Esta palabra se originó, según una versión muy difundida, en el nombre con que Andrónico de Rodas, un siglo antes de la era cristiana, denominó a la serie de libros de Aristóteles sobre “filosofía primera”, “teología” y “sabiduría” que éste los colocó, según el orden del alfabeto griego, después de sus ocho libros sobre física. Del hecho de que ellos hayan sido situados “detrás” o “más allá” de los libros de física surgió la significación de la palabra metafísica para designar “lo que está situado detrás de las cosas físicas”, lo que está “más allá del mundo material”. Este es el origen de la significación que la palabra tomó en el ámbito de la filosofía, y también en el ideológico-político, para señalar el saber que trasciende el mundo de lo físico y lo natural.
Con esta palabra se designa una de las dos grandes posiciones del hombre frente al mundo y a la vida: la metafísica (llamada también idealista) y la materialista.
Ellas representan en filosofía dos formas no sólo distintas sino antagónicas de entender el ser. La posición metafísica envuelve una adhesión a la tesis de que el hombre está compuesto de dos elementos: cuerpo y alma, como preconiza la teoría dualista. El primer elemento es perecible, temporal y tangible. Crece, declina y desaparece con el tiempo. El segundo es intangible, eterno y trascendental.
La segunda posición es la materialista. Para ella la única sustancia universal es la materia. Todas las demás sustancias no son más que emanaciones y formas diversas de ella. Niega por tanto la existencia del “espíritu” o de otras sustancias etéreas e inasibles independientes y distintas de la materia. Para la concepción materialista el “alma” no existe como entidad metafísica y lo que llamamos “espíritu” no es más que la materia en determinado grado de evolución. El pensamiento humano, sus ideas, sentimientos, convicciones morales y expresiones psicológicas no son otra cosa que manifestaciones de la materia —dimanantes del cerebro— cuando ella ha llegado a una determinada fase de desarrollo e interrelación. Lo psíquico es un producto de la actividad cerebral y del sistema nervioso. Por tanto, con la muerte del ser humano y la descomposición del cerebro termina todo.
La contraposición entre las concepciones metafísica y materialista del mundo ha estado planteada desde hace mucho tiempo: desde los orígenes mismos de la filosofía. Ya Aristóteles sostenía, tres siglos antes de la era cristiana, que la metafísica es la ciencia del ser y de los principios supremos del universo. Por eso la denominó “filosofía primera” o “teología”. Su campo es el estudio de los primeros principios y de las primeras causas. Por lo que Aristóteles afirmó que la metafísica es la ciencia de las ciencias.
Los empiristas ingleses, los positivistas franceses, los materialistas alemanes y otros sectores de opinión filosófica han impugnado la metafísica. Le han negado su calidad de ciencia. Incluso la han considerado como una etapa atrasada y superada en la historia del pensamiento humano.