Esta palabra, que no está en el Diccionario de la Real Academia Española, designa el ingreso del dinero procedente de la comercialización de drogas al sistema bancario y financiero de un país, ocultando su origen. Los narcotraficantes suelen depositar en el sistema bancario local e internacional parte de las utilidades que les proporciona el >narcotráfico, pero lo hacen de manera que no salga a luz el origen de ese dinero.
Por eso la operación lleva ese nombre: narcolavado, que es el proceso de “legitimación” del dinero procedente de la droga por medio de su ingreso al sistema financiero de un país para ocultar su origen. A través de este proceso los portadores de dinero “sucio” lo “lavan” para que quede “limpio”. Por supuesto que es una tarea compleja. Un millón de dólares en billetes de veinte, que es una suma irrisoria en el mercado de la droga, pesa cerca de 100 libras y tiene un gran volumen. Más del noventa por ciento de las transacciones en la calle se hacen con billetes de 10 y de 20 dólares. Reciclar este gigantesco volumen de dinero requiere técnicas especiales. El blanqueo se ha vuelto una actividad especializada, por cuya ejecución el blanqueador cobra una comisión que va del 5% por el contrabando del dinero hasta el 8% por la transferencia electrónica, dependiendo del rigor de los controles en cada país.
Esta actividad no conoce fronteras. Existen múltiples métodos para hacerla. Uno de ellos, a pequeña escala, es a través de casinos, joyerías, comercio de objetos de arte, compra-venta de inmuebles y otros destinos del dinero. El lavado a gran escala se hace en los grandes centros financieros internacionales —Hong Kong, Nueva York, Londres, Tokio, Miami— o en los llamados paraísos fiscales, como Liechtenstein, Panamá, las Bahamas, las Bermudas, las islas Caimán, Nicosia, las Islas Vírgenes o algunas ínsulas del Caribe, a través de ingeniosas operaciones triangulares o cuadrangulares, intrincadas movilizaciones de fondos, transferencias entre viejas y nuevas sociedades anónimas, todo ello al amparo del secreto bancario y por medios electrónicos totalmente computarizados cuyo rastreo se vuelve muy difícil.
El narcolavado —llamado también blanqueo de capitales— es una actividad conexa con el >narcotráfico: es la etapa posterior, en la cual las supermillonarias utilidades que deja esta actividad ilícita deben diluirse y camuflarse detrás de una gran variedad de operaciones económicas, financieras y comerciales aparentemente legítimas, de modo que se pierde el rastro del dinero negro de las drogas y se asegura la impunidad de sus gestores. En el curso de este complejo proceso el dinero “sucio” se transforma en “limpio” y llega un momento en que resulta imposible diferenciarlo del dinero legítimo.
Las técnicas del lavado de dinero son múltiples. Sus portadores suelen dividir grandes sumas en montos menores a 10.000 dólares y con ellos hacen una serie de transacciones comerciales o los incorporan a sus cuentas bancarias. Compran automóviles, lanchas, aviones, metales preciosos, joyas o inmuebles, bien para utilizarlos en sus lujosas formas de vida, bien para revenderlos y mediatizar el origen del dinero.
El Federal Bureau of Investigation (FBI) descubrió en Nueva York en 1993 un blanqueo hecho por centenares de “hormigas” que enviaban desde ciudades norteamericanas hacia la sucursal de un banco de Hong Kong en Panamá cien mil dólares diarios en giros postales de menos de mil dólares cada uno, a nombre de sociedades ficticias colombianas. De esta manera los carteles de Colombia lavaron en un año 500 mil dólares por día.
Otra técnica es la de depositar grandes sumas monetarias en instituciones financieras, en complicidad con sus funcionarios, y evitar los controles que algunos países han impuesto para la movilización del dinero —como el registro en los reportes de transacción en moneda (CTR) establecido por el Departamento del Tesoro en Estados Unidos— o mezclar las ganancias ilícitas con los fondos lícitos de una empresa, de modo que resulte muy difícil diferenciarlos. Acuden también a la compra de instrumentos monetarios, como las órdenes de pago (money orders), giros postales, cheques al portador, cheques de viajero, etc. para transformar el dinero efectivo en documentos. Eventualmente los lavadores de dinero suelen también sacarlo de contrabando fuera del país por vía aérea, marítima o terrestre, bien camuflado en sus equipajes. Ellos han demostrado una gran imaginación para lograr su propósito. Una vez que los fondos quedan depositados en el banco de algún >paraíso fiscal pueden retornarlo “legalmente” a su país de origen mediante transferencias bancarias. Utilizan también el método de formar compañías “fantasmas” o <holdings, con sucursales en otros países, cuyo único fin es el de ocultar el origen de las aportaciones dinerarias y la identidad de sus socios. El “secreto bancario” y la corrupción de los funcionarios de las entidades bursátiles han jugado y juegan un papel muy importante en todos estos movimientos financieros.
