En los Estados contemporáneos se observa la proliferación de grupos y asociaciones de variado tipo que responden, sin duda, al anhelo de romper la marginación política de los ciudadanos. Esos grupos se presentan como instrumentos de su participación en los asuntos públicos. Así se han formado y consolidado numerosas asociaciones que representan intereses específicos en el seno de la sociedad y que han dado lugar a un orden neocorporativista formado por una multitud de corporaciones de diversa índole que representan intereses grupales.
Al conjunto de tales corporaciones se ha dado en llamar >sociedad civil.
Cada una de ellas trata de ordenar la conducta de sus miembros, implanta principios de organización interna y de jerarquía, fija metas comunes, establece normas de acceso y exclusión, es decir: asume todas las características propias de una corporación.
Es un nuevo <corporativismo —no en el sentido fascista de la palabra sino en el de la formación de grupos, asociaciones, movimientos sociales, agrupaciones de ciudadanos, gremios, entidades ocupacionales y toda suerte de organizaciones— que, encarnando los intereses más diversos, pretende asumir la representación política de sectores sociales y tomar parte en la vida pública del Estado.
Estas entidades se han sumado a las que antes existían —algunas de ellas clásicas, como los partidos políticos, los sindicatos, los gremios, los colegios profesionales, los grupos de presión, las iglesias, las empresas industriales y mercantiles— y han formado un tejido social de naturaleza corporativa. Es verdad que el Estado siempre se ha compuesto no sólo de individuos humanos sino también de corporaciones privadas, pero lo nuevo es que esas corporaciones han entrado abiertamente en las disputas de orden público.
Tales corporaciones —que con frecuencia se presentan como “grupos alternativos”, que han activado concertaciones y pactos entre sí y que han impulsado políticas económicas, culturales y de otra índole— son las que forman la llamada “sociedad civil”. Sus intereses, sin embargo, resultan muy disímiles. Hay corporaciones que han nacido para defender el <establishment y otras que buscan modificarlo. Allí no hay la menor coherencia. En efecto, existen grupos de la “sociedad civil” que combaten contra el sistema político y socioeconómico prevaleciente y que proponen modificarlo, mientras que otros se han formado para consolidarlo. No obstante —y esto es lo curioso— todos ellos hablan en nombre de las prerrogativas de la denominada “sociedad civil”.