De la variedad de motivos de oposición existentes en el seno de una sociedad y como proyección de ellos surge el multipartidismo, llamado también pluripartidismo, o sea el sistema basado en la participación activa e importante de varios partidos en la vida pública del Estado. A veces su número resulta excesivo, como ocurrió por ejemplo en los inicios del proceso de la democratización española al termino de la >tiranía de Francisco Franco. A las primeras elecciones democráticas se presentaron alrededor de cien partidos. Lo cual ciertamente es un síntoma de desorganización y casi de anarquía política antes que de democracia en un país.
En todo caso la multiplicidad de motivos de discrepancia en una sociedad tiende a generar varios y a veces numerosos partidos políticos. Estos son el resultado de la oposición asimétrica entre varios puntos de vista parcialmente contradictorios entre sí.
Se puede enunciar como regla general que los pueblos que tienen dentro de sí mayor número de motivos de oposición —históricos, étnicos, religiosos, culturales, sociales, económicos— tienden hacia el pluripartidismo mientras que otros con menores fricciones internas se inclinan hacia el dualismo de partidos o incluso hacia el sistema de partido único si acaso una dictadura acalla por la fuerza toda razón de discrepancia y obliga a los ciudadanos a considerar las cosas desde un solo punto de vista. Es evidente que las diversidades de todo orden que pueden existir en el seno de una comunidad tienden a reflejarse inmediatamente en el plano político y desde luego en el sistema de partidos.
Usualmente el multipartidismo obedece a un proceso de diferenciación y de confrontación bipartidista. Al menos ese fue el curso histórico de los partidos europeos. En la segunda mitad del siglo XIX todos los países de Europa tuvieron ya partidos organizados, que se desarrollaron al calor de la pugna conservadora-liberal. Este fue el bipartidismo clásico. Pero más tarde, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, los partidos liberales se escindieron en dos alas: la liberal y la radical. Apareció entonces el movimiento radical europeo como ala revolucionaria del liberalismo y formó en cada país partidos autónomos que quebrantaron el bipartidismo clásico conservador-liberal. Bélgica estuvo sometida a este bipartidismo hasta 1894. Suiza también hasta que el nacimiento del partido radical lo transformó en tripartidismo. En Francia ocurrió algo parecido: el partido radical dividió al republicano, de modo que a fines del siglo pasado hubo tres tendencias perfectamente definidas: la conservadora, la republicana y la radical. Dinamarca y Holanda y los demás países de Europa occidental estuvieron sometidos a igual proceso de formación del multipartidismo.
El naciente multipartidismo europeo, que en rigor fue tripartidismo, se amplió con la aparición de los partidos socialistas y comunistas a principios de siglo. Los partidos socialistas, a su vez, pronto tomaron diferentes orientaciones —marxistas, revisionistas, reformistas, socialdemócratas, socialistas democráticos, laboristas— con lo cual aumentó el número y diversificación del multipartidismo europeo.
El recorrido histórico del multipartidismo americano fue semejante, con excepción de Estados Unidos y, hasta hace poco tiempo, Uruguay y Colombia, que tuvieron un bipartidismo bien definido y constante. En el siglo pasado se formaron grupos de opinión inorgánicos y fluidos que no alcanzaron la categoría de partidos políticos. Después vino la presencia del bipartidismo conservador-liberal que monopolizó la acción política de su tiempo, con un marcado carácter caudillista y personal. A fines del siglo XIX, la escisión que provocó el radicalismo en el seno de los partidos liberales rompió el bipartidismo clásico y más tarde, hacia los años 20 y 30 de la centuria anterior, con la irrupción de los grupos socialistas, aumentó el pluralismo de los partidos latinoamericanos. Por ese tiempo, la formación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en Perú, mejor conocida como <aprismo, dio comienzo a una nueva era de organización de partidos políticos en Latinoamérica, con mayores raíces en lo que el ideólogo aprista Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979) llamaba “espacio-tiempo histórico indoamericano” y renuentes a la servil imitación de las corrientes doctrinales y políticas europeas. Estos partidos, que pretendieron ser la expresión política de una “alianza de clases” y romper con el doctrinarismo europeizante, enriquecieron el esquema multipartidista latinoamericano, aunque por momentos América Latina cayó en un fenómeno de proliferación desordenada de partidos políticos que mal puede llamarse “multipartidismo” y que es, más bien, inexistencia de partidos, porque no es multipartidismo la concurrencia de numerosos grupos políticos pequeños, inestables y efímeros, surgidos casi por generación espontánea de las entrañas del oportunismo político. Esos grupos no son verdaderos partidos políticos sino condensaciones fluidas de opiniòn pública que no aciertan ni a cuajarse en una organización estable. El multipartidismo supone la existencia de verdaderos partidos políticos y la intervención activa y responsable de ellos en el hacer político de un Estado.