Este es un concepto eminentemente religioso. Se refiere a la actividad espiritual del ser humano que tiene como fin la unión del alma con la divinidad por diversos medios: el ascetismo, la devoción, el amor, la contemplación. La mística es el contacto del alma individual con la sustancia divina. Este contacto, según las diversas religiones, suscita en el hombre una “iluminación” interior que le hace conocer la esencia y la existencia de la divinidad. Ella se ha dado en todas las grandes religiones y en algunas filosofías de sesgo religioso. Hay, por tanto, mística judía, cristiana, budista, mahometana, etc.
Este concepto se ha trasladado, en cierto modo, a la política. Se dice que una persona o grupo político tiene mística cuando está imbuido de una fuerte carga emocional para hacer las cosas. Cuando las hace con pasión, vehemencia, convencimiento y, a veces, con más tono emotivo que análisis reflexivo. El hombre que tiene mística realiza un trabajo político perseverante y es capaz de afrontar con denuedo los riesgos que él entraña.