Esta expresión, probablemente tomada de las palabras del pensador marxista peruano José Carlos Mariátegui (1895-1930), quien afirmó que “el marxismo-leninismo abrirá el sendero luminoso de la revolución”, sirvió para dar nombre al movimiento maoísta peruano que empezó a operar a inicios de los años 80 del siglo pasado, bajo el liderato de un joven profesor de filosofía en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga denominado Abimael Guzmán, a quien sus seguidores llamaban presidente Gonzalo.
Mezcla de antiguas mitologías andinas y de postulados del <maoísmo, su objetivo central parece haber sido la reivindicación de Perú para su pueblo aborigen. En este propósito había recogido el pensamiento del célebre cronista indígena Felipe Huamán Poma —escrito en Ayacucho alrededor del año 1610— de que solamente se restablecerá el orden cuando los españoles y sus descendientes retornen a su tierra peninsular y cuando todos los matrimonios mixtos sean rechazados. En concordancia con él, Sendero Luminoso postulaba que los dueños de Perú eran sus habitantes autóctonos. Todos los demás —blancos y mestizos— eran forasteros y elementos adventicios que habían impuesto la opresión política y la explotación económica. A ellos había que eliminar a través de un proceso revolucionario. La revolución, por tanto, se imponía con la fuerza del ancestral mito de pachacuti, que en la tradición indígena andina fue el cambio de era —una suerte de fin del mundo y comiezo del siguiente— que debe producirse cada mil años. Por eso, en la concepción mágica y esotérica del senderismo se hablaba del advenimiento del pachacuti cuando “el día amanezca en el crepúsculo”.
Ese día será el de la revolución que advendrá no sólo por el cumplimiento de leyes históricas sino también como realización de mitos y profecías milenarios.
Las culturas andinas —sus costumbres, religión, lenguaje, idiosincrasia— tienen mucho en común con la vieja cultura china. Un antropólogo inglés afirmó que el nombre del imperio incaico, tahuantinsuyo, que significó las cuatro partes del mundo, es muy parecido al del primer imperio de China del año 206 a. C. al 221 d. C., llamado hanhuangtinsuguo, que en mandarín significó los dominios del gran emperador Han.
Las extravagantes y enigmáticas invocaciones de los líderes de Sendero Luminoso tenían, sin duda, un gran parecido con las del maoísmo. La tendencia a hablar de la “luz”, del “faro”, de la “estela luminosa”, del “Sol que ilumina”, del “resplandor”, de la “aurora”, del “fuego rojo”, todos estos conceptos en contraste con la “oscuridad” y la “negrura”, era una característica común del senderismo y de la versión maoísta del <marxismo. A Mao tse-tung se le llamaba en China “el Sol rojo del comunismo” y uno de los nombres de Abimael Guzmán entre las comunidades quechuas fue puca inti, que significa también “Sol rojo”.
No es fácil describir la ideología de Sendero Luminoso, si acaso tuvo alguna. Sus proclamas eran poco claras. Su lenguaje esotérico era muy difícil de entender. Estaba lleno de invocaciones mágicas de tipo oriental. Las reivindicaciones eran difusas e imprecisas. Lo único claro: su tendencia marxista. Guzmán había definido la ideología de Sendero como “la aplicación del marxismo-leninismo-maoísmo a la revolución peruana”. Considerándose el continuador de Marx, Lenin y Mao, él habló con frecuencia de que el marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo era su plataforma ideológica y se autocalificó como la “cuarta espada” del marxismo.
Para lograr sus objetivos, Sendero Luminoso consumó desde comienzos de los años ochenta la más cruenta campaña terrorista que se recuerde en Perú y en América Latina. Inició su escalada en la madrugada del 17 de mayo de 1980, la víspera de las elecciones presidenciales, con la quema de las ánforas electorales en el pequeño poblado de Chuschi. Allí empezó una guerra que en dos décadas ha dejado más de 60.000 muertos y 25.000 millones de dólares en daños materiales, y que aún no termina. Su vesania no ha tenido límites. En sus “acciones” contra el “capitalismo burocrático”, los “terratenientes” y la “dominación imperialista” dio muerte indiscriminadamente a mujeres, ancianos y niños. Asesinó a terratenientes ricos pero también a líderes indios pobres a quienes supuso partidarios de los hacendados o de las autoridades estatales. Hace poco tiempo se descubrieron en la región amazónica central peruana alrededor de cien fosas comunes con los restos de más de mil nativos ashánincas asesinados con armas blancas por Sendero Luminoso, en lo que se considera como el mayor genocidio de la era moderna en Perú.