El blanqueo de dinero es el complemento necesario del tráfico de drogas. Mueve al año centenares de millones de dólares. Se ha intentado prevenirlo mediante la legislación interna y las convenciones internacionales. Muchos Estados han incorporado en sus leyes penales la figura del narcolavado para reprimirlo. En 1988 las Naciones Unidas celebraron la Convención contra el tráfico ilícito de drogas narcóticas y sustancias psicotrópicas —más conocida como Convención de Viena— que marcó el inicio de un proceso de articulación internacional de esfuerzos para perseguir el narcotráfico y sus delitos conexos más allá de las fronteras nacionales. Allí se tipificó como delito el lavado de dinero proveniente del negocio de las drogas y se facultó a los tribunales para ordenar la presentación de documentos bancarios, financieros y comerciales o la incautación de ellos sin que pueda invocarse el sigilo bancario. Se dispuso que los Estados suscriptores prevean como delito penal el lavado de dinero y se mandó la vigilancia de los sistemas financieros para impedir que sean utilizados como mecanismos de blanqueo de capitales.
La comunidad financiera de Wall Street es uno de los lugares más importantes donde se blanquean en grandes proporciones las ganancias del tráfico de drogas psicoactivas, especialmente a través de las casas de valores. Por eso el gobierno norteamericano creó en 1992 un grupo especial de investigadores federales a fin de establecer el papel que han jugado algunos funcionarios de corporaciones financieras y agentes de bolsa de Nueva York en la recepción de transferencias electrónicas de fondos desde lejanos paraísos fiscales sin hacer preguntas de clase alguna a sus clientes ni reportar tales movimientos de dinero. Esas transferencias —que son el método preferido de Wall Street para mover fondos de un lugar a otro—, aprovechando la imprecisión de la ley en la definición de lo que debe entenderse como dinero en efectivo, han podido burlar la disposición legal que manda que todas las operaciones financieras que excedan de 10 mil dólares deben ser comunicadas al Servicio de Rentas Internas (IRS) del gobierno federal de Estados Unidos.
Entre los diversos delitos que pueden cometerse a través de internet está el lavado de dinero procedente del narcotráfico. Los traficantes de drogas, con su gran capacidad de adaptación a las nuevas tecnologías, se valen de la red para lavar su dinero, aprovechando que ella es un “espacio sin ley”.
Esta es una de las principales actividades delictivas de nuestros días, favorecida por las facilidades tecnológicas que ofrece el mundo de la globalización, en el que los delincuentes pueden transferir con rapidez sus fondos de un país a otro.
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional estimaron en el 2005 que el lavado de dinero movió en ese año 600 billones de dólares, de los cuales 500 billones correspondieron al narcotráfico.
El origen de la expresión ”lavado de dinero” se atribuye a Al Capone, el famoso gangster de Chicago de los años 20 del siglo pasado, quien juntamente con Lucky Luciano, George “Bugs” Moran, Meyer Lansky y otros capos de la mafia instaló, como negocio lícito de pantalla, una red de lavanderías de ropa a través de la cual encubrían sus ingresos ilícitos.
En esta en la operación de “limpieza” entraba dinero “sucio” y salía dinero “limpio”.
Hay, sin embargo, remotos antecedentes de este tipo de operaciones. La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón, creada después de la primera cruzada en el año 1118, había amasado una enorme riqueza y sus miembros —los templarios— ingeniaron con sobra de astucia el procedimiento para administrarla y ocultarla y eludir así la prohibición eclesiástica de los préstamos monetarios con interés. Los historiadores estiman que fueron los templarios quienes iniciaron el “lavado de dinero”. Práctica que prosiguió en la Edad Media para encubrir las utilidades de los préstamos agiotistas, que estaban prohibidos.
El lavado de dinero se denomina también “lavado de activos” o “blanqueo de capitales”, que son métodos para reciclar el dinero sucio e incorporarlo a la masa circulante.
Según un informe emitido en el 2013 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), el 70% de las ganancias de varios negocios ilícitos a escala mundial —droga, tráfico de armas, trata de personas, piratería tecnológica, pornografía y otras actividades ilícitas, cuyas utilidades representaban el 1,5% del producto interno bruto (PIB) global— se lavaba en el sistema financiero mundial y en 73 paraísos fiscales.
ingreso del dinero procedente de la comercialización de la droga al sistema financiero de un país para ocultar su origen.