Es la tendencia a hacer de un partido u otra organización política una <secta, es decir, un grupo cerrado, fanático, celoso, intransigente, fundamentalista y beligerante.
La palabra viene de <secta, que es una doctrina religiosa o ideológica que se ha separado o independizado de otra de la que formaba parte. Es también el conjunto de seguidores de aquélla. Por razones históricas la palabra secta tiene connotaciones de fanatismo e intemperancia porque resulta casi una constante en el tiempo que cuando se produce esta clase de disensiones ideológicas los secuaces de las doctrinas escindidas generan sentimientos muy fuertes de odio y de intolerancia entre sí. Eso ha pasado siempre en la historia. De allí que la palabra secta evoque intolerancia.
Ya vimos en la reforma protestante y en la contrarreforma católica el grado de odio al que se llegó. Los tribunales del santo oficio fueron la demostración patética de la intransigencia en materia de ideas religiosas y políticas que inundó Europa de sangre.
La nueva exacción impuesta por el papa León X —que ejerció su pontificado desde 1513 hasta 1521— a través de la venta de indulgencias plenarias destinadas a remitir las penas eternas por los pecados mortales de los fieles, que fue una vieja costumbre de la Iglesia, llegó con Sixto IV a excesos tan censurables como el de negociar indulgencias no solamente para perdonar las penas de los pecadores sino también para solucionar las dificultades de las “almas del purgatorio” a cambio de dinero.
Entonces vino la reforma que fue el movimiento insurreccional promovido por los teólogos Lutero, Melanchthom, Calvino, Zwinglio, Oecolampadius, Bucero, Farel y otros en contra de la jerarquía católica de Roma a comienzos del siglo XVI.
Este movimiento recogió el descontento de muchos fieles de la Iglesia por la corrupción y falta de templanza de varios sectores del clero, especialmente de los miembros la corte pontificia de Roma.
La respuesta de la Iglesia fue la contrarreforma, que se inició en la segunda década del siglo XVI, durante el pontificado de Clemente VII, y se intensificó bajo Paulo III con el apoyo de los cardenales Gaspar Contarini, Jacobo Sadoleto, Reginaldo Pole, Jerónimo Aleander, Juan Pedro Caraffa, Marcelo Cervini, Juan Morone y otros pensadores de la Iglesia. La fase más activa se dio entre 1523, en que ascendió al papado Clemente VII, y 1563 en que terminó el Concilio de Trento. En este período se crearon nuevas órdenes religiosas —como los jesuitas, los capuchinos, los teatinos, los oratorianos— para que sirvieran de adelantadas de la fe y de la vigilancia de la más rigurosa ortodoxia.
El sectarismo fue tal que Paulo III mandó formar el famoso índice de los libros prohibidos e instituyó la Inquisición en Roma en el año 1542 como instrumentos de la contrarreforma y de la persecución contra los herejes. Antes ya se habían establecido los siniestros tribunales del Santo Oficio en muchas ciudades europeas para perseguir los delitos contra la fe, que eran principalmente la herejía, la superstición y la apostasía.
Ríos de sangre corrieron por esta causa.
En Inglaterra el puritanismo fue otro caso célebre de sectarismo. No sólo fue una tendencia religiosa que pretendió recobrar la pureza del cristianismo, eliminar las jerarquías sacerdotales y proscribir los lujos y los ornamentos en el culto, sino también un movimiento político que, bajo el comando de Oliverio Cromwell (1599-1658), promovió la revolución puritana que se alzó en armas en 1642 para impedir que el rey Carlos I arrebatara sus derechos al parlamento, y con ello dio origen a las guerras civiles entre el parlamento y el rey, que terminaron con la derrota y ejecución del monarca.
El sectarismo de la Iglesia Anglicana, durante las guerras civiles inglesas, causó estragos indecibles en Inglaterra. Los sectarios de la fragmentada Iglesia se consideraron a sí mismos unos “iluminados” y dijeron oir “voces divinas” que orientaban sus actos.
Este fue el sectarismo en la historia.
Por extensión y analogía, se llama sectarismo en la vida política a la actitud intransigente y fanática de quienes se creen poseedores de la “verdad revelada” y sectarios a los secuaces intolerantes de una idea o de un partido.
El sectarismo conduce hacia la intolerancia ideológica y hacia la formación de grupos políticos cerrados, de disciplina vertical y de actitud beligerante contra los grupos rivales. Se dice que un político es sectario cuando defiende con intransigencia sus convicciones, que las considera como las únicas valederas y de vigencia universal, y se niega a discutirlas o a confrontarlas con las que sostienen sus adversarios.
El sectarismo es un subpoducto del <dogmatismo político que tiende a considerar sus verdades como inmodificables y eternas, que las acepta sin sentido crítico, que rehúsa someterlas a discusión y que pretende imponerlas a todo trance.