Es el régimen del terror que se impone en un país. Terror es miedo intenso, insuperable. Terrorismo es el sistema que utiliza ese miedo como arma política. Es la táctica de ejercer el terror para lograr un objetivo político, aunque hay actos terroristas que carecen de objetivos. En todo caso, el terrorismo se impone a través del miedo paralizante que impide a las personas defender sus derechos o protegerse de la acometida violenta.
En muchas oportunidades el terrorismo es el ejercicio de la violencia para mantener o derrocar un orden político y social establecido. Puede asumir dos modalidades: violencia física o violencia psicológica. Sus protagonistas suelen ser los movimientos revolucionarios, los grupos que defienden el establishment político y económico, las minorías separatistas, los pueblos sometidos al régimen colonial, las comunidades nacionales ocupadas por fuerzas extranjeras, los opositores exaltados de un gobierno, los grupos religiosos fundamentalistas o los frenéticos defensores de tesis xenófobas o racistas.
Por tanto, el terror puede provenir no sólo del gobierno sino también de otros sectores, a través de diversos medios: acción armada, <sabotaje, atentados dinamiteros o incendiarios, asesinatos, secuestro de personas, piratería aérea, <guerra psicológica y cuantas otras acciones de violencia y alevosía puedan imaginarse.
El terrorismo se caracteriza por el ejercicio de la violencia irracional e ilimitada —que se extiende, a veces, más allá de las fronteras nacionales— para alcanzar fines concretos de orden político o económico, como la represión gubernativa, la liberación de presos, la consecución de dinero, la paralización de los órganos de la justicia, el silencio de la prensa, la disuasión de acciones políticas, el bloqueo o desbloqueo de iniciativas de gobierno o la resignación de funcionarios. Si la violencia procede de arriba, es >terrorismo de Estado; si proviene de abajo, terrorismo contestatario. Pero significa siempre una ruptura entre quienes lo ejercen y quienes sufren sus consecuencias.
En todos los tipos de terrorismo la violencia tiene una función muy clara: paralizar, disuadir o escarmentar a la gente. El terrorismo es no solamente un acto político sino también psicológico, puesto que uno de sus propósitos es intimidar con públicas y espectaculares acciones de crueldad ejemplarizadoras. Este es un elemento psicológico muy importante del imperio del terror.
No hay que confundir, como se lo hace con frecuencia, <guerrilla con terrorismo. Ernesto Che Guevara (1928-1967), en su escrito “La Guerra de Guerrillas”, los dintinguió perfectamente. Defendió la guerrilla como táctica política pero estimó que el terrorismo es “un arma negativa, que no produce en manera alguna los efectos deseados” y que “trae una pérdida de vidas muy superior a lo que rinde de provecho”.
Lo que sí puede ocurrir es que, por obra de una complicada metamorfosis, la guerrilla fracasada y ensangrentada degenere en terrorismo y, entonces, extreme sus métodos —asesinatos, secuestros, torturas, dinamitazos, narcoterrorismo— para lograr sus objetivos políticos. Esto está dentro de lo posible. Recuerdo, como experiencia personal, que cuando asumí la Presidencia de Ecuador en 1988 ordené abrir conversaciones con el grupo guerrillero Alfaro Vive para persuadirle de que abandonara la lucha clandestina y, bajo la garantía del gobierno, se insertara en la brega democrática del país. La propuesta fue aceptada. Los jóvenes guerrilleros se despojaron de sus embozos y entregaron las armas en una plaza pública de Quito a una comisión internacional de derechos humanos. Y salieron a la luz del día en goce de las prerrogativas comunes a todos los ecuatorianos. Así impedí que ese grupo, que antes había sufrido una dura represión, se convirtiera en terrorista. Y pude dar cuatro años de paz al Ecuador.
Algunos estudiosos del tema han identificado tres tipos de terroristas: los racionales, los psicodinámicos y los culturales, aunque a veces estas tres condiciones se unen y se complementan.
