Derivada de la locución inglesa black market, la expresión mercado negro designa el comercio ilegal y clandestino o el lugar donde éste se realiza. Abarca un amplio abanico de transacciones comerciales, que tienen como denominador común un sesgo fraudulento, pero usualmente se refiere a la compraventa ilícita de bienes, servicios, medicamentos, drogas, piezas de arte, metales preciosos, armas, explosivos, materiales nucleares, combustibles, órganos humanos, divisas o cualesquier otros artículos o mercancías cuya comercialización está intervenida por la autoridad pública o cuyos precios están por ella regulados.
El mercado negro prospera generalmente a causa de los racionamientos o controles oficiales de precios establecidos en razón de la escasez de determinados productos o mercancías o a partir de la prohibición de su comercialización. Presupone siempre una demanda superior a la oferta. Entraña la violación de la veda o de la restricción de las ventas de ciertos productos, de los precios oficialmente fijados, de los racionamientos implantados o del pago de los impuestos y tasas establecidos. En momentos de escasez, en que un gobierno se ve precisado a establecer controles de precios o cupos de ventas sobre productos de consumo masivo, se suelen producir acuerdos y transacciones al margen de la ley, que reportan importantes utilidades para sus promotores.
Sin embargo, la venta a precios mayores que los autorizados no constituye mercado negro si el intercambio de una mercancía no está racionada.
El mercado negro está ligado al control gubernamental de la economía. En unos casos, para defender la balanza de pagos o para racionalizar el consumo; en otros, para organizar la distribución ordenada y justa de los bienes escasos, el gobierno prohíbe la comercialización de ciertos productos o señala cupos de venta para ellos. Esto estimula inmediatamente la creación de los mercados negros, en donde se comercializan ilícitamente los bienes prohibidos o de venta limitada. La experiencia prueba que ellos son de muy difícil control. Por duras que sean las penas imponibles a quienes en ellos trafican, como lo fueron en la Alemania nazi o en los países comunistas, siempre hay personas dispuestas a correrse cualquier riesgo por ganar dinero.
El surgimiento de mercados negros se produce principalmente en épocas de guerra, en que los Estados beligerantes suelen imponer restricciones, racionamientos y controles de precios sobre determinados productos. Por ejemplo, durante las dos guerras mundiales, en que la escasez de algunos productos obligó a los gobiernos europeos a racionar su venta, es decir, a someterla a cupos rigurosos, prosperaron los mercados negros donde quienes tenían disponibilidades monetarias podían adquirir clandestinamente cantidades adicionales de los productos racionados. También se dio este fenómeno más tarde en las economías planificadas de los países marxistas, en que se asignaron cupos de compra para ciertos bienes de primera necesidad. En la penumbra de las transacciones comerciales operaron los llamados mercados negros para proveer de los bienes racionados, en cantidades adicionales, a quienes tenían la posibilidad monetaria de comprarlos. En los sistemas únicos de cambio de divisas, cuando el signo monetario local está sobrevaluado con respecto a las monedas extranjeras, también se abren mercados negros de divisas en los que se paga por ellas un precio mayor del que señala el cambio oficial. Eso también ocurrió en la desaparecida Unión Soviética y en los países marxistas de la Europa oriental durante las pasadas décadas. Aquellos mercados funcionaron en las calles, cerca de los hoteles de los turistas y en los lugares habituales de visita.
Aunque tienen elementos en común —la ilegalidad, la clandestinidad, la elusión de impuestos y tasas y la búsqueda de indebidas utilidades—, el mercado negro difiere del contrabando, que es la introducción de una mercadería prohibida en el territorio de un Estado sin pasar por sus controles aduaneros y sin pagar los impuestos arancelarios.
El mercado negro se llama también estraperlo. Y el anecdótico origen de esta palabra puede ayudar a comprender mejor el tema. Ella se incorporó a la lengua castellana a raíz del escándalo que estalló en España cuando un aventurero austriaco llamado Daniel Strauss y un socio suyo holandés de apellido Perlowitz instalaron en 1935 unas ruletas en los casinos de San Sebastián, Santander y Palma de Mallorca, para lo cual sobornaron a determinados funcionarios del gobierno republicano español, ligados al Partido Radical. Se descubrió después que la rueda de las ruletas estaba controlada mediante un mecanismo de relojería, de modo que la banca del casino ganaba a voluntad. Descubierto el fraude, la autoridad clausuró el juego en medio de un gran escándalo de ribetes políticos, que afectó mucho el bien ganado prestigio de la II República española. A raíz del escándalo surgió la palabra “straperlo” —de la fusión de los apellidos de los aventureros: Strauss y Perlowitz— para designar a la ruleta tramposa y de ella derivó y se popularizó el vocablo estraperlo, con que desde entonces se denomina al mercado negro o a la negociación fraudulenta de alguna mercancía. La palabra fue más tarde aceptada por la Real Academia Española e incorporada a su diccionario para designar el “comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa”, y, por extensión, familiarmente, “chanchullo” o “intriga”.
Esas son la curiosidades del lenguaje. Recordemos que algo parecido ocurrió en el inglés con la palabra “gate”, a partir del escándalo de >watergate en que se vio envuelto el presidente Richard Nixon de los Estados Unidos en 1972 y que precipitó su dimisión del cargo. Desde entonces la palabra gate, agregada a otra, tiene una significación de alboroto político, latrocinio, peculado de fondos públicos o corrupción gubernativa, como en <irangate, >sexgate, <ciagate, <iraqgate, <enrongate y otros “gates” que hicieron explosión en diversos momentos de la política norteamericana.