La momificación era una técnica usada por los antiguos egipcios para embalsamar los cadáveres y conservarlos por mucho tiempo sin putrefacción. Los historiadores sostienen que los egipcios comenzaron a practicarla en el año 4.000 a. C. como un rito funerario de preparación de los muertos para la vida ultraterrena. Usaron el método de disecación con base en una amalgama de sustancias químicas y yerbas balsámicas. Sumergían el cuerpo en carbonato de sosa, inyectaban bálsamos en las arterias y las venas, rellenaban las cavidades del torso con sustancias aromáticas y bituminosas y con sales, y envolvían el cuerpo con telas saturadas de materiales similares.
Esta costumbre pasó de Egipto a los asirios, judíos, persas, escitas y otros pueblos antiguos. Los asirios utilizaban miel, los persas cera y los judíos especias y áloe.
Aunque muchas se desintegraron por el calor, hay momias egipcias que se han conservado por más de 3.000 años.
Con este antecedente histórico, los dirigentes políticos de la Unidad Popular durante la campaña electoral del candidato socialista Salvador Allende acuñaron el pintoresco calificativo de “momio” para caricaturizar a las personas de la derecha política y económica de Chile. Querían significar que, con sus rasgos conservadores o retrógrados, son personas equivocadas de siglo. La Unidad Popular fue la alianza de partidos y grupos políticos de izquierda que se formó en 1970 para respaldar electoralmente a Salvador Allende y buscar desde el gobierno la “vía chilena al socialismo”, intento que se frustró con golpe militar del general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973.
Durante su efímero gobierno, Allende instituyó el control estatal de la economía, ejecutó la reforma agraria, nacionalizó los recursos mineros, la banca extranjera y las empresas monopolistas, instrumentó una política internacional independiente, impulsó un programa de redistribución de ingresos, aumentó los salarios de los trabajadores e impuso el control de precios.
Los empresarios privados, asustados por las reformas de la Unidad Popular, se dedicaron a promover campañas de desprestigio, <boycot económico, conspiración política, hostilidad internacional, fuga de capitales y desinversión, que ocasionaron la baja drástica de la producción y de la productividad de la economía chilena. Concomitantemente, la oposición política, liderada por el partido demócrata-cristiano, combatió duramente el programa del gobierno socialista. Las fuerzas de la Derecha salieron a las calles en bulliciosas manifestaciones de “cacerolas vacías” y el gobierno sufrió un agudo proceso de desestabilización alentado desde dentro y desde fuera, que terminó con el golpe de Estado, la trágica muerte del presidente Salvador Allende y la dictadura de Pinochet.
Los promotores de estos actos y todos cuantos con ellos coincidieron —y, en general, los hombres alineados en la Derecha política y económica— recibieron el calificativo de “momios”, palabra que desde aquellos años se institucionalizó en el argot político de Chile.