Fue la forma de ser y de expresarse de la filosofía, el arte, la literatura, la arquitectura y la política en el curso de la Edad Media. En este período histórico se pusieron en contacto, a veces de manera explosiva, tres culturas diferentes: la grecorromana, la cristiana y la bárbara. La cultura cristiana, esgrimiendo el dogma, sometió a la grecorromana y evangelizó a la bárbara, aunque no sin conflictos. Todo el quehacer de las ciencias, las artes y las letras de ese tiempo fue sometido al dogma religioso. Los monasterios fueron los centros de la cultura medieval. El sentido místico de la vida invadió todos los campos de la cultura. La poesía épica, que recogió la ebria exaltación del combate propia de los pueblos nórdicos, fue una de las aportaciones de la literatura medieval, lo mismo que la poesía dramática que popularizó leyendas versificadas. El espíritu caballeresco impregnó las creaciones de la literatura, siempre ligada a la exaltación de los valores cristianos. La pintura y la escultura se limitaron a la temática religiosa. Las imágenes de los santos y los pasajes bíblicos se reprodujeron en las tablas, en los retablos y en las esculturas. Allí se plasmaron las figuras del medievo: rígidas y estáticas, sin movimiento, como las célebres estatuas yacentes y estatuas orantes o las estatuillas y los bajorrelieves en madera y marfil que adornaron las iglesias. Hubo que esperar el Renacimiento para que adviniera la voluptuosidad de las formas. Y en cuanto a la arquitectura, en oposición al estilo clásico surgió el estilo gótico en la baja Edad Media, a partir del siglo XII. Se lo llamó también ojival por el uso de la ojiva, o sea de la figura formada por dos arcos de círculo iguales que se cortan en uno de los extremos. Estilo que dominó Europa durante los últimos tres siglos del medievo. La arquitectura gótica se caracterizó por la bóveda de crucería, el arco apuntado, los arbotantes, amplios y alargados ventanales policromados —los vitrales—, esbeltas columnas fasciculadas, el rosetón y otros elementos que se plasmaron maravillosamente en las famosas catedrales europeas de aquel tiempo.
La política medieval estuvo totalmente enclaustrada en el dogma religioso. Su objetivo final fue la mayor gloria de dios en la Tierra y estuvo al servicio del interés primordial de ganar la bienaventuranza eterna. Todo giró en alrededor de dios, la religión, la fe y el culto. Lo medieval fue, por eso, un peculiar punto de vista sobre el universo, el ser, la cultura y la historia. Sus conceptos, su visión del mundo, sus usos y costumbres, sus formas de organización política, su economía, su literatura, su arte se enmarcaron en los estrechos límites de la teología. La Iglesia, portadora del pensamiento divino, imponía los dogmas, dictaba las normas de la moral, organizaba la vida individual y social, inspiraba el Derecho y castigaba con la excomunión, la cárcel, la tortura o la hoguera las desviaciones de la ortodoxia.
No quiero decir con esto que no haya habido expresiones artísticas y literarias de gran importancia en ese período, desligadas del misticismo religioso. Al fin y al cabo fueron mil años los que abarcaron la alta y baja Edad Media. El siglo XIV vio surgir las figuras excepcionales de Dante Alighieri, Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio, y, en la literatura castellana, Juan Ruiz, arcipreste de Hita, había compuesto su “Libro de Buen Amor”; siglos antes habían aparecido el “Poema del Cid” en las letras castellanas y el poema heroico “Los Nibelungos” en la literatura germana, y se habían plasmado el teatro profano, la trova galante y la poesía provenzal del sur de Francia; pero ellas fueron excepciones al encierro de las letras, las artes y la ciencias dentro de los estrechos límites de los prejuicios teológicos medievales.
Por eso fue que tras esa oscura noche conventual de la Edad Media vino el Renacimiento, que constituyó un pujante y luminoso resurgimiento de la cultura clásica con formas y matices propios. A la visión teológica del mundo siguió una visión racionalista y crítica. Se impuso el libre examen. Se eliminaron las limitaciones dogmáticas al pensamiento humano. Todo pudo ser pensado. Se erigió a la razón como la autoridad suprema en la búsqueda de la verdad. La política pasó a ser un asunto humano y no divino. El arte plástico asumió formas dinámicas, plagadas de sensualidad, colores y modalidades opulentos. Vino la época de los grandes decubrimientos geográficos. El navegante veneciano Marco Polo abrió la ruta hacia el lejano Oriente. Se circunnavegó África. Se descubrió América. Y con base en los descubrimientos geográficos se erigieron en el siglo XVI los grandes imperios coloniales: España, Portugal, Francia, Inglaterra y Holanda, que conquistaron tierras en América, Asia, África y Oceanía. Los grandes navegantes y exploradores —Laperousse, Cook, MacKenzie, Levigstone, Stanley—, con sus descubrimientos de islas, mares y estrechos, contribuyeron a ampliar las fronteras imperiales. Nació una nueva era histórica: la Edad Moderna.