Es la que sostiene que, en una economía dada, el nivel de los precios depende en forma directamente proporcional de la cantidad de dinero en circulación. Sus orígenes se remontan a las explicaciones dadas por los filósofos y economistas liberales de los siglos XVII y XVIII sobre los fenómenos monetarios pero sus primeras formulaciones sistemáticas se produjeron en el siglo XIX con las ideas de David Ricardo (1772-1823), John Stuart Mill (1806-1873) y los demás economistas que se alinearon en la llamada escuela clásica.
La tesis central de esta teoría es que el nivel medio de los precios aumenta en función del volumen de la emisión monetaria y de la velocidad de su circulación. Ella fue, en realidad, el primer intento de explicar coherentemente el movimiento de los precios. Hizo de la masa monetaria, es decir de las disponibilidades monetarias y cuasi monetarias en poder del público, la causa principal de las fluctuaciones del nivel general de precios en una economía. Afirmó que la velocidad de circulación de la moneda es un factor muy importante porque multiplica las posibilidades de utilización de la unidad monetaria. Sostuvo que el poder adquisitivo del signo monetario guarda una relación inversamente proporcional a la cantidad de su emisión y que consecuentemente el volumen de circulante es directamente proporcional al nivel de precios.
Cuando la emisión monetaria y la velocidad de circulación del dinero son excesivas con relación al cúmulo de bienes y servicios que genera la sociedad, se produce la escalada de los precios. La emisión de dinero, por su parte, depende de las cantidades de metales preciosos —el oro y la plata, que le sirvieron de patrón— acumuladas en las bóvedas de la banca central. Con base en tales criterios esta teoría explicó las variaciones de los precios ocurridas a mediados del siglo XIX por el hallazgo de minas de oro en California (1848) y Australia (1851), las bajas provocadas después por el descenso de la producción aurífera y las nuevas alzas a raíz de la explotación de las minas de oro en África del Sur.
El economista norteamericano Irving Fisher (1867-1947) fue quien formuló la más elaborada presentación de esta escuela de pensamiento económico, al añadir como nuevos elementos de ella el dinero bancario (M’) y su velocidad de circulación (V’) a los elementos ya conocidos: (P) nivel general de precios, (T) cúmulo de transacciones, (M) masa monetaria, (V) velocidad de circulación de la moneda, todo lo cual fue sintetizado por Fisher en la ecuación: PT= MV + M’V’.
Si bien esta fórmula sólo expresa el hecho de que en una economía existe una equivalencia constante entre el volumen de los medios de pago y el conjunto de las transacciones realizadas con ellos, de ella partieron los propugnadores de la teoría cuantitativa para sostener la tesis de que una variación en el volumen de emisión (M) o en la velocidad de circulación de la moneda (V) determina una mutación paralela del nivel de precios (P) y del volumen de las transacciones (T). Y con base en esta fórmula establecieron una relación de causalidad entre la producción de oro, la emisión monetaria y el nivel general de precios.
La teoría cuantitativa, sin embargo, no convenció a mucha gente. Quedó desacreditada por la crisis económica de1929. Se levantaron críticas contra ella. Se dijo, entre otras cosas, que el atesoramiento del dinero y el almacenaje de mercancías, que son dos fenómenos reales y evidentes en la economía, no habían sido tomados en cuenta por las fórmulas cuantitativas no obstante que ellos significan que las cantidades disponibles de dinero y de mercancías no coinciden con las efectivamente utilizadas en el intercambio. Con lo cual se invalidan parcialmente las previsiones de la teoría. Se dijo, además, que las interacciones entre el dinero y las mercancías son mucho más complejas de lo que ella supone. Finalmente, que en la economía se dan varios factores no por intangibles menos importantes, como los de orden psicológico causados por las expectativas, los temores, las opiniones, las anticipaciones y las hipótesis optimistas o pesimistas que condicionan la conducta de los agentes económicos, de modo que no puede reducirse la complejidad de la trama económica a una relación mecánica entre la masa monetaria y los precios.
En ese momento apareció el economista británico John Maynard Keynes (1883-1946) y con su libro “The General Theory of Employment, Interest and Money”, publicado en 1936, dio un vuelco a la teoría, porque sin negar la validez relativa y parcial de sus fundamentos, los consideró insuficientes para explicar el proceso de formación de los precios, que en su concepto es mucho más complicado de lo que ella considera, dado que entran en juego factores de diversa índole, como la cotización de las materias primas, la productividad, la evolución del cambio, las políticas crediticias, el atesoramiento, las reivindicaciones salariales, las estructuras de la renta, la conducta de los agentes económicos y una serie de otros factores “reales” de la economía.
El célebre economista inglés elaboró su propia fórmula —denominada “ecuación de Keynes”— para explicar de una manera sencilla las complejas relaciones que estableció entre el volumen de moneda en circulación y el nivel de precios. Esa fórmula fue: N = P (K + RK’), en la cual (N) es el volumen de dinero (moneda, billetes de banco y dinero documentario) en circulación; (P) es el nivel de precios de los bienes y servicios, calculado de acuerdo con una muestra representativa; (K) es la demanda de dinero en billetes referida y equivalente a la mencionada muestra representativa de bienes y servicios; (K´) es el cúmulo de compras efectuadas con dinero documentario, especialmente mediante cheques de banco; y (R) es la relación de reservas de los bancos de depósito.
J. M. Keynes no desechó la teoría cuantitativa de Ricardo, Stuart Mill y Fisher —ni dejó de considerar la importancia del papel jugado por la masa monetaria en la determinación de los precios— pero la modificó sustancialmente al incorporar ciertos elementos “reales” que no habían sido tomados en cuenta por ellos.