Fue el matemático francés Antoine Augustin Cournot (1801-1877) el primero en formular una teoría del monopolio, es decir, del vendedor único. Le siguieron el economista francés Jules Etienne Dupuit (1804-1866) y el ingeniero norteamericano Charles Ellet (1810-1862). Y, más tarde, Francis Ysidro Edgeworth (1845-1926), profesor de economía política en la Universidad de Oxford. El monopolio es una deformación del mercado, por el lado de la oferta, que consiste en la concurrencia de un solo vendedor que anula toda posibilidad de libre competencia. El monopolio puede ser creado por la ley en beneficio de una empresa estatal, como en el caso de los monopolios fiscales de algunos bienes y servicios, o puede resultar de la dinámica de los propios acontecimientos del mercado “libre” en favor de una empresa privada. Los monopolios estatales, en ocasiones, suelen afectar a los consumidores por la mala calidad de los bienes o servicios que proporcionan y los monopolios privados, en cambio, les afectan principalmente por la inmoderada elevación de los precios, especialmente cuando se trata de productos de primera necesidad.
La concentración monopolista puede darse en cualquiera de los eslabones de la cadena de la producción e intercambio de bienes y servicios, pero en todo caso anula la libre competencia e impone a los compradores las condiciones que determina el vendedor, desde su situación única y dominante en el mercado. Esto es particularmente grave cuando se trata de productos de primera necesidad.
En el sistema capitalista, en que la gestión de las empresas se dirige hacia la obtención del máximo beneficio, la formación de los precios y la determinación de los volúmenes de producción, bajo condiciones de monopolio, resultan terriblemente lesivas para los consumidores porque están orientadas, en función de la elasticidad de la curva de la demanda, a obtener la más alta tasa posible de rentabilidad por medio de la doble maniobra de restringir el volumen de producción y elevar los precios en el marco de una escasez fabricada a propósito.
El monopolista tiene adicionalmente la posibilidad de efectuar varias maniobras en su beneficio. Aparte de explotar al máximo una curva dada de demanda, puede alterarla en provecho propio por medio de la >publicidad, que crea nuevas necesidades en los consumidores o nuevas maneras de satisfacer viejas necesidades, o mediante la enseñanza de nuevos usos de sus productos a sus clientes.
En estas condiciones, la intervención del Estado se justifica plenamente para impedir las maniobras del vendedor único y su abuso del mercado y para restablecer el equilibrio entre los intereses de los consumidores y de los productores.
El 21 de octubre de 1997 el Departamento de Justicia de Estados Unidos, en su lucha contra los monopolios, acusó a la gigantesca empresa Microsoft Corp de Bill Gates de prácticas monopolistas al obligar a los fabricantes de computadores personales (PC) a incluir el navegador “Internet explorer” junto con su programa Windows. El juicio fue largo y espectacular. El juez Thomas Penfield Jackson ordenó en junio del 2000 la división de Microsoft en dos empresas para evitar el monopolio, pero el tribunal de apelaciones revirtió el fallo el 28 de junio del 2001 y dejó libre al gigante de la informática para seguir adelante con su agresiva estrategia comercial.