En los designios terroristas de los primeros siempre hay un análisis de costo-beneficio antes de emprender sus acciones. Lo cual les lleva a medir con frialdad la relación entre sus capacidades de ataque y las potencialidades defensivas de sus víctimas. El terrorista entonces evalúa tácticamente los diversos cursos de acción, como haría un militar para alcanzar sus objetivos, y opta por el que considera más eficiente.
El terrorista emocional obedece a otras motivaciones. Es un tipo diferente de ser humano. Su insatisfacción frente a la vida, su rencor hacia la sociedad y su amargura vital le impulsan incoerciblemente a la acción destructora. Cree firmemente en sus verdades. Está lleno de certezas. Su espíritu rechaza las ambigüedades. No tiene siquiera el sentido de los matices ni de la ambivalencia de las cosas. Por consiguiente, posee una visión maniquea de la vida. Jamás abriga dudas acerca de lo que debe hacer. De ahí que, fanáticamente convencido de su misión, se dispara compulsivamente a la acción terrorista, cuya consumación se convierte en su razón de ser. Posee un acusado sentimiento de pertenencia al grupo, en cuyo seno encuentra la justificación de sus actos y el fortalecimiento de la decisión para ejecutarlos. El grupo, por su parte, debe seguir consumando acciones de violencia para rescatar su autoestima, dar curso a sus monomanías y encontrar su legitimidad. Es un grupo cerrado y clandestino, que genera fuertes lazos de solidaridad entre sus miembros, a quienes todo lo de afuera les resulta sospechoso, cuando no aborrecible. Sus “enemigos” están claramente identificados y la vida de ellos vale nada.
Finalmente, los factores culturales gravitan decisoriamente en la etiología de ciertas formas de terrorismo. Los sistemas de ideas, las cosmovisiones, los valores deontológicos, los conocimientos, los credos religiosos, las concepciones éticas y los prejuicios étnicos condicionan el comportamiento de los terroristas. El terrorismo en nombre de la religión o en nombre de la etnia puede ser especialmente despiadado porque en la mente de sus agentes hay una idea mesiánica que concibe las acciones terroristas como el cumplimiento de un deber ético. Los actos más absurdos se presentan como imperativos religiosos. La vendetta, el martirio y la autodestrucción, que aparecen como actos totalmente irracionales para los demás, son sensatos y legítimos para los terroristas, dentro de su peculiar sistema de valores.
Pero lo más grave de todo esto es que la violencia inspirada en motivaciones religiosas ha introducido dos modificaciones sustanciales al terrorismo de nuestros días: ha borrado las fronteras nacionales —es un terrorismo transnacional— y sus ejecutores no sólo que no tienen interés en salvar sus vidas sino que buscan la muerte deliberadamente, convencidos como están de que así conquistarán la gratitud de sus dioses y ganarán el cielo de manera más segura.
Lo cual ha significado un cambio no sólo cuantitativo sino fundamentalmente cualitativo en la actividad terrorista alrededor del mundo.
El gobierno norteamericano, por órgano de su Departamento de Estado, ha elaborado a partir de 1997 una lista de todas las organizaciones a las que considera terroristas en el mundo. En ella constaban, hasta el año 2014, las siguientes:
Afganistán: al Qaeda.
Argelia: Grupo Islámico Armado y Grupo Salafista de Llamado y Combate.
Colombia: Ejército de Liberación Nacional (ELN), Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Egipto: Al-Gama'a Al-Islamiyya y Al-Yihad.
El Salvador: la mara Salvatrucha, conocida también como MS-13.
Estados Unidos: Fundación Tierra Santa para el Auxilio y el Desarrollo.
España: Euskadi ta Askatasuna (ETA) y Grupo de Resistencia Antifascista "Primero de Octubre".
Filipinas: Grupo Abu Sayyaf (ASG) y Partido Comunista Filipino/Nuevo Ejército del Pueblo.
Francia: Euskadi ta Askatasuna (ETA).
Grecia: Organización Revolucionaria 17 de Noviembre y Núcleo Revolucionario Popular (antes ELA).
India: Jaish-e-Mohammed, Lashkar-e-Toiba y Harakat ul-Mujahidin.
