Anglicismo que significa reunión política. Proviene del inglés meeting. El mitin es generalmente un acto de masas. Sería impropio dar este nombre a una reunión política poco numerosa de personas o a una reunión que no tuviera naturaleza política. El mitin es una concentración multitudinaria de naturaleza necesariamente política. Hasta sería un pleonasmo decir “mitin político”, porque si no es político no es mitin.
Aunque su importancia se ha reducido por la presencia de los medios de comunicación, el mitin electoral es uno de los recursos de los candidatos para comunicarse con la masa, difundir sus mensajes y apelar a los sentimientos de ella. El mitin es parte de la “batalla de la calle” que se libra en la lucha electoral además de las batallas de los medios. Antes de que la televisión irrumpiera con tanta fuerza en la vida política, el mitin era el único instrumento de comunicación “audiovisual” con la masa. Las concentraciones multitudinarias servían además como termómetro de la fuerza electoral de los candidatos. Eran los tiempos de la gran oratoria de masas en que el orador con su palabra, al decir del filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955), soplaba sobre ”el alma líquida de las muchedumbres, haciendo tormentas e imponiendo calmas”.
Hoy son los tiempos de la sofisticación electrónica, el marketing político, los magos de la imagen, el maquillaje, el >teleprompter, los ghostwriters, que meten “gato por liebre” a los pueblos a través de las pantallas de la televisión.
Con todo, los actos de masas siguen siendo importantes no sólo porque representan para el candidato el contacto directo con los electores y para éstos la oportunidad de participación, sino porque pueden ser proyectados por la televisión y suscitar resonancias en los medios hablados y escritos, aunque entrañan el riesgo de un desfase: el orador, visto a través de la TV por una audiencia sustraída del “contagio” emocional de la masa, aparece demasiado violento. Sus palabras suenan a diatribas. Su imagen está fuera de contexto. Lo que seduce a la multitud vociferante en la plaza no agrada al televidente cómodamente sentado en la sala de su casa, regido ya no por la >psicología de multitudes sino por la psicología individual.
La organización y escenificación de los actos de masas deben ser muy cuidadosas. El despliegue de juegos de luces, sonidos y música hace de él un espectáculo conmovedor. En el impresionante marco de la multitud se levanta la tribuna, desde la cual el líder se dirige a su pueblo. Habla con él. Mira y escucha sus reacciones. Se estremece por el rugido de la multitud. Es el legendario e irremplazable espectáculo del caudillo y las muchedumbres.