Fue el ingeniero y físico norteamericano Jack Nilles, asesor en materia de ciencia y tecnología de los presidentes John F. Kennedy (1917-1963) y Lyndon B. Johnson (1908-1973), quien concibió la idea del teletrabajo a comienzos de los años 70 del siglo anterior y acuñó la expresión teleworking. Lo hizo en respuesta a la crisis energética que en ese momento sufrían los países industriales a causa de las restricciones a las exportaciones de petróleo impuestas por los productores del Oriente Medio, que les obligaba a buscar métodos de ahorro de combustible. En los años 90, con los profundos cambios que las tecnologías digitales impusieron a la <sociedad del conocimiento, se retomó la idea en Estados Unidos y en Europa occidental y desde entonces el teletrabajo forma parte de los proyectos de reorganización de la producción en los países avanzados.
Se trata de un trabajo a distancia que el funcionario o empleado en relación de dependencia o el trabajador por cuenta propia puede desarrollar desde su hogar. Es una posibilidad que brinda la informática en la sociedad digital. Las redes de ordenadores permiten la descentralización de los centros de trabajo, de modo que ya no es necesario que el trabajador se mueva de su casa. Estará presente en la oficina a través del ordenador. Y el ordenador hará de su casa una oficina virtual. Lo cual, por supuesto, no excluye contactos regulares —semanales o quincenales— entre el trabajador on-line y su jefe o gerente.
El teletrabajo es una nueva forma de prestación de servicios mediante el empleo de las tecnologías digitales de la comunicación e información. Esta modalidad laboral implica un concepto nuevo del tiempo y del espacio laborales ya que modifica los conceptos tradicionales de la jornada y del lugar de trabajo. Implica también reformas en la legislación fiscal para regular las nuevas relaciones tributarias de la empresa y de los teletrabajadores. Tiene ventajas y desventajas. Puede otorgar al trabajador mayor flexibilidad, autonomía y movilidad en sus tareas, aumentar su productividad, enriquecer su vida familiar, disminuir el estrés, ahorrarle desplazamientos, favorecer el acceso a la capacitación informática, dejarle más tiempo libre, sustituir el concepto de “obligación” por el de “responsabilidad”. A la empresa puede significarle mayor productividad por la implantación del trabajo por objetivos, menor costo por puesto, menor infraestructura, disminución del absentismo laboral, reducción de costes —se calcula que la creación de un puesto de teletrabajo resulta un 50% más barato que un puesto presencial—, ahorro de tiempo y dinero en transporte, descongestión de los centros urbanos y menor contaminación. Sus posibles inconveniencias, desde la perspectiva del trabajador, son su aislamiento, una protección social más complicada y el alargamiento de la rutina de su casa; y las desventajas para la empresa pueden ser la indisciplina laboral por falta de supervisión, la disipación del trabajador en asuntos ajenos a su labor y un punto de rendimiento decreciente. Pero en todo esto hay mucho de inclinación personal: las ventajas para unos pueden ser inconveniencias para otros. A algunos les resulta más fácil concentrarse en sus tareas sin las distracciones del ambiente ruidoso de oficina, mientras que otros necesitan de la asistencia de sus compañeros para sentirse cómodos y para estimularse en el trabajo. Unos aprecian el tiempo y las molestias que se ahorran al no viajar a sus oficinas mientras que a otros les agrada salir de casa y el viaje lo toman como una distracción.
En todo caso, el teletrabajo exige una severa autodisciplina. Las personas que la tienen pueden rendir mejor bajo este sistema, pero las otras responderán menos eficientemente que en la forma tradicional, ya que están acostumbradas a la supervisión de sus jefes y a los horarios fijos.
De otro lado, como es lógico, el teletrabajo no puede aplicarse a todas las profesiones ni oficios. Algunos de ellos no tienen posibilidad alguna de acogerse a esta modalidad de trabajo.
Pero, como todos los avances de la ciencia, la informática tiene también su lado oscuro, especialmente de cara al mercado laboral. La computación en las tareas de la producción, al sustituir por ordenadores el trabajo humano, elimina cada vez más las opciones de empleo. Y las pocas que finalmente quedan requieren una fuerza laboral altamente preparada y elitista, capaz de desenvolverse en el mundo digital, en el cual el trabajo y todas las actividades vitales se realizan con bits antes que con átomos, es decir, con los intangibles elementos de la informática más que con los instrumentos mecánicos tradicionales. El bit es el componente básico de la transmisión digital de la información mientras que el átomo es la partícula más pequeña de los cuerpos simples. Esto cambia la naturaleza misma del trabajo y del mercado laboral y demanda, como nunca antes, una específica preparación y una gran disciplina en los trabajadores.