa, América Latina, Asia y África, insertos en las informaciones interceptadas.

              Fue un extraño y escurridizo joven australiano, llamado Julian Paul Assange (35 años)  —matemático, experto en informática y activista hacker—,  quien fundó en Suecia, a finales del 2006, la red internacional de hackers denominada WikiLeaks con el declarado propósito de "abolir el secretismo oficial" y abrir la "transparencia radical" y la "divulgación indiscriminada" de la información, sin consideraciones a la privacidad, la propiedad intelectual ni la seguridad nacional. Para ello forjó un sitio web, es decir, un portal electrónico en internet de revelación de documentos e informaciones clasificados y no clasificados procedentes de varios lugares del mundo.

              WikiLeaks estuvo servida por miles de anónimos y voluntarios hackers, programadores de computación y expertos en tecnología de la información regados por el mundo, de extraordinaria habilidad en el manejo de los más sofisticados software informáticos, que con sus finas operaciones algorítmicas en la red lograron romper códigos cifrados e introducirse en las comunicaciones electrónicas secretas, grabarlas, codificarlas y difundirlas.

               Los llamados black-hat hackers son jóvenes geniales en el manejo de los sistemas de computación, que se dedican a descifrar códigos, robar contraseñas, piratear información, interferir el correo electrónico, enviar cartas falsificadas, difundir virus informáticos y romper sistemas. Los métodos que utilizan son el espionaje remoto (scans) para detectar las características de las computadoras, servicios y conexiones existentes en un determinado sitio de la red a fin de identificar sus debilidades; el sabotaje del servicio (denial of service) por medio del bombardeo con masivas consultas o peticiones de información contra un sitio web hasta romper su capacidad de respuesta y ponerlo fuera de servicio; el llamado “caballo de Troya” (trojan horse) que es un programa que contiene instrucciones subrepticias para destruir un software; los mecanismos de engaño (spoofing) que crean artificiosamente direcciones de correo electrónico o páginas web para despistar a los usuarios de la red; los rastreadores (sniffers), que son programas que investigan furtivamente paquetes de información que viajan por internet, descifran sus contraseñas y abren su contenido; las llamadas “manzanas podridas” (malicious applets) que son pequeños programas que dañan los archivos del disco duro de las computadoras, roban contraseñas y envían cartas falsas por el correo electrónico; las saturaciones de memorias intermedias (buffer overflow) que atacan y colapsan una computadora mediante el envío de grandes cantidades de datos a su “memoria intermedia” (buffer), que es el componente de alta velocidad de acceso que el aparato utiliza para las operaciones instantáneas; los programas de descodificación (password crackers) para descifrar contraseñas; las bombas maliciosas (logic bombs) que contienen instrucciones insertas en los programas de aplicación para borrar los archivos, apagar los ordenadores, entrabar las impresoras y desquiciar la operación de los sistemas; el phishing, que es una forma de estafa cibernética cometida por los phishers mediante el robo de la identidad de sus víctimas, del número de sus tarjetas de crédito o de sus cuentas bancarias, para cometer toda clase de fraudes a través de la red; el botnet, que es un programa malicioso que permite al atacante asumir el control y manejo de los equipos electrónicos de sus víctimas; o los minadores de basura (dumpster diving) que buscan en los desechos informáticos de las empresas alguna información que les permita entrar en sus sistemas.

               Al comenzar sus actividades, los gestores de WikiLeaks se autodefinieron como agentes apolíticos y sin fines de lucro, persecutores del "primario y autodeclarado objetivo de denunciar a los regímenes opresivos de Asia, el exbloque soviético, África subsahariana y el Oriente Medio, y también para asistir a los pueblos de todas las regiones que anhelaran revelar los comportamientos antiéticos de sus gobiernos y corporaciones". Descubrieron tempranamente que los piratas informáticos del gobierno de China utilizaban la red para obtener información secreta de los gobiernos extranjeros. Por eso, se iniciaron con el apoyo de los disidentes chinos y de empresas de internet de Taiwán, aunque después recibieron el apoyo de activistas informáticos que defendían la comunicación y difusión libres de las informaciones secretas de todos los gobiernos y corporaciones.

               Se supone que la primera filtración de información de WikiLeaks fue en diciembre del 2006, cuando descubrió que el jefe del Consejo Supremo Somalí de los Tribunales Islámicos, Hassan Dahir Aweys, participó en el asesinato de varios miembros del gobierno de su país.

              En agosto del 2007 destapó la existencia y operación de una red de empresas ficticias en treinta países, pertenecientes a la familia del exlíder keniata Daniel Arap Moi, que canalizaron fraudulentamente centenares de millones de euros desviados de las arcas públicas de ese Estado africano.