Los senderistas proclamaban abiertamente su adhesión a los principios del marxismo-leninismo-maoísmo a pesar de la caída de los países del este y desechaban toda posibilidad de entrar en el juego electoral o en arreglos con el gobierno peruano. El suyo fue uno de los pocos movimientos armados latinoamericanos realmente independientes del exterior puesto que no había recibido adiestramiento, financiamiento ni armas de fuera. Sus vinculaciones con el narcotráfico, al que dio protección armada a cambio de dinero, le permitió no sólo financiar sus actividades sino acumular enormes caudales monetarios. Durante mucho tiempo estableció el cobro de “tributos” a la industria de la cocaína en todas sus fases, desde los terrenos sembradíos de la planta a los laboratorios de refinación y a la comercialización de la droga. Seguramente fue el movimiento armado mejor financiado de América Latina. Ciertos “senderólogos” estiman que las recaudaciones de este grupo ascendían en su mejor momento a sumas que iban de veinte a cien millones de dólares por año. Los senderistas no ocultaban este hecho. Y lo explicanban porque en Perú “el cultivo de coca responde a las necesidades económicas de la inmensa mayoría de los campesinos del Alto Huallaga” y porque si con el consumo de cocaína “los imperialistas enloquecen”, ese era problema de ellos, que los productores de la droga no tenían por qué resolver “puesto que son nuestros enemigos”, según dijo años atrás el Comandante Tomás en una entrevista publicada en el cotidiano de Sendero y citada por Jorge Castañeda en su libro “La Utopía Desarmada” (1995).
Abimael Guzmán fue apresado finalmente por el gobierno del presidente Alberto Fujimori el 12 de septiembre de 1992 y condenado a cadena perpetua. Cayeron después importantes cuadros dirigentes. Alrededor de 4.000 miembros de la organización se acogieron a la Ley de Arrepentimiento que expidió el gobierno y se entregaron a las fuerzas de seguridad. Otros muchos se desactivaron. La fracción restante quedó bajo el mando de Óscar Ramírez Durand, alias “Feliciano”.
Pero la propuesta de un acuerdo de paz formulada por Guzmán desde la cárcel en 1993 produjo un profundo cisma en el movimiento: el comandante Feliciano no estuvo de acuerdo con ella y continuó con sus emboscadas y asesinatos de soldados, de efectivos de la policía y de los miembros de las “rondas campesinas”, que son los comités armados de autodefensa que formaron los trabajadores del campo ante la violencia de los senderistas.
La facción disidente acaudillada por Feliciano tomó el nombre de “Sendero Rojo” y reprochó a Guzmán y a sus seguidores su “revisionismo”. Proclamó que era preciso “arrasarlos” y “demolerlos”. Acosó a quienes se acogieron a la ley de arrepentimiento. Los secuaces de Guzmán, por su parte, acusaron a Feliciano de “traidor” y “escisionista”. La división se ha tornado irreversible. Y todo parece indicar que ha comenzado a apagarse la mortífera luz de Sendero Luminoso. Feliciano fue detenido y condenado a cadena perpetua en agosto de 1999 y uno de sus principales lugartenientes, Dalton Zúñiga —conocido como camarada Alipio—, quien encabezó un ataque a un helicóptero militar en que murieron cuatro oficiales del ejército en julio de 1999, fue capturado por las fuerzas militares el 3 de marzo del 2001. El movimiento, estimado en unos 120 hombres según fuentes militares peruanas, quedó entonces bajo el mando del comandante Artemio.
Sin embargo, a comienzos de agosto del 2001 hubo un rebrote de violencia de los senderistas, que demostró que sus cuadros no estaban completamente destruidos. Dinamitaron torres de alta tensión eléctrica, una columna de la organización emboscó cerca de Junín a una patrulla de la Dirección contra el Terrorismo (DIRCOTE) y mató a cuatro policías; pocos días después en la selva centro de Perú se produjo un enfrentamiento armado entre elementos de Sendero Luminoso y efectivos policiales, como resultado del cual murieron 12 insurgentes y 4 policías; y ejecutaron una serie de atentados violentos.
En julio del 2003, bajo el régimen del presidente Alejandro Toledo, las fuerzas de seguridad de Perú capturaron en la ciudad andina de Huancayo a uno de los líderes históricos de Sendero Luminoso, que participó en 192 asesinatos y 92 ataques armados subversivos: Florentino Cerrón, alias “camarada Marcelo”. Y a comienzos de noviembre del 2003 fue aprehendido en una zona selvática de Junín otro importante cabecilla de la organización: Jaime Zúñiga Córdova, conocido como “camarada Dalton”, quien dirigía las acciones armadas en la zona centro de Perú.
