La Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL), que se estableció en 1948 en virtud de una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobada en 1947, fue por varias décadas la única fuente de información y análisis de la realidad económicosocial latinoamericana y el único centro con capacidad para generar un pensamiento económico propio desde la perspectiva de los países periféricos de la región. Lo hizo bajo el enfoque histórico-estructuralista y sostuvo que las relaciones entre el centro y la periferia —que eran relaciones estructurales— estaban determinadas por la forma específica en que los países se insertaban en la economía mundial y, a su vez, determinaban el modo de producir e intercambiar los bienes económicos entre los países atrasados y los desarrollados. Los primeros se interpolaban débilmente en el mercado mundial con sus bienes primarios para una demanda internacional poco dinámica mientras que los segundos lo hacían muy agresivamente con productos y servicios de tecnología avanzada destinados a satisfacer una demanda de rápida expansión.
De esto resultaba una dramática asimetría en los precios del comercio exterior que perjudicaba sistemáticamente a los países periféricos.
Este enfoque permitió a la CEPAL formular y difundir la teoría del deterioro de los términos de intercambio referida a la sistemática injusticia en el comercio exterior entre los países periféricos y los centrales por la inequitativa relación de precios entre las mercancías que intercambian. Los países periféricos veían deteriorarse constantemente los precios de sus exportaciones al tiempo que se encarecía el de las manufacturas provenientes de los países desarrollados. Esta brecha no cesaba de crecer. Lo cual les conducía a desequilibrios estructurales crónicos en sus balanzas de pagos, a la agudización de su dependencia exterior, al endeudamiento externo, a la asfixia financiera, a la penuria fiscal y al atraso.
El economista argentino Raúl Prebisch, que inspiró la creación de la CEPAL y que la dirigió desde comienzos de la década de los 50, en un estudio sobre el desarrollo económico de la América Latina escrito en 1949 insertó un cuadro de la relación entre los precios de los productos primarios de la región y de los artículos finales de la industria de los países centrales desde 1876 hasta 1938, que demostraba que esa relación se había movido constantemente en contra de la producción primaria, hasta el punto que al final de tal período el producto de las exportaciones de los países latinoamericanos sólo alcanzaba para comprar el 63% de las manufacturas que podían comprarse al principio. O sea que el poder adquisitivo de las exportaciones de América Latina en el período estudiado había perdido el 37% de su valor en relación con los productos finales de la industria de los países centrales.
Por esos tiempos se volvió clásico el ejemplo de que para comprar un tractor se necesitaba cada vez mayor número de sacos de café o de unidades de otros productos primarios latinoamericanos.
Lo cual, según el pensamiento cepalino, carecía de toda lógica económica puesto que en los precios industriales debía reflejarse el menor coste de producción que el progreso técnico y la creciente producción en escala conllevaban, de modo que ellos debieron haber disminuido en lugar de elevarse. Además el mayor incremento de la <productividad en la industria, comparativamente con el de las actividades primarias, debió significar menores precios industriales.
La teoría cepalina del deterioro de los términos de intercambio desmentía categóricamente el postulado liberal de las virtudes integradoras del libre comercio internacional porque demostraba el enorme contenido de injusticia que éste entrañaba. Prebisch sostenía que, si se dejaba actuar libremente a las fuerzas del mercado, la relación de precios entre la agricultura y la industria producía una redistribución regresiva del ingreso en perjuicio de la agricultura, es decir, en perjuicio de los productores de bienes primarios.
Según la CEPAL, para tratar de evitar parcialmente esta tendencia hacia el deterioro de los términos de intercambio, los países latinoamericanos debían fomentar su <industrialización a fin de que el proceso de empobrecimiento no siguiera adelante. Esta idea estaba acompañada de la convicción de que, para que el proceso industrial fuera posible, era menester una fuerte intervención del Estado en la orientación y regulación de la economía, que no podía estar confiada únicamente a las <fuerzas del mercado. El Estado debía contribuir al ordenamiento del desarrollo económico e incluso asumir la gestión de algunas de sus áreas. De tales ideas nació la política de <sustitución de importaciones como primera fase del proceso de industrialización de los países latinoamericanos.
La CEPAL dio aportes muy importantes al pensamiento económico de América Latina y en su torno congregó a un grupo de relevantes intelectuales, economistas, historiadores económicos y sociólogos como Aníbal Pinto, Celso Furtado, Aldo Ferrer, José Medina Echavarría, Octavio Rodríguez, Regino Botti, Jorge Ahumada, Osvaldo Sunkel, Pedro Vuscovic, Fernando Henrique Cardoso, Enzo Falleto, Juan Noyola, Adolfo Gurrieri, Enrique Iglesias y varios otros. Bajo el liderazgo de Raúl Prebisch (1901-1986) formó una verdadera escuela económica —el <cepalismo— que hizo contribuciones originales a la historia del pensamiento económico mundial y que durante muchas décadas ha ejercido gran influencia en América Latina.