Esta es una expresión, por cierto muy controversial, que han utilizado algunos investigadores para referirse a la degradación intelectual, emocional y física producida por la incidencia de diversos factores económico-sociales que colocan a los sectores afectados de la población en inferioridad de condiciones para la lucha por la vida.
Fundados en que las relaciones entre el desarrollo económico-social y la salud de la población son muy estrechas, concluyen que el atraso y la pobreza no producen hombres de buena calidad sino seres disminuidos física, emocional e intelectualmente. Afirman que la mala nutrición, las enfermedades, las parasitosis, el hacinamiento y otros factores negativos afectan irreversiblemente el desarrollo y la inteligencia del hombre durante la gestación y en los primeros cuatro años y medio de su vida. El crecimiento del celebro, que es el más “importante” de los órganos del ser humano —y cuya formación costó a la humanidad millones de años de evolución— se inicia en su fase intrauterina. Por tanto, la mala nutrición de la madre y las deficientes condiciones de su hábitat marcan desde antes de nacer retardos en el desarrollo cerebral.
Estos investigadores, el médico ecuatoriano José Varea entre ellos, ven en el retraso del crecimiento y maduración biológicos y mentales de los seres humanos la consecuencia de las negativas condiciones de vida impuestas por el infradesarrollo social y económico. Esto ocurre en los segmentos de población más pobres. La talla, el peso y la maduración biológica y psíquica no corresponden a los parámetros antropométricos normales. Este retraso comienza con la madre, cuya desnutrición conspira contra la adecuada alimentación del feto a través de la placenta, y continúa después del nacimiento. Los niños sometidos a este proceso presentan desfases en el crecimiento, disminución del desarrollo intelectual e hipopitituarismo. Sufren carencias en la reserva de ACTH, que es la hormona producida en la hipófisis y cuya función es estimular la corteza de las glándulas suprarrenales. En consecuencia, su capacidad de defensa organizada para resistir el <estrés de la vida está muy disminuida porque la corteza suprarrenal, que es la que inicia el contrashock, o sea la reacción de resistencia ante factores adversos, no está en aptitud de responder eficazmente. Los niños que han nacido y vivido en estas condiciones son lentos, inactivos, depresivos y padecen de alteraciones psico-motrices. Algunos llegan hasta el autismo. En suma: la edad biológica de ellos no corresponde a su edad cronológica.
Este tipo de subdesarrollo responde, en concepto de tales investigadores, a una suerte de determinismo biológico que marca negativamente el destino de las comunidades sociales y que crea en ellas un infernal círculo vicioso: el retardo biológico es el resultado de la pobreza pero a su vez ésta se acrecienta y perpetúa por la endeblez del recurso humano.
En estas condiciones, las sociedades difícilmente pueden salir del subdesarrollo, la ineficiencia y la pobreza.