Este es un concepto equívoco. Originalmente significó actualizar algo, volverlo moderno. En tratándose de ideas políticas, colocarlas en consonancia con el tiempo actual. Con relación al Estado la modernización es el perfeccionamiento y la racionalización de sus sistemas administrativos, la tecnificación de las funciones de legislar y administrar justicia, el adelanto científico y tecnológico, la formación de recursos humanos calificados, el desarrollo administrativo, la profundización de la democracia hacia las zonas económicas y sociales, el aumento de la productividad en las faenas económicas, el mejoramiento de los regímenes de distribución del ingreso, la integración de los sectores atrasados de la economía a la dinámica de los centros avanzados, el impulso a la industrialización, el crecimiento del sector terciario de la economía, la creación de infraestructuras de transportes y comunicaciones y otros avances en esta línea de pensamiento.
Sin embargo, la significación de la palabra ha variado en las distintas épocas. En los años 70 del siglo pasado modernización significó en América Latina la ampliación de las responsabilidades del Estado y la creación de entidades estatales y paraestatales para el manejo de sectores considerados como estratégicos de la economía. Acción que, en algunos países latinoamericanos, se realizó principalmente bajo las dictaduras militares >nasseristas de la época. Emergió el Estado como un poderoso actor económico y social y se fortaleció lo que desde entonces se llamó el sector público de la economía.
A raíz de los cambios políticos que se han operado recientemente en el mundo, principalmente con la caída de los regímenes marxistas de Europa oriental y con el avance arrollador del capitalismo occidental que trata de imponer sus valores y conceptos a nuevas zonas de influencia y a nuevos países o de afirmarlos en los que estaban ya bajo su dependencia, a fin de promover sus objetivos económicos, la palabra modernizar ha adquirido una acepción muy peculiar: es la de despojar al Estado de algunas de las funciones que había desempeñado desde la crisis de los años 30 del siglo pasado, reducir su tamaño y ampliar el espacio de libre operación de la empresa privada. Esto es lo que entienden hoy por modernización algunos sectores de opinión política y que, desde luego, es lo contrario de lo que la palabra significaba hace un cuarto de siglo.
Hay, pues, modernizaciones y “modernizaciones”.
El discurso de la “modernización” tiene hoy, por tanto, varios elementos: reducción del tamaño del Estado, amputación de su facultad orientadora sobre el proceso de la producción, el intercambio y el consumo; disminución de los derechos laborales, desregulación de las actividades económicas, >privatización de áreas claves de la economía.
Sin embargo, como lo hace notar el líder socialdemócrata alemán Oskar Lafontaine, “el concepto de la modernidad se lleva mal con el desmantelamiento de los derechos de los trabajadores, con el recorte de las prestaciones sociales y con la decreciente oferta de puestos docentes. El concepto de la modernidad es aun menos conciliable con que el hecho de que los anuncios de despidos masivos se conviertan en una fiesta para las bolsas. El concepto de la modernidad se opone diametralmente a la doctrina del neoliberalismo, y esto no lo cambia en absoluto el hecho de que los seguidores de las ideas neoliberales se reclamen reformistas y modernizadores”.
Con frecuencia se presenta al modelo de desarrollo de los llamados dragones asiáticos como el deseable en América Latina. Pero ese modelo no se ha basado en el desmantelamiento del Estado sino en el fortalecimiento, hasta extremos autoritarios, de las facultades estatales. Se recortaron las libertades, se suprimieron los derechos laborales, se explotó a los trabajadores, de modo que la acumulación tuvo un altísimo costo social.