La escuela económica llamada mercantilista correspondió históricamente a la primera fase del proceso de unificación de las monarquías europeas, que advino después de la dispersión política que caracterizó a la Edad Media, y fue una respuesta a las demandas de la nueva forma de organización social —el <Estado— para centralizar sus recursos y financiar sus crecientes gastos administrativos.
El mercantilismo se extendió en Europa durante los siglos XVI y XVII. Sus principios fueron aplicados con particular rigidez en Francia por Jean Baptiste Colbert, el célebre ministro de Luis XIV. La tesis central de esta escuela económica fue que el secreto de la riqueza de los Estados residía en la acumulación de metales preciosos —oro y plata, principalmente— ya que con ellos, que eran la única moneda de valor internacional, se podía adquirir todo. El mercantilismo, por tanto, con la <balanza comercial favorable como objetivo principal de su política económica y bajo la consigna de comercio exterior devender todo y nada comprar, estableció impenetrables barreras arancelarias —como la famosa tarifa aduanera de Colbert— a fin de impedir la salida de reservas metálicas y favorecer su acumulación por el Estado.
Cinco fueron los elementos fundamentales del mercantilismo:
1) lo que el economista Joseph Schumpeter llama el “monopolio exportador”, es decir, la tendencia del Estado a controlar el comercio exterior, a beneficiarse de las ganancias que éste produzca y a conquistar mercados extranjeros;
2) el control de cambios por el Estado, para lo cual un funcionario especial —que en Inglaterra, por ejemplo, fue el royal exchanger— asumió el manejo de las transacciones monetarias internacionales;
3) la búsqueda de una balanza comercial favorable, producto del exceso de las exportaciones sobre las importaciones;
4) una política rigurosamente proteccionista de la producción local; y
5) la obligación impuesta a los exportadores de utilizar el producto de sus ventas en la compra de bienes nacionales.
El mercantilismo fue, en buena parte, el resultado de la “economía de guerra” en que solían vivir permanentemente los Estados europeos en razón de los frecuentes conflictos armados en que se veían envueltos. Esta circunstancia les obligaba a un rígido control estatal sobre todas las áreas de la economía a fin de que el gobierno pudiese garantizarse los recursos necesarios para las emergencias bélicas.
Esta política económica promovió la intervención estatal en el proceso de la producción, a través de un plan de regulaciones económicas encaminadas a servir el consumo interno, evitar la importación y acumular excedentes exportables, y reguló los precios y expidió una serie de reglamentaciones sobre el comportamiento de los agentes económicos privados.
El mercantilismo fue, de cierta manera, el antecedente histórico del <intervencionismo estatal en el quehacer económico de la comunidad, cuya naturaleza y alcances se discuten tanto en el mundo de hoy.