Es, en su sentido amplio, el arte de ordenar las cosas. Es también el plan y el procedimiento para conseguir un objetivo. En sentido militar, significa el arte de ejecutar las operaciones bélicas, de orden ofensivo o defensivo, frente al enemigo. En este sentido, el concepto de táctica se contrapone al de estrategia, en cuanto significa la determinación y alcance de los objetivos de pequeña escala y corto plazo dentro de una campaña militar, de modo que la consecución de ellos posibilita la ulterior conquista de los “objetivos estratégicos”, que son mucho más amplios y globales. De donde se sigue que la táctica, en el planteamiento total de la guerra, no es más que una parte de la estrategia. El general prusiano Karl von Clausewitz (1780-1831), que es uno de los grandes teóricos de la guerra, define con mucha claridad esta cuestión, que ha dado lugar a interminables discusiones. Dice que la táctica es el arte de emplear las tropas en el combate y la estrategia, la de utilizar los combates para alcanzar el fin de la guerra.
El Reglamento Táctico de Infantería del ejército español define la táctica como el “arte de disponer, mover y emplear las tropas sobre el campo de batalla con orden, rapidez y recíproca protección, teniendo en cuenta: misión, terreno, enemigo y medios propios”.
Bajo este concepto, la táctica se preocupa de los efectivos y armas que deben emplearse en el combate, el estudio del campo de batalla, las líneas que deben seguirse hasta el encuentro con el enemigo y las maniobras a ejecutarse en el terreno para atacarlo o defenderse de él.
Las armas suelen dividirse también en tácticas y estratégicas, según sirvan para alcanzar los objetivos intermedios o los objetivos finales del planteamiento bélico global. Las armas nucleares son, por su naturaleza, de carácter estratégico y no meramente táctico porque la sola iniciativa de usarlas basta para decidir el conflicto entre las potencias beligerantes. Lo demostraron en Hiroshima y Nagasaki, durante las 48 horas infernales que determinaron la rendición del imperio japonés al final de la Segunda Guerra Mundial, y después en la larga confrontación de la <guerra fría, en que lograron la mutua disuasión de las dos superpotencias poseedoras de los más grandes arsenales atómicos, cuyas armas podían ser disparadas desde la superficie terrestre, los fondos marinos o el espacio aéreo.
La transferencia de estos conceptos a la vida de los Estados permite hablar de las acciones “tácticas” o “estratégicas” de los líderes y de los partidos en la lucha política. Son acciones tácticas todas aquellas que, de forma concomitante o sucesiva, alcanzan objetivos parciales y contribuyen con ellos a la conquista de los objetivos finales. Al igual que en el arte militar, la táctica enseña en la política cómo deben organizarse los militantes, en qué posiciones deben colocarse, cuál es el campo de la contienda, qué armas han de utilizarse, qué potencialidades tiene el adversario y cuáles son las maniobras que deben desarrollarse para vencerlo. En última instancia la política es lucha. Es la lucha por el poder. Requiere por tanto una táctica, que se encarga de organizar las cosas para alcanzar los objetivos parciales, y una estrategia que, con base en las maniobras tácticas, proyecta y busca la conquista de las metas globales. Los movimientos tácticos son, por tanto, partes de una acción estratégica más amplia y la consecución de los objetivos tácticos contribuye al alcanzamiento de las metas globales fijadas por la <estrategia.