Se denomina así en América Latina al renacimiento de las tesis estructuralistas que sostienen que el subdesarrollo y los problemas económicos principales que padecen los países de la región —excesiva deuda externa, desequilibrios fiscales, pérdida de dinamismo económico, creciente desempleo, inflación— se deben viejas taras estructurales de orden nacional e internacional.
Son estructuras productivas estrechas y deficientes, incapaces de absorber la fuerza de trabajo de la sociedad y altamente concentradoras del ingreso, que impiden el desarrollo. A esto se suma una <división internacional del trabajo que conduce a una especialización empobrecedora de los países latinoamericanos, o sea una inserción inadecuada, por decir lo menos, de las economías latinoamericanas en el proceso económico mundial.
Si no cambian estas estructuras internas y externas América Latina no podrá avanzar o su avance será muy lento. Esta es la tesis del neoestructuralismo. Y sostiene que las medidas coyunturales no sirven para este propósito. Son necesarios cambios estructurales. Lo coyuntural se contrapone a lo estructural. Lo coyuntural es lo aleatorio, lo accidental, lo transitorio en la vida social colectiva, mientras que lo estructural es lo esencial y permanente. Y para remover los obstáculos que se oponen al progreso social se requieren cambios estructurales y no meramente coyunturales en la organización estatal. Esta fue la tesis del <estructuralismo y lo es también hoy del neoestructuralismo.