Se llama así al dinero procedente del tráfico de drogas. En estricto sentido el dólar es la unidad monetaria de Estados Unidos pero, por extensión, se denomina con su nombre a todas las divisas que provienen de las actividades clandestinas de producción y comercialización de drogas que suelen ajustarse en términos de la unidad de cuenta norteamericana.
Los narcodólares, a través de un proceso de “lavado” para limpiarlos de sus impurezas delictivas, ingresan al torrente circulatorio del dinero, ocultan su origen y la identidad de sus tenedores, se confunden con los caudales bienhabidos y finalmente van a depositarse en los principales centros financieros del mundo, como Nueva York, Hong Kong, Londres, Tokio, Miami, Zurich, o en los bancos de los >”paraísos fiscales” de Panamá, Liechtenstein, Austria, Hungría o ciertas islas del Caribe.
El procedimiento, sin embargo, no es fácil. La “desmonetización” del dinero proveniente de la venta de la droga en las calles, generalmente en billetes de baja denominación, ofrece una serie de dificultades “logísticas”. Ese dinero debe recorrer un largo camino desde el bolsillo del consumidor final, pasando por los distribuidores centrales, hasta los productores. Para eso ha de resolverse una serie de problemas operativos, entre los que están la movilización y transporte secretos de los baúles de billetes hacia las cuentas bancarias del interior o del exterior, el depósito en ellas y luego el complicado proceso de >narcolavado y de dispersión del dinero alrededor del planeta para su inversión financiera.
Esto entraña complejas operaciones triangulares, intrincados movimientos de fondos de un lugar a otro, formación y disolución de empresas, transferencias de recursos entre compañías, órdenes computarizadas de giro y una serie de manejos para ocultar el origen del dinero.