Esta palabra tiene varias significaciones. Una de ellas es la imitación por mímesis, o sea el remedo irónico del modo de hablar, vocabulario, gestos y ademanes de una persona con el ánimo de zaherirla o dejarla en el ridículo. Pero la que aquí nos interesa es la propiedad que poseen algunos animales y plantas de adaptarse morfológicamente, especialmente en cuanto al color, al entorno natural que les rodea, como un mecanismo natural de defensa contra los factores hostiles.
La ciencia estudia las diversas formas de mimetismo animal: el mimetismo batesiano y el mimetismo mülleriano.
Nos interesa este concepto porque, a semejanza de los animales, ciertos acomodaticios actores de la vida política hacen exactamente igual: se modifican “morfológicamente” para adecuarse al medio en que se desenvuelven.
Por eso se dice que un político es “mimético” cuando cambia de “color” de acuerdo con las circunstancias para proteger sus intereses políticos o personales. Mimetismo es sinónimo de >oportunismo. Si el entorno político predominante es rojo, él es rojo; si es azul, él adopta este color para que los azules le crean uno de los suyos.
El mimetismo no es una forma genérica de imitación: no es la imitación de la que hablaba el pensador y escritor francés Gabriel Tarde (1843-1904) como uno de los factores de sociabilidad. El mimetismo es otra cosa. Tiene que ver con el oportunismo político para confundirse con el entorno predominante, tomar su color y defender posiciones políticas o económicas particulares. Este fenómeno se da por lo general cuando cambia un gobierno y viene otro de distinta orientación. Allí funciona el mimetismo político. Cambian de color ciertos protagonistas de la vida pública para adecuarse y medrar en el nuevo entorno. Todo tránsfuga y todo politicastro simulador hacen mimetismo.