Malinche fue la joven, hermosa e inteligente princesa india que se convirtió en la amante de Hernán Cortés (1485-1547) durante la conquista de México. Era hija de un cacique y llevaba sangre azteca en sus venas. La relación se inició cuando ella le fue entregada como esclava al conquistador español. Pronto la Malinche aprendió castellano, se impuso de los dogmas cristianos, sedujo a su amo y jugó un papel de relevante importancia en el proceso de la conquista. Sirvió a Cortés como intérprete —del castellano al náhuatl y viceversa— en sus conversaciones con los líderes indígenas y en las tareas de cristianización de los indios. Se convirtió no sólo en amante sino también en fiel colaboradora del más poderoso de los conquistadores españoles. Le acompañó en sus expediciones. Vivió sus aventuras y sus riesgos. Compartió con él sus triunfos y derrotas. Fue su aliada en la lucha por la conquista del grande y rico imperio de Moctezuma. Se enriqueció gracias a los regalos de Cortés. Sin embargo, años más tarde terminó por casarse con Juan Jaramillo, uno de los capitanes del conquistador extremeño.
Cortés y la Malinche engendraron un hijo, al que llamaron Martín Cortés, nacido en 1523 según los historiadores, a quien su padre quiso entrañablemente y llevó a España.
Mucho se ha escrito en México sobre la Malinche. Unos la han llamado “traidora”, “mujer maldita”, “india malvada” y “ramera”, que se entregó complaciente al aventurero español y sirvió los intereses de la conquista, otros afirman en cambio que ella es una de las “grandes calumniadas de México”.
De todas maneras, la proyección histórica de su imagen es la de traición y <entreguismo. Por eso, con la palabra malinchismo se suele designar la deslealtad con su patria, su clase o “su gente” o el servicio a causas extranjeras.