Indonesia: Yemaah Islamiya (YI).
Irán: Mujahedin-e Khalq (MEK o MKO).
Irak: Anbsar Al-Islam y Tanzim Qaidat al-Yihad fi Bilad al-Rafidayn.
Irlanda: Irish Republican Army (IRA), Real Ira, Continuo Ejército Republicano Irlandés (CIRA), Fuerza Leal Voluntaria (LVF), Voluntarios Naranja (OV), Defensores Mano Roja (RHD).
Israel: Kathane Chai (KACH).
Japón: Aum Shinrikyo (Verdad Suprema) y Ejército Rojo Japonés (JRA).
Kurdistán: Kongra-Gel.
Líbano: Hezbolá (partido de dios), la organización Mujahedin-e y Asbat al-Ansar.
Libia: Grupo Libio de Lucha Islámica.
Malasia: Jemaah Islamiya.
Marruecos: Grupo Combatiente Islámico Marroquí.
Malí: Ansar Dine.
Nigeria: grupos yihadistas Boko Haram y Ansaru.
Pakistán: Hamás, Harakat ul-Mujahidin, Ya-e-Mohammed, Lashkar-e-Tayyiba, Lashar I Jhangvi, Jaish-e-Mohammed (ejército de Mahoma), Jaish-e-Mohammed y Harakat ul-Mujahidin.
Palestina: Jihad Palestina Islámica (PIJ), Frente de Liberación Palestina, Frente Popular para la Liberación de Palestina, Brigada de Mártires Al-Aqsa, Fatah-Consejo Revolucionario y Hamás.
Perú: Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA)
Siria: Yihad Islámico.
Sri Lanka: Los Tigres de Tamil Eelam.
Somalia: Al Shabab.
Turquía: Ejército de Liberación del Pueblo Revolucionario, Frente DHKP/C, Devrimci Sol, Kongra-Gel.
Uzbequistán: Movimiento Islámico de Uzbequistán.
Algunos pensadores de izquierda sostienen que hay que diferenciar terrorismo y <resistencia. Eso es cierto. Pero cuando los agentes violentos señalan como objetivo de sus atentados a la población civil y se proponen matar al mayor número posible de personas inocentes en edificios, aviones, trenes, iglesias, mercados y lugares públicos de reunión, allí no hay resistencia sino terrorismo, independientemente de las invocaciones que se exhiban.
Como parte de sus nuevos planteamientos sobre seguridad nacional, la Casa Blanca expidó en febrero del 2003 el documento “National Strategy for Combating Terrorism”, reformulado en septiembre del 2006, en el que sostiene que el enemigo actual no es una persona, un régimen político ni una religión sino el terrorismo transnacional —premeditado, políticamente motivado y dirigido contra objetivos civiles por grupos subnacionales o agentes clandestinos—, que mata, secuestra, extorsiona, roba y aterroriza. Afirma que este terrorismo no es el resultado de la guerra de Irak, puesto que los ataques contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington fueron anteriores. La red terrorista al Qaeda señaló como su objetivo a Estados Unidos antes de que éstos tuvieran como objetivo al Qaeda. Tampoco es la consecuencia del conflicto israelí-palestino aunque mantiene con él evidentes nexos. Lo que ocurre es que con la guerra de Irak y con los otros conflictos del Oriente Medio el terrorismo se exacerbó, se extendió y cobró más fuerza.
Según el documento, el terrorismo transnacional está movido por una interpretación torcida del islamismo, que ha creado una doctrina que sirve a fines malvados y que glorifica a quienes matan deliberada y planificadamente a inocentes. Pero los musulmanes que entienden que su religión es de paz están de nuestro lado —dice el texto— y son nuestros aliados en la lucha contra la violencia. Estados Unidos se sienten orgullosos de estar al lado de ellos en varios lugares del mundo. Y continuarán ayudándolos en sus esfuerzos dentro de su territorio y en ultramar para rechazar la violencia extremista, que es una forma de totalitarismo que sigue el mismo camino del fascismo y el nazismo. La democracia —continúa el documento— no es inmune al terrorismo. Al contrario, algunas democracias están amenazadas por dentro ya que los grupos violentos aprovechan para sus fines las libertades, los derechos y los medios que el sistema les ofrece. El terrorismo transnacional representa una amenaza interna y externa para los regímenes democráticos. Por eso ellos se han visto precisados a extremar sus controles y sus defensas.
