Expresión tomada del libro de Mijail Gorbachov: “Perestroika, nuevo pensamiento para mi país y el mundo”, escrito a mediados de los años 80 del siglo pasado por el líder soviético para explicar la naturaleza y los alcances de su propuesta de reestructuración política y económica de su país, que había sido presentada al comité central del Partido Comunista soviético en enero de 1987.
En ese libro Gorbachov se refiere con frecuencia al “nuevo pensamiento”, expresión con la cual designa el cambio fundamental de enfoque y conducta que considera necesario introducir en la Unión Soviética y en Estados Unidos tanto para alcanzar su progreso interno como para asegurar la paz mundial. ”Queremos un mundo libre de guerras, sin carreras armamentistas, armas nucleares y violencia”, afirma el líder soviético para significar que mientras la humanidad tiene problemas sociales no resueltos y sufre situaciones apremiantes, resulta absurdo que los países malgasten sus recursos en el <armamentismo. Lo cual es absurdo desde este punto de vista e insensato desde la perspectiva internacional pues “hace que el estallido de una guerra mundial, no declarada o accidental, sea cada vez más probable, debido simplemente a una falla técnica o a la falibilidad humana”.
En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1988, Gorbachov ratificó sus puntos de vista sobre la política internacional y además anunció unilateralmente el retiro de las tropas soviéticas acantonadas en los países del Pacto de Varsovia.
Los planteamientos de Gorbachov condujeron a negociaciones sobre la disminución de las armas nucleares y convencionales entre las superpotencias y al abandono de la doctrina Brezhnev esto es, a la eliminación del control soviético sobre los países del este europeo. Como demostración de su buena fe, Gorbachov ordenó el retiro de sus tropas de Afganistán. Esto produjo un cambio de actitud de Washington hacia Moscú, que quedó muy claramente reflejada en el respaldo que el gobierno norteamericano dio al líder soviético cuando la vieja guardia comunista y un grupo de políticos y militares “reaccionarios” intentó derrocarlo en agosto de 1991.
El acercamiento entre Moscú y Washington fue evidente. Había llegado a su fin la <doctrina Brezhnev que autorizaba a la Unión Soviética, en nombre del internacionalismo proletario, intervenir militarmente en los países comunistas que se vieran amenazados por “movimientos contrarrevolucionarios”. El líder soviético, abandonando la teoría de la >soberanía limitada, reconoció el derecho de los Estados de Europa oriental a determinar sus propias políticas. Ni siquiera intentó imponer a ellos su >perestroika ni su <glasnost.
Poco tiempo después cayó el Muro de Berlín y terminó la <guerra fría.
El nuevo pensamiento se inauguró, según declaró el propio Gorbachov, antes de ser designado Secretario General del Partido Comunista soviético. En un viaje suyo a Londres en diciembre de 1984, a la cabeza de una delegación del Soviet Supremo, pronunció un discurso ante los parlamentarios británicos en el que sostuvo la tesis de que en el “siglo nuclear” no podía haber vencedores de una guerra atómica y que, en consecuencia, las relaciones internacionales no debían seguir enmarcadas en los esquemas de la <guerra fría. Expresó que los líderes soviéticos estaban dispuestos a la reducción de armamentos, especialmente de armamentos nucleares, en condiciones de paridad con sus adversarios occidentales —a los que, por cierto, llamó “socios” y no adversarios—, ya que, “a pesar de todo aquello que nos separa, habitamos un mismo planeta. Europa es nuestra casa común. Es precisamente eso: una casa y no un teatro de operaciones militares”.
Consecuente con su pensamiento, diez y nueve años más tarde Gorbachov afirmó en su libro “Carta a la Tierra” (2003), que “en el contexto del mundo actual, en el que todos los Estados son interdependientes, ni siquiera los problemas más dramáticos pueden solucionarse mediante la guerra, sino, exclusivamente, por medios pacíficos. Puse en práctica esos principios del nuevo pensamiento cuando ocupaba las funciones de Jefe de Estado, y continúo guardándoles fidelidad hasta hoy”.
La elección de Gorbachov en 1988 como jefe del Estado soviético y su decisión de acordar tratados de desarme —tanto de armas convencionales como de armas de destrucción masiva—, de desmantelar las plataformas de lanzamiento de misiles de alcance medio y corto provistos de ojivas nucleares, de destruir los arsenales de armas químicas, de retirar las tropas soviéticas de Afganistán, de disolver el Pacto de Varsovia y, en consecuencia, replegar los soldados soviéticos de los Estados de Europa oriental y de favorecer en éstos formas democráticas de gobierno —decisiones que le valieron en 1990 el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz—, modificaron fundamentalmente el clima político mundial y condujeron a la terminación de la guerra fría, que por cuarenta y cuatro años había atormentado a la humanidad.
Hacia el interior de la Unión Soviética, el nuevo pensamiento se expresó, durante su corto gobierno (1988-1991), en el abandono del monopolio político del Partido Comunista, que había imperado desde el triunfo de la Revolución de Octubre en 1917, y el inicio de un sistema pluripartidista; en el proyecto de celebrar elecciones libres para elegir gobernantes; en la renuncia al <centralismo en las relaciones políticas y económicas entre las repúblicas que formaban la Unión Soviética; en la libertad de prensa y de culto religioso; en el impulso a reformas económicas que condujeran hacia la economía de mercado —economía social de mercado—; y en la reducción de las fuerzas armadas y la consecuente canalización de los recursos económicos liberados hacia el desarrollo económico y social del pueblo soviético.
Como él explica en el libro, su gobierno rompió el enclaustramiento de la sociedad soviética y suprimió el >totalitarismo que había imperado en ella durante siete décadas, “en que la disidencia era castigada por la ley, en que los creyentes no podían desarrollar con éxito sus carreras profesionales, en que cada palabra impresa estaba sometida a la censura del Partido y en que había miles de libros de escritores y filósofos de todo el mundo encerrados en el spetsjran”, que era un fondo bibliográfico ultrasecreto, ubicado en bibliotecas especiales, a las que sólo podían acceder unas pocas personas autorizadas previamente por la KGB.
Después de haber abandonado el poder en 1991, el exgobernante soviético, acompañado de algunos de sus más cercanos colaboradores, creó el Fondo Gorbachov para desarrollar, en las esferas políticas y académicas del mundo, el nuevo pensamiento y “elaborar los conceptos para una nueva civilización humanista del siglo XXI, implicando en el proyecto a importantes figuras de la política y la cultura de diversos países”.