El 28 de agosto del 2003 la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, después de dos años de investigaciones y de escuchar 15.220 testimonios de víctimas de la violencia, afirmó en su informe final de nueve tomos entregado al presidente Alejandro Toledo que los veinte “años del horror” de la subversión terrorista (1980-2000) a cargo de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru dejaron 69.280 muertos y que, de cada cuatro de ellos, tres hablaban quechua. Lo cual significa que las principales víctimas de las acciones senderistas fueron los campesinos y las autoridades locales inferiores y no los miembros de las elites políticas o económicas del país.
A finales de diciembre del 2005 el primer ministro peruano, Pedro Pablo Kuczynski, al informar de la muerte de trece policías por emboscadas de Sendero Luminoso, afirmó que hay zonas del territorio peruano en el valle del río Apurímac y en el valle del Monzón, en la zona del Alto Huallaga, dominadas por la guerrilla senderista en asocio con el narcotráfico, que son “impenetrables” para las fuerzas del Estado. Añadió que el negocio de la droga era protegido por los alzados en armas, quienes a cambio de esa protección recibían dinero y armamento.
A mediados de marzo del 2009 el "The New York Times" publicó que Sendero Luminoso había adoptado en Perú el mismo esquema de narcotráfico que las FARC y, como éstas, se había convertido en un cartel de la droga para financiar sus acciones insurgentes. Afirmó el diario norteamericano que Sendero Luminoso, si bien seguía profesando su ideología maoísta, se dedicaba al negocio de proteger a narcotraficantes, extorsionar hacendados y operar sus propios laboratorios de cocaína, con lo cual financiaba sus acciones terroristas en el valle del Apurímac, donde hace dos décadas murieron 70 mil personas a causa del terrorismo.
Esto coincidía con el interés de los traficantes colombianos y mexicanos en convertir al Perú en uno de los eslabones de la producción mundial de heroína, especialmente en los departamentos del Amazonas, Huánuco, Apurímac-Ene, Cajamarca, Huallaga y Lima, donde los cultivos de adormidera y de coca habían crecido notablemente por esos años.
Al cumplirse diecisiete años de su captura —12 de septiembre de 1992—, Guzmán publicó un libro de 408 páginas titulado “De puño y letra”, que reprodujo sus manuscritos autobiográficos y que fue presentado el 11 de septiembre del 2009 en un pequeño acto público en Lima. Con esta publicación el líder senderista de 75 años de edad rompió el silencio que había mantenido a lo largo de sus primeros diecisiete años en la cárcel. En el libro describió pasajes de su vida. Afirmó: “fue la revolución china y Mao los que provocaron el despertar de mi conciencia social”. Esto ocurrió —dijo— en 1949, cuando tenía quince años de edad. Se refirió al juicio que lo condenó a cadena perpetua, se autocalificó de “preso político” y “prisionero de guerra” y, resignado a morir en prisión, lamentó como “comunista, marxista-leninista-maoísta, como soldado del proletariado”, haber dejado trunca la “larga marcha” maoísta sobre la cordillera de los Andes.
Las autoridades peruanas consideraron que el libro contenía una “apología del terrorismo” y no se explicaron cómo pudo ser escrito en el presidio de alta seguridad ubicado en la Base Naval del Callao, bajo la custodia de la marina de guerra. Sin embargo, los manuscritos fueron escritos allí por Guzmán durante los últimos años, salieron de su pentenciaría e ingresaron al penal de mujeres de Chorrillos —considerado también de “máxima seguridad”—, donde su compañera sentimental Elena Iparraguirre cumplía —condenada también a cadena perpetua— los ordenó, corrigió y compiló para su publicación.
Aunque una de las características del libro es la ausencia total de autocrítica con relación a los 70 mil muertos que dejó la insurgencia, Guzmán reiteró sus discrepancias con la línea política impuesta por los nuevos líderes de Sendero Luminoso. Abogó por un nuevo objetivo estratégico: la amnistía general para “ambas partes de la guerra”: senderistas y militares y policías, con el propósito ir hacia la reconciliación nacional. En el acto de presentación del libro fueron los expositores quienes endosaron a Guzmán un supuesto arrepentimiento por errores y excesos cometidos en la guerra, entre ellos la masacre en el poblado de Lucanamarca donde en 1983 murieron 69 campesinos acusados de cooperar con las autoridades nacionales o, en otra ocasión, la detonación de un coche-bomba en un barrio residencial de Lima que mató a más de veinte personas inocentes. Pero los expositores invocaron también —al igual que Guzmán— la amnistía para los perseguidos y demandaron el cese del acoso y de la estigmatización de los senderistas que han cumplido sus condenas y querían reintegrarse a la vida política de Perú.