               Filtró el 14 de noviembre del 2007 información reservada de las operaciones norteamericanas en Guantánamo, donde guardaban prisión desde el 2002 centenares de individuos acusados de pertenecer a la banda terrorista al Qaeda y de estar relacionados con el atentado contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y el Pentágono en Washington el 11 de septiembre del 2001, perpetrado por comandos fundamentalistas islámicos.

               En febrero del  2008 publicó información sobre supuestas actividades ilegales en la filial del banco suizo Julius Baer de las Islas Caimán. La entidad financiera acusada demandó a WikiLeaks y un juzgado de California ordenó su cierre; pero organizaciones vinculadas a los derechos humanos y a la libertad de prensa apelaron del fallo y el sitio volvió a funcionar.

               Descifró en noviembre del 2008 información relacionada con la identidad y ubicación de 13.500 dirigentes y miembros del British National Party, de extrema derecha y tendencia racista, entre los que estaban clérigos, oficiales de policía y maestros de escuela.

               En enero del 2009 hizo públicos alrededor de seiscientos informes secretos de la ONU sobre supuestos abusos sexuales de cascos azules europeos en diversos lugares de África. En ese momento el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tenía desplegados alrededor de 64.000 soldados en 17 operaciones de paz alrededor del mundo.

              Difundió el 14 de septiembre del 2009 el llamado Reporte Minton (2006)  —Minton Report—  sobre el derrame de desechos tóxicos en Costa de Marfil que afectó a unas 108 mil personas con quemaduras en la piel, los ojos y los pulmones, vómito, diarrea, pérdida de la conciencia o muerte.

              En abril del 2010 una grabación de vídeo difundida por WikiLeaks, titulada collateral murder, mostró las imágenes de un helicóptero del ejército norteamericano que abatía, por error, a once iraquíes en un suburbio de Bagdad, entre los que estaban dos empleados de la agencia informativa Reuters. El hecho ocurrió el 12 de julio del 2007.

              En julio del 2010 reveló 76.607 documentos secretos del conflicto de los talibanes en Afganistán, iniciado en el 2001, con base en la interceptación de comunicaciones reservadas enviadas desde el frente de lucha, con indicación de las operaciones en marcha, el resultado de otras ya ejecutadas y los actos preparatorios de futuras acciones. Algunos de esos documentos fueron publicados en "The Guardian" de Inglaterra, "Der Spiegel" de Alemania y "The New York Times" de Estados Unidos. Allí se filtraron detalles del episodio de la muerte de civiles y soldados de la coalición a causa del "fuego amigo".

              El 22 de octubre de 2010 WikiLeaks capturó 391.831 documentos sobre la guerra de Irak, filtrados desde el Pentágono, en los que se revelaban muchos datos y circunstancias de esa confrontación bélica en el Oriente Medio iniciada en la madrugada del 20 de marzo del 2003, muchos de los cuales fueron publicados en las ediciones digitales de varios periódicos europeos y estadounidenses.

               La filtración de la información bélica de Afganistán e Irak se debió a un joven soldado norteamericano llamado Bradley Manning  —sujeto tímido, con problemas de adaptación y relación social dentro de la institución militar por su condición homosexual, pero genial para la informática—  que estuvo destinado a la Base Operativa Avanzada Hammer a unos 60 kilómetros al este de Bagdad, había recibido adiestramiento como analista militar de inteligencia y tenía acceso a dos de las redes clasificadas del Pentágono: Secret Internet Protocol Router Network (SIPRNET) y Joint Worldwide Intelligence Communications System. Fue él quien robó un "arsenal" de información secreta de su país —cientos de miles de documentos confidenciales del Pentágono y del Departamento de Estado—  y lo puso en conocimiento de Julian Assange, fundador y conductor de WikiLeaks.

               Pero la explosión del cablegate fue realmente el 28 de noviembre del 2010 cuando los periódicos "The New York Times" de Estados Unidos, "Der Spiegel" de Alemania, "Le Monde" de Francia, "The Guardian" de Inglaterra y "El País" de España publicaron partes de la información interceptada que les había proporcionado WikiLeaks. Fue allí cuando estalló el escándalo de escala mundial que conmocionó al gobierno estadounidense del presidente Barack Obama y a muchos otros gobiernos inmiscuidos en los documentos filtrados.

               El gobierno norteamericano, por medio del presidente Barack Obama y de su secretaria de Estado Hillary Clinton, se vio obligado a conectarse inmediatamente con los otros gobiernos para pedir excusas y disminuir el nivel de la alarma.

               Por supuesto que no hay Estado que no haya acudido y acuda a estos métodos de información diplomática. Una de las funciones tradicionales de los embajadores y de los miembros del cuerpo diplomático ha sido siempre informar a su gobierno sobre el país en que están acreditados y sus protagonistas políticos y económicos. Pero, en tratándose de la superpotencia, el escándalo que se armó en torno a las revelaciones de WikiLeaks fue mayúsculo.

