Contrariamente a lo que puede suponerse, este es un dicho muy antiguo con el que se criticaba a quienes armaban gran alboroto en torno de cosas que no tenían importancia alguna. Práctica que ha acompañado desde tiempos inmemoriales a la vida política. Levantar enormes escándalos, agitar la opinión pública, pronosticar grandes males alrededor de asuntos de poca monta, ha sido una de las tentaciones de los demagogos de todos los tiempos en la vida pública.
Todo indica que la frase viene de la antigua Roma. Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), en su tratado “De las leyes” (Libro III, capítulo XVI), refiriéndose a las ardientes disensiones que en los comicios municipales romanos promovía Mario, el feroz rival de Sila, lo acusaba de “levantar tempestades en aquel vaso de agua”.
Desde entonces la frase ha servido para criticar a quienes, por afanes de notoriedad o por inclinaciones puramente demagógicas, organizan grandes voceríos sobre cuestiones de poca significación.