Este término se usa como sinónimo de rebelión, o sea de movimiento insurgente de poca profundidad que no aspira a modificar los sistemas de organización del Estado sino sólo a sustituir a quienes ejercen el poder. La revuelta, por tanto, no conlleva una mutación de carácter institucional sino meramente personal en el Estado. Quiero decir con esto que la revuelta, a diferencia de la <revolución, no tiene por objetivo la transformación estructural de la forma de organización estatal sino el derrocamiento del gobierno para reemplazar con otros a los actuales gobernantes.
La revuelta, que tiene siempre como antecedente un conflicto entre los gobernantes y la opinión pública, interrumpe parcialmente la vigencia del orden constitucional, al reemplazar arbitraria e ilegalmente a los titulares del poder, y engendra un <gobierno de facto.
La mayor parte de las asonadas políticas que han ocurrido en la historia latinoamericana, a las cuales sus protagonistas han calificado invariablemente de “revoluciones”, no han pasado de ser meras rebeliones o revueltas.