Es, en general, un régimen de prestaciones mutuas entre los miembros de una institución formada con fines de ayuda recíproca. La palabra proviene de mutuo (y éste del latín mutuus) que significa lo que se hace recíprocamente entre dos o más personas.
El mutualismo es el régimen de prestaciones mutuas que suelen adoptar algunas organizaciones para ayudar a sus miembros que más necesitan, como lo hacen ciertas asociaciones de ahorro y crédito, el seguro social obligatorio, la >seguridad social, las organizaciones obreras de socorros mutuos y otras entidades de prestaciones recíprocas en beneficio de sus miembros. La característica de ellas es que sus socios aportan cuotas periódicas en proporción a sus ingresos y reciben prestaciones en función de sus necesidades eventuales. Esta es la esencia del mutualismo. Las prestaciones se reciben en razón de las necesidades y los aportes al fondo común se entregan a prorrata de los ingresos individuales. Lo que significa que el dinero que aportan unos beneficia a otros, sin el egoísmo de la proporcionalidad de los sistemas e instituciones puramente capitalistas. Por este medio el hombre rico ayuda al pobre, el sano al enfermo, el joven al viejo, el fuerte al impedido, el trabajador activo al desempleado.
El mutualismo representa una forma de previsión social que entraña una ayuda eficaz en caso de quebrantos y riesgos en la vida comunitaria. Por lo general atiende las necesidades de crédito, vivienda, desocupación, enfermedad, accidentes, vejez y muerte de sus asociados. No hay en él una relación entre el aporte y los beneficios. Puede darse el caso de que una persona que aportó durante muchos años no haya requerido una prestación y en cambio que otra con muy pocas y bajas aportaciones se haya beneficiado con prestaciones o servicios muy onerosos. Esta es la característica fundamental del mutualismo.
La asociación mutualista forma un fondo común con las aportaciones de sus socios para hacer frente a los riesgos y eventualidades dañosas que ellos puedan tener en el futuro. Su capitalización, operación y asistencia se rigen por principios actuariales a fin de que los cálculos matemáticos, estadísticos y financieros que ellos entrañan garanticen la solvencia de la institución en la prestación de los auxilios y pensiones.
Los principios del mutualismo son muy antiguos. Se enunciaron ya en la vieja Grecia, se pusieron de manifiesto en algunos gremios de artesanos romanos, inspiraron los gilden germánicos y fueron practicados por ciertas cofradías medievales. Más tarde el anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon (1809-1895), en sus afanes de encontrar una vía intermedia entre los principios de la propiedad privada y el comunismo, planteó su modelo de sociedad mutualista como opción alternativa a la sociedad egoísta en la que el poder sirve para sustentar los intereses de una minoría. Estos principios fueron consagrados en Francia por la ley del 15 de julio de 1852 que dictó las condiciones de operación de las asociaciones mutualistas, de donde se extendieron por el mundo.
Una de las aberraciones del neoliberalismo, en su afán de borrar todo rastro de solidaridad social, es suprimir lo último que queda de mutualismo y mutualidad en la vida social con la privatización de las entidades que se fundan en estos principios, entre ellas el seguro social y la seguridad social, para reemplazarlos con las apetencias del lucro individual. El mutualismo es una hermosa expresión de solidaridad porque permite que las personas de mejores posibilidades humanas, económicas y sociales ayuden a las otras. El día en que desaparezcan las instituciones fundadas en el principio mutualista quedarán desamparados los pobres, los enfermos, los discapacitados, los niños y los viejos que no puedan pagar las altas primas de los seguros privados. La sociedad se dividirá entonces en dos grupos: los ricos, los sanos y los jóvenes que aportarán a los seguros privados y los pobres, los enfermos y los viejos de escasos recursos que se mantendrán bajo el seguro estatal porque los seguros privados no los aceptarán o porque sus condiciones económicas no les permitirán acceder a otra forma de seguro. En estas condiciones, los organismos del seguro social estatal quebrarán o tendrán que ser subvencionados por el Estado.