El instrumento fija objetivos prioritarios de corto plazo para prevenir ataques de las redes terroristas: hacer un seguimiento de sus movimientos, capturar o aniquilar a sus agentes dondequiera que se encuentren, impedir que ellos ingresen a Estados Unidos, obstaculizar sus desplazamientos internacionales, preparar la defensa de los potenciales objetivos de ataque, impedir que los movimientos terroristas accedan a la fabricación o compra de armas de destrucción masiva, eliminar los “santuarios” —physical sanctuaries— que acogen y protegen a los terroristas, controlar que internet no sirva para la propaganda, proselitismo, reclutamiento, entrenamiento y planificación operativa de las organizaciones terroristas, vigilar que los sistemas financieros no sean utilizados para el acopio y la transferencia de fondos de los grupos terroristas; establecer nexos de colaboración, coordinación e intercambio de información entre las agencias de seguridad de Estados Unidos y entre éstas y las de otros países, bajo la autoridad del Director of National Intelligence (DNI); crear en todos los niveles de la población norteamericana una “cultura de preparación” —culture of preparedness— que sea capaz de prevenir y dar una respuesta ciudadana a las acechanzas terroristas o a las eventuales catástrofes producidas por el hombre o la naturaleza; ampliar y fortalecer la alianza antiterrorista internacional, que ha transformado a viejos adversarios en aliados vitales en la lucha contra el terror.
Concluye el “National Strategy for Combating Terrorism” que la violencia política ha sido un mal endémico de la condición humana, pero que el terrorismo de hoy busca combinar el poder de las modernas tecnologías y eventualmente el uso de armas de destrucción masiva para aniquilar la sociedad civilizada. Por lo que la estrategia nacional contra el terrorismo sólo podrá tener éxito a través de una sostenida, firme y sistemática acción de todos los elementos del poder estatal: el diplomático, el económico, el de la información, el financiero, el jurídico, el de inteligencia y el militar, en operación simultánea y coordinada.
A partir del atentado terrorista islámico del 11 septiembre de 2001 contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y el Pentágono en Washington, empezó a tomar forma en los círculos oficiales norteamericanos la denominada doctrina Bush —contenida en declaraciones y discursos del gobernante norteamericano George W. Bush en diversos escenarios y momentos—, que postuló el combate sin fronteras contra el terrorismo en el mundo.
El presidente estadounidense explicó que esta lucha, diferente de otras luchas en la historia, no es contra un régimen político, ideología o religión sino contra los líderes, comandos, fuerzas, comunicaciones, arsenales, materiales de apoyo y finanzas de los grupos terroristas ubicados alrededor del planeta, para desarticular sus proyectos de agresión.
Dijo Bush que mientras ciertos Estados alberguen a terroristas y les permitan abrir y operar campos de entrenamiento “la libertad está en riesgo y nuestros aliados no deben y no pueden permitirlo”. Con esta proclama quedó claro que se abrió una lucha en varios frentes contra un enemigo invisible y ubicuo, asistido de modernos recursos tecnológicos, al que se ha de combatir sin tregua por encima de las fronteras nacionales. En este sentido, afirmó Bush, los Estados Unidos no harán distinción entre los agentes terroristas y quienes les prestaren ayuda o les facilitaren refugio. Todo país que otorgue hospedaje, apoye o encubra al terrorismo será considerado por Estados Unidos como un régimen hostil.
El objetivo central de la doctrina Bush es prevenir el uso de armas nucleares, químicas o biológicas por bandas terroristas en cualquier lugar del planeta.