               Ella, por su lado, recibió ataques desde diferentes ángulos. John Young, operador del sitio cryptome, que se dedicaba a publicar en la red documentos confidenciales de los gobiernos, la acusó en el 2007 de ser un conducto de la Central Intelligence Agency (CIA—CIA conduit—  pero "El Universal" de México la llamó "la CIA del pueblo" y ella misma se autodenominó "la primera agencia de inteligencia del pueblo". Otros dijeron que WikiLeaks era una CIA al revés: espiaba a Estados Unidos, le robaba información y documentación confidenciales y, publicándolas a los cuatro vientos, las ponía a disposición de sus enemigos. Hubo quienes consideraron que WikiLeaks hacía un periodismo alternativo, que proporcionaba información  —con absoluta reserva de sus fuentes—  a quienes deseaban enterarse del contenido de documentos secretos o clasificados de algún país.

               Manuel Castells, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, en un artículo de prensa que escribió en los días del escándalo, afirmó que ella era "una organización de comunicación libre, basada en el trabajo voluntario de periodistas y tecnólogos, como depositaria y transmisora de quienes quieren revelar anónimamente los secretos de un mundo podrido".

               Desde la perspectiva histórica, el cablegate significó la mayor revelación documental de todos los tiempos. Talvez las únicas que tuvieron, hasta ese momento, efectos parecidos aunque cuantitativamente menores fueron la que hizo el servicio de inteligencia británico con el desciframiento de un telegrama secreto enviado por el ministro de relaciones exteriores alemán a su embajador en México, durante la Primera Guerra Mundial; y las de los denominados Pentagon Papers, relativos a la guerra de Vietnam, que fueron revelados en 1971 por "The New York Times".

                La unidad de inteligencia naval inglesa, en el curso de la Primera Guerra Mundial, interceptó y descifró el telegrama secreto enviado el 16 de enero de 1917 por el secretario de asuntos exteriores del imperio alemán, Arthur Zimmermman, a su embajador Heinrich von Eckardt en México, en el que lo instruía para que propusiese al gobierno mexicano una alianza política y militar con Alemania en contra de Estados Unidos. En el telegrama  —en que cada palabra estaba cifrada en un grupo de cuatro o cinco números—  la propuesta era que Berlín asistiría económicamente y armaría a México para que atacase a Estados Unidos y recuperase los territorios perdidos en las guerras mexicano-norteamericanas de 1835-36 y de 1846-48  —Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada y Utah—,  que fueron anexados a la entonces naciente potencia norteamericana. El indisimulado propósito prusiano era buscar la distracción de las fuerzas armadas estadounidenses para impedir que entraran al escenario europeo de la guerra mundial. Pero la revelación de aquel telegrama frustró las intenciones alemanas y fue, sin duda, uno de los factores que pesaron en la decisión del gobierno de Woodrow Wilson, tres meses más tarde, de abandonar sus tradicionales aislacionismo y neutralidad y entrar en la guerra, alineado en el frente de los aliados.

                Esa guerra enfrentó a las denominadas potencias aliadas  —Reino Unido, Francia, Rusia, Serbia, Bélgica, Japón, Italia y, después, Estados Unidos y Canadá—  contra las potencias centrales  —Austria-Hungría, Alemania y Bulgaria—.

                La otra filtración documental de graves consecuencias fue la de los denominados Pentagon Papers que empezó a publicar el "The New York Times" el 13 de junio de 1971 sobre la guerra de Vietnam.  Eran documentos secretos del Departamento de Defensa norteamericano proporcionados por Daniel Ellsberg   —exmarino y analista militar estadounidense—,  en los cuales se demostraba que los gobiernos de esa época en Estados Unidos mintieron al Congreso Federal y a la opinión pública norteamericana sobre asuntos relacionados con aquella confrontación bélica que enfrentó entre 1964 y 1975 a Vietnam del Sur, apoyado principalmente por los Estados Unidos, contra Vietnam del Norte, respaldado por China y otros países del bloque comunista, en el contexto general de la guerra fría.

               La de Vietnam fue una guerra irregular en la que se combinaron operaciones bélicas convencionales con acciones guerrilleras y terrorismo. Se estima que en la sangrienta lucha murieron más de dos millones de vietnamitas y 57.685 soldados norteamericanos y que hubo 3 millones de heridos de un lado y 153.303 del otro, además de 587 prisioneros de guerra estadounidenses y de 12 millones de refugiados.

