Persona de trato duro y hasta cruel. La palabra se origina en la trata de negros. Negrero era el que traficaba con ellos. Los compraba en las costas occidentales de África y los embarcaba para venderlos como esclavos en los mercados de América. Sin embargo, parece que la palabra empezó a usarse recién en el siglo XVIII, no obstante que el comercio de esclavos negros fue muy anterior. El escritor chileno Miguel Rojas Mix sostiene que durante la primera mitad del siglo XV la trata proporcionaba a Europa cerca de 800 esclavos por año.
Pero la trata masiva de negros (trata viene del francés traire y éste del latín trahere, que significa “transportar”) fue practicada por las potencias coloniales europeas a raíz del descubrimiento de América. En Francia, Holanda, Inglaterra, Portugal y España se formaron grandes empresas dedicadas a este negocio, que fue tan rentable que para evitar la competencia se dividieron el territorio de África. Francia se reservó Mauritania y Sierra Leona, los holandeses la Costa de Marfil, Ghana, Togo y Dahomey, los ingleses disputaban su dominio en Nigeria. En esas regiones los negreros reclutaban sus esclavos. Mataban a los niños, abandonaban a los viejos y enfermos y a los jóvenes los hacinaban en las calas de los barcos. Los primeros esclavos negros llegaron a América en 1511 y en pocos años más las plantaciones americanas recibieron millones de ellos como mano de obra gratuita.
La trata fue brutal. Los negros simplemente no eran considerados seres humanos. No tenían “alma”. Por eso el teólogo sevillano fray Bartolomé de las Casas (1484-1566) defendió a los indios pero no a los negros. A la costa de los esclavos de África llegaban los negreros con sus barcos cargados de bebidas alcohólicas, mantos, espejos, tricornios emplumados, perlas brillantes y otras baratijas para canjearlos a los jefes tribales con seres humanos. Miles de negros, en largas filas, amarrados por el cuello, iban al barracón para ser examinados. Se les miraba sus dientes, sus brazos, sus ojos. Se les sometía a pruebas físicas para garantizar su calidad, como se hace con los animales. Porque naturalmente los mejor dotados tenían mayor precio en los mercados de las Antillas, el Brasil o las trece colonias inglesas de Norteamérica. Después eran echados a la cala de los barcos. El cargamento sudoroso y hediondo iba a parar a las tierras recién descubiertas. Y sus lágrimas y sudores regresaban a Europa en forma de café, cacao, algodón, azúcar o tabaco.
El negocio de los negreros era próspero. En las potencias coloniales de aquel tiempo se formaron innumerables empresas dedicadas a la trata de negros. Sólo en Liverpool había alrededor de cincuenta casas comprometidas con el negocio y la mitad de los embarques que salían del puerto tenían ese destino. Fueron célebres la Company of Royal Adventures Trade of África, fundada en 1662, y la Royal África Company establecida en 1672, que llevaban esclavos negros en sus barcos a América para regresar a Inglaterra cargados de productos coloniales.