Vieja expresión que sirve para señalar todos los males que pueden sobrevenir a un país. Se la tomó de la leyenda bíblica, aunque en ella no fueron siete sino once las plagas que Moisés y Aarón, por orden de su dios, echaron sobre Egipto porque el faraón se negaba a dejar salir de su suelo a la comunidad israelita. En los capítulos VII al X del Libro del Exodo del Antiguo Testamento de la Biblia se relatan las once plagas que cayeron sobre Egipto después de que el faraón rehusara la petición de Moisés y de que Aarón convirtiera su vara en serpiente en presencia del monarca egipcio.
Quien lea la Biblia con detenimiento verá que las plagas no fueron siete ni diez, como se dice, sino once en realidad: la conversión del agua del Nilo en sangre, la invasión de ranas, el polvo del desierto convertido en mosquitos, enjambres de moscas que infestaron Egipto, la peste que mató al ganado, la lluvia de ceniza que causó úlceras y tumores apostemados en hombres y animales, la mortal pestilencia que inficionó el país, la lluvia de piedras que destruyó todo, la inundación de langostas, las tinieblas que cubrieron la tierra de Egipto por tres días y la muerte de todos los primogénitos de los hombres y animales.
Una a una estas plagas cayeron sobre Egipto, por orden de Moisés, para conmover el “endurecido corazón” del faraón, hasta que al final éste dejó salir a la comunidad israelí hacia el desierto, en donde debía ofrecer sus sacrificios en honor de Jehová.
Este es el origen de la expresión “las siete plagas de Egipto” con la que se suelen señalar las grandes calamidades que amenazan o afectan a un país.
En los momentos de quebranto o de tragedia la gente dice: “nos han caído las siete plagas de Egipto”, como la expresión más elocuente del infortunio.