Esta es una expresión acuñada por los militantes de la Derecha para referirse despectivamente a los políticos que, sin ser comunistas, comparten con ellos ciertos principios o líneas de acción. La idea que está detrás de esta expresión es que esas personas sirven los intereses del comunismo sin percatarse de que, si éste triunfara, serían las primeras víctimas de su sistema represivo. En eso consiste su “tontería” y su “utilidad”. Se las ha llamado también “compañeros de ruta” porque caminan junto a los comunistas un tramo del camino en la lucha por el poder.
Pero también los propios comunistas llamaban tonto útil a aquel que les prestaba ayuda táctica para cumplir sus propósitos y que después era desechado por inservible. Lo usaban en una determinada etapa de su camino y cuando ya no les era útil lo abandonaban.
Esta es una expresión muy del gusto de la derecha política para apostrofar a quienes, ubicados en los andariveles de centroizquierda, entran en entendimientos o alianzas tácticas con las fuerzas comunistas. Es una expresión peyorativa que pretende sugerir que esos políticos colaboran con los comunistas o sirven sus intereses inconscientemente, esto es, sin darse cuenta de lo que hacen.
La expresión surgió en las décadas pasadas con ocasión de la formación de los <frentes populares en Europa y América Latina, integrados por socialistas democráticos, socialdemócratas, laboristas y otros sectores progresistas en alianza táctica con los marxistas para combatir al fascismo.
Como es lógico, tales alianzas respondieron al interés de los aliados de vencer al enemigo común. Es cierto que los comunistas siempre trataron de manejarlas y de hacer de sus aliados elementos instrumentales de sus intereses pero no es menos cierto que estos no cayeron en la trampa sino excepcionalmente. Cumplidas las metas comunes, esas alianzas se disolvieron, cada quien tomó el rumbo político aconsejado por su ideología y se reanudó el debate político entre la izquierda moderada y la izquierda radical.
Con igual criterio, en el ámbito de la política internacional, los Estados capitalistas de Occidente se aliaron con la Unión Soviética para derrotar al nazifascismo durante la Segunda Guerra Mundial. Sus diferencias ideológicas, políticas, económicas y militares entraron en un paréntesis necesario para unir fuerzas y detener el avance de las potencias del eje Roma-Berlín-Tokio. Después de cumplido el objetivo, se reanudó la controversia Este-Oeste a la que uno de los asesores del presidente Harry Truman denominó la <“guerra fría”. Los aliados occidentales en esa oportunidad no fueron “tontos útiles” al servicio de los comunistas sino victoriosos compañeros en la lucha antifascista.