Es lo relativo al señorío, que era en la Edad Media y hasta bien avanzado el siglo XVIII en Europa la “dignidad de señor”, el “mando o autoridad sobre alguna cosa” o la “tierra de propiedad del señor”. Llámase señorial hoy a cierta concepción de la vida, contrapuesta a la burguesa, que pretende reproducir costumbres o usanzas de aquellas épocas de boato y tradición en que los señores de la tierra eran dueños de vidas y haciendas.
El burguesismo, sobre todo el de origen puritano, nada tiene de señorial. Al contrario, es sumamente austero y hace del ahorro una virtud, porque acrecienta las potencialidades de la inversión. Tampoco el de la vertiente católica, que es mucho menos sobrio, tiene un estilo de vida señorial aunque busque la comodidad y el “confort”. La actitud señorial es muy dada al lujo, la dilapidación, el boato y la tradición nobiliaria. Hay también una concepción “señorial” de la tierra, muy parecida a la que imperó durante el feudalismo, que considera a ella un elemento de rango social antes que un instrumento de producción. El <feudalismo fue el sistema económico-social implantado en Europa durante la Edad Media. Alcanzó su apogeo entre los siglos XII y XIV. La base de su modo de producción fue la explotación de los campesinos por los señores feudales, que constituyeron las dos clases principales de la organización social de su tiempo. Los señores feudales fueron los dueños de la tierra y tuvieron el derecho de cobrar una renta por ella a los siervos, que era pagada en trabajo, en dinero o en especie.
Pero el señorío fue más allá del medievo. Acompañó también al régimen de la monarquía absoluta y llegó hasta la Revolución Francesa, que sustituyó “lo señorial” por “lo burgués”.