Coincidiendo con el colapso de la nueva izquierda norteamericana, a mediados de los años 70 surgió la denominada nueva derecha —new right— en algunas de las democracias industrializadas del norte —particularmente en Estados Unidos e Inglaterra— que llevó al poder entre otros a Ronald Reagan en 1980 en Estados Unidos y a Margaret Thatcher en 1979 en el Reino Unido.
La nueva derecha —cuyas raíces no son precisamente recientes— fue una amalgama de añejos principios e ideas conservadores —respeto a la tradición, inmovilidad social, fanatismo religioso, intangibilidad de la propiedad privada, dogmatismo, moralidad conservadora— con tesis y planteamientos liberales de los siglos XVIII y XIX —laissez faire, individualismo, fuerzas del mercado, libre empresa, apetito de lucro, economía de mercado, monetarismo, miniarquismo— que dio por resultado un fundamentalismo económico que, dentro del esquema de un Estado desertor y bajo la monarquía del capital, produjo un terrible darwinismo social, la concentración del ingreso, la profundización de las disparidades sociales, la apertura arancelaria, la <desregulación de las actividades económicas y la “macdonalización” de las sociedades.
La new right es, en estricto sentido, una derecha neoliberal o un neoconservadorismo —conservadorismo modernizado— que ha reflotado viejas categorías económicas y sociales para adaptarlas al mundo contemporáneo. Postula la más absoluta libertad económica y reivindica para el individuo una muy amplia esfera de derechos en la que no puede intervenir el Estado. Defiende un estricto sistema de inhibiciones estatales en el proceso económico. El buen gobierno es, para ella, el menor gobierno. Confiere al mercado la responsabilidad de planificar y guiar la economía sin la interferencia estatal. Impugna el Estado de bienestar y todo su aparato de protección a los sectores más pobres de la población, propugna la desregulación de las actividades económicas y defiende la libre contratación laboral.
Nada ha influido más en las ideas de este neoconservadorismo que los libros clásicos del filósofo, jurista y economista austriaco Friedrich A. Hayek "Camino de Servidumbre" (1944) y "Capitalism and Freedom" (1962) del intelectual estadounidense Milton Friedman.
En Inglaterra se fundó en 1957 el Institute of Economic Affairs que, con sus investigaciones, dio sustentación a las ideas de la new right británica y que además contribuyó a difundirlas por medio de sus publicaciones.
Algo parecido ocurrió en Estados Unidos con la "National Review" establecida en 1955 y editada por William F. Buckley Jr., que se convirtió en portavoz de este pensamiento, y con una serie de corporaciones privadas —como el Conservative Caucus de Howard Phillips, el Committee for the Suvirval of a Free Congress de Paul Weyrich o la Heritage Foundation— que sustentaron las ideas y los intereses conservadores y que inspiraron a los think tanks y a los policymakers conservadores de Estados Unidos. A estos esfuerzos se unieron también los predicadores religiosos populistas y los activistas de diversos credos, que respaldaron las candidaturas conservadoras del derrotado Barry Goldwater en 1964 y de Ronald Reagan en 1980.
La nueva derecha acogió la teoría del public choice, formulada a fines de los años 40 por los premios Nobel de Economía norteamericanos Kenneth J. Arrow (1972) y James M. Buchanan (1986), que sostenía que muchas de las decisiones políticas eran ineficientes porque los políticos, los electores y los burócratas respondían a incentivos alejados del proceso del mercado. Mientras el mercado es capaz de integrar los diversos intereses y de mejorar cada uno de ellos, no existe en la política la “mano invisible” para guiar acertadamente las cosas. Al contrario, en ella opera el “puño oculto” que ejerce coerción sobre los individuos y les obliga a hacer lo que no quieren.
La nueva derecha europea y la norteamericana se vieron alentadas por el colapso de la Unión Soviética y de su bloque de Estados a finales de la década de los 80. Ellas interpretaron ese colapso no sólo como un triunfo ideológico suyo sino además como el hundimiento de todas las ideologías socialistas, sin reparar en que el colapso de la izquierda marxista era también un triunfo de los socialismos democráticos, o sea de los socialismos compatibles con la libertad. Por eso resurgieron el Partido Laborista inglés y los partidos socialdemócratas y socialistas democráticos continentales europeos para erigir frentes de lucha capaces de detener a la nueva derecha y de implantar el <Estado de bienestar.