Salomón, hijo de David y Betsabé, fue rey de los judíos alrededor del año 974 a.C. Se lo conoció entre los pueblos orientales por su sabiduría. Se conservan dos colecciones de sus sentencias en el libro de los proverbios y el libro de la sabiduría. De este rey se dice que un día acudieron a él dos mujeres que se disputaban la maternidad de un niño. Salomón sentenció que, para satisfacer las demandas, se partiese en dos a la criatura y se diese la una mitad a la una mujer y la otra mitad a la otra. Una de ellas aceptó la decisión pero la otra pidió que no se dividiera al infante sino que se lo entregara completo a la otra mujer. Entonces Salomón, con su proverbial sabiduría, sentenció que la madre era aquella que no quería que se partiese al niño y ordenó que se lo entregase.
Esto se relata en el Viejo Testamento, libro III de los Reyes, números 16 al 28, y se concluye que “divulgose por todo Israel la sentencia dada por el rey, y se llenaron todos de un respetuoso temor hacia él, viendo que le asistía la sabiduría de Dios para administrar justicia”.
Desde entonces, por referencia a la decisión del rey de los judíos, llámase “solución salomónica” a toda aquella que, con sabiduría y prudencia, pone fin a un litigio o a una situación conflictiva.