En el discurso que leyó en la academia militar de West Point el 1 de junio de 2002, dijo Bush: “En el curso de la guerra fría las armas de destrucción en masa eran vistas como armas de última instancia, en cambio hoy los grupos terroristas las consideran como opciones preferentes e inmediatas. Debemos crear defensas eficaces contra los misiles balísticos que ellos poseen. Y por sentido común y legítima defensa los Estados Unidos deben actuar contra esos peligros antes de que se pongan en marcha. La historia juzgará duramente a aquellos que vieron venir los peligros y se cruzaron de brazos. Estamos convencidos de que en un mundo de tantas acechanzas el único camino hacia la paz y seguridad es el camino de la acción. Lo ocurrido en septiembre 11 nos enseñó que Estados débiles, como Afganistán, pueden sin embargo ser muy peligrosos para nuestra integridad y para la integridad de otros Estados grandes”.
La “doctrina Bush” se sistematizó y concretó en el documento titulado “The National Security Strategy of the United States of America”, expedido por la Casa Blanca el 17 de septiembre de 2002, que resumió los objetivos y las prioridades de la seguridad norteamericana para el nuevo siglo.
Los conceptos claves de ella son el unilateralismo y la anticipación. Estados Unidos no se sienten obligados a consultar ni a lograr acuerdos previos con otros Estados ni con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para tomar la iniciativa en acciones militares preventivas contra cualquier enemigo que juzguen capaz de atacarlos y reclaman el derecho de adelantarse a las acciones terroristas. Sus objetivos son la prevención de esas acciones y la neutralización temprana de los potenciales agresores, de modo que no esperan ser atacados sino que se adelantan a los ataques mediante acciones militares preventivas.
La principal entidad de inteligencia militar de Estados Unidos es la Defense Intelligence Agency (DIA). Fue fundada en 1961 por el gobierno del presidente John F. Kennedy y está bajo la jurisdicción del Departamento de Defensa. Es independiente de la Central Intelligence Agency (CIA) pero trabaja coordinadamente con ella. Se encarga especialmente de la investigación de las amenazas emergentes contra la seguridad de su país que provienen de fuera de su territorio.
Después de su transformación interna —impuesta por la terminación de la <guerra fría y el advenimiento de nuevo tipo de amenazas para la seguridad de Estados Unidos—, la DIA tiene como su principal misión investigar el terrorismo transnacional. Por eso buena parte de su espionaje lo hace fuera de las fronteras estadounidenses, con agentes clandestinos desplegados en el mundo, y de acuerdo con los objetivos y prioridades señalados por el Pentágono.
El tamaño y dimensiones de su servicio de espionaje no tienen precedentes. La DIA está dividida en cuatro grandes centros regionales: Americas Center, Asia/Pacific Center, Europe/Eurasia Center y Middle East/Africa Center. Cuenta además con muchos departamentos técnicos, como el Defense Combating Terrorism Center, el National Center for Medical Intelligence, el Missile and Space Intelligence Center, el National Media Exploitation Center y el Undergrownd Facilities Analysis Center.
En el Departamento de Defensa —que es el ministerio de asuntos militares del gobierno norteamericano, conocido también como el Pentágono— operan varias agencias especializadas de inteligencia: National Security Agency (NSA), National Geospatial-Intelligence Agency (NGA), National Reconnaissance Office (NRO), Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA), Defense Logistics Agency (DLA), Ground-based Midcourse Defense System (GMD), Defense Threat Reduction Agency (DTRA), Pentagon Force Protection Agency (PFPA), Missile Defense Agency (MDA).
Y allí operan además numerosos centros de investigación estratégica militar, entre ellos, la National Defense University (NDU), el Institute for National Strategic Learning (INSL), el National War College (NWC), el Center for Naval Warfare Studies (CNWS), el U.S. Naval War College y otros.
El Pentágono tiene numerosas redes clasificadas en internet —Secret Internet Protocol Router Network (SIPRNET) y Joint Worldwide Intelligence Communications System, entre muchas más—, que guardan el "arsenal" de su información secreta, contenida en centenares de miles de documentos confidenciales, principalmente del Pentágono y del Departamento de Estado.