                Esas filtraciones de información altamente confidencial produjeron una terrible crisis política en Estados Unidos, afectado ya en ese momento por el Vietnam war syndrome que afligía a la sociedad norteamericana. El Pentágono consideró a Ellsberg "el hombre más peligroso del mundo" y acusó a los medios de comunicación, que publicaron sus papeles, de atentar contra la seguridad nacional. El gobierno acudió a los tribunales de justicia para tratar de detener la fuga de información. Acusó a Ellsberg de los delitos de robo de documentos secretos, espionaje y conspiración. Finalmente, la Corte Suprema, invocando la libertad de expresión consagrada en la Constitución Federal, se inhibió de procesar a Ellsberg y autorizó la difusión de los documentos.

               El 9 de junio del 2013 estalló una nueva bomba informativa. El joven ciudadano norteamericano Edward Snowden, que prestaba sus servicios de inteligencia a la National Security Agency (NSA) como operador de rango y analista de infraestructura  —y que antes había sido consultor tecnológico e informante de la CIA— ,  envió por vía electrónica desde la habitación de un hotel en Hong Kong al diario estadounidense "The Washington Post" y al británico "The Guardian" documentos que demostraban que el gobierno de Estados Unidos ejercía una gigantesca acción de espionaje alrededor del mundo a través de la masiva información cursada por las grandes empresas de internet  —como Microsoft/Skype, AOL, Google, Yahoo, Apple y Facebook—,  que interceptaban millones de correos electrónicos, chats, fotografías, conversaciones on line y conversaciones telefónicas a lo largo y ancho del planeta.

              Edward Joseph Snowden, después de desatar una nueva tormenta mundial al demostrar la fragilidad de las comunicaciones por la vía digital, voló de Hong Kong a Moscú. Y, luego de permanecer cerca de seis semanas en el aeropuerto de Sheremetyevo, obtuvo asilo político allí.

               Ante el acosamiento de Estados Unidos  —que imputaban a Snowden el robo y apropiación de documentos de propiedad de su gobierno y que pedían su extradición—  el presidente Vladimir Putin declaró en una conferencia de prensa en Moscú que no lo entregará pero advirtió que si él quería quedarse en Rusia "habrá una condición: debe dejar de perjudicar a nuestros socios norteamericanos, por muy extraño que esto pueda sonar. No ha sido, ni es agente al servicio de Rusia, y tampoco está colaborando con nuestros servicios secretos".

               Las filtraciones de Snowden demostraron que la NSA tenía acceso, a través del programa Prism, a los correos electrónicos, chats, fotografías, búsquedas de internet, archivos enviados y conversaciones en línea dentro y fuera de Estados Unidos. Cerca de 77.000 expedientes se habían nutrido de información cursada en la red.

               Para denunciar que también los teléfonos móviles eran instrumentos de espionaje, en una reunión que convocó en Moscú, Snowden pidió a todos los asistentes que guardasen sus aparatos telefónicos en la nevera para evitar escuchas, según relató "The New York Times".

               Por esos días, en una entrevista de prensa en que Snowden habló de sus motivos para realizar las filtraciones, dijo: “desde mi escritorio tenía el poder de escuchar las conversaciones de todo el mundo, desde ustedes o su contador, hasta un juez federal o incluso el Presidente, si tuviera su correo electrónico personal".

               Los documentos secretos revelados por Snowden y publicados por el "The Washington Post", "The Guardian" y el semanario alemán "Der Spiegel" muestran cómo la NSA y el Federal Bureau of Investigation (FBI) contaban con un acceso directo a los servicios de empresas especializadas de internet: Microsoft/Skype, Yahoo, Google, Paltalk, Facebook, YouTube, AOL y Apple, que mediante el programa de espionaje denominado Prism aprehendían los datos e informaciones de sus clientes cursados por los servidores de ellas a través de los correos electrónicos, las comunicaciones de vídeo y audio, los archivos fotográficos, los documentos y las conversaciones en línea, y los ponían en conocimiento de la NSA y del FBI.

                   La vigilancia e interceptación electrónicas abarcaron no sólo a los gobiernos hostiles a Estados Unidos sino también a algunos de sus aliados de Europa, Asia y América Latina, cuyas comunicaciones fueron interferidas.

                En su defensa, el gobierno norteamericano explicó que, para hacer frente al terrorismo sin fronteras del siglo XXI  —que se puso en evidencia con la demolición de las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington el 11 de septiembre del año 2001  —atentado planificado fuera de sus fronteras nacionales—,  era necesario instrumentar un amplio programa de vigilancia y espionaje a escala mundial, es decir, un espionaje sin fronteras.

               Si bien fueron tormentosas las consecuencias mediáticas de las revelaciones de Snowden, el escándalo no fue mayor en la opinión pública norteamericana, que con ocasión de los atentados contra las torres gemelas y el Pentágono había reprochado al gobernante de ese tiempo, George W. Bush, la indolencia, pereza y falta de precaución de los servicios de seguridad del gobierno ante las tramas terroristas que, dentro y fuera de Estados Unidos, planificaron y ejecutaron esa tragedia.

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