Esta palabra viene del italiano mafia, que originalmente designó a la organización secreta de criminales sicilianos. Fue en el siglo XIX una sociedad poderosa —y aún sigue siéndolo— que impuso sus propias leyes y a la cual los ciudadanos temían más que a los tribunales de justicia. Sus miembros se llamaban mafiori y se dividían en dos categorías: los giovani d’ onore, que eran los que ocupaban los altos lugares en el escalafón secreto, y los malandrini, encargados de cumplir las órdenes superiores y de ejecutar los crímenes y desafueros. Todos ellos, para poder ingresar a la organización, prestaban el juramento de auxiliarse mutuamente, guardar el secreto de sus actividades y no declarar como testigos ante tribunal alguno. Pagaban con la vida la violación de su juramento.
La mafia era una organización verticalmente estructurada y sometida a una rigurosa disciplina. Se dedicaba a negocios reñidos con la ley, como el contrabando, los juegos de azar, la prostitución, el mercado negro de divisas, el tráfico de armas, el narcotráfico y otros. Solía dar protección a los comerciantes y hombres de negocios sicilianos a cambio de dinero. Desde 1875 el gobierno italiano ha tratado de eliminarla pero ella sigue vigente. Tanto que hace pocos años —1993 y 1994— estalló en Italia un escándalo que envolvió a los más altos personeros del gobierno demócrata cristiano por su connivencia y complicidad con la mafia en varios delitos de orden financiero. Bajo esta acusación cayeron de sus cargos el Presidente de la República, Giulio Andreotti, y varios otros funcionarios. Y fue disuelto el Partido Demócratacristiano. A comienzos de 1995 volvió a estallar un nuevo escándalo. En el informe presentado por el Servicio Central Operativo (SCO) de la policía sobre las actividades de la mafia se involucró a Silvio Berlusconi, líder de la agrupación política Forza Italia y poco tiempo antes Primer Ministro, así como a sus aliados de la neofascista Alianza Nacional, en la recepción de ayuda electoral de la mafia para su triunfo en las elecciones de marzo de 1994.
La palabra mafia tiene actualmente una acepción más amplia y se aplica a toda asociación clandestina que se dedica al crimen organizado en cualquier actividad y en cualquier país.
Lejos de haber sido eliminada o disminuida en su poder, la mafia se ha convertido en una influyente organización transnacional del crimen y los negocios sucios. Ha extendido sus tentáculos por el mundo entero. Ha seguido también la tendencia hacia la “globalización”. En Estados Unidos —especialmente en las ciudades de Chicago, Nueva York, Los Angeles, Las Vegas, Atlantic City, San Francisco y Miami— se dedica al tráfico de drogas, al juego, a la prostitución, al blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico, al transporte y a varios giros comerciales aparentemente “legales”.
Los carteles colombianos son parte de la mafia internacional de la droga y el lavado de dinero. En Italia los “clanes” y las “familias” de la mafia han establecido sus fortalezas especialmente en Sicilia, Calabria, Campania y Puglia y se dedican a la droga, la prostitución, la extorsión, secuestros, tráfico de armas, contrabando de cigarrillos, casinos, robo de vehículos, construcción de obras públicas. La Cosa Nostra siciliana estaba formada en 1992 por 143 “familias” y su ejército mafioso sumaba 50.000 efectivos. Actualmente controla incluso el 10% de la población electoral de su región. En Calabria existe la ndrangheta que tiene 5.500 miembros y mueve anualmente más de 3.000 millones de dólares. La camorra, que es la mafia napolitana, tiene 6.700 integrantes activos y factura 1.300 millones de dólares al año en el contrabando de cigarrillos, que es su principal actividad. La última organización criminal que ha surgido en Italia es la sacra corona unita, en la región de la Puglia, que cuenta con siete “clanes” y un total de 750 personas a sus órdenes y que controla cerca de 600 empresas financieras.
Bernardo Provenzano, máximo jefe de la Cosa Nostra y uno de los últimos exponentes de la estirpe de los capos tradicionales y despiadados de la mafia siciliana, fue apresado el 11 de abril del 2006 en una finca cercana a Corleone, al sur de Sicilia. El pintoresco poblado de Corleone fue inmortalizado en la película El Padrino, basada en el libro de Mario Puzo, dirigida por Francis Ford Coppola e interpretada por Marlon Brando. Este capo di tutti i capi de 73 años, que asumió la jefatura de la mafia siciliana en 1993 a raíz del arresto de su líder Salvatore “Toto” Riina, fue por más de cuatro décadas el hombre más buscado por la policía italiana. Durmió cada noche en una cama distinta por 43 años. Circulaban versiones de que había muerto hasta que hubo constancia de que fue sometido a una operación de próstata en una clínica de Marsella, en Francia, en el 2003. La policía no tenía fotografías recientes del capo y aquella con que se lo buscaba era de 1959, a la que se le había “envejecido” por computadora. Provenzano convirtió a la Cosa Nostra en una entidad más secreta y difícil de combatir. Sanguinario y cruel, pesaban sobre él no menos de cuarenta asesinatos y muchos otros delitos como líder del crimen organizado. La interferencia de una conversación telefónica, en que un hombre de su confianza acordaba con otro la fecha para llevar la ropa interior limpia a su jefe, dio la pista para la captura. La recompensa por su “cabeza” era de 2,5 millones de euros. Provenzano pudo eludir la acción policiva y judicial gracias a la ayuda de una cohorte de abogados, políticos y ejecutivos de empresas y al encubrimiento de muchas familias sicilianas que le dieron alojamiento.
El panorama de Rusia y Europa oriental no es menos sombrío. Desde que cayó el comunismo y al socaire de las “privatizaciones” han proliferado miles de grupos mafiosos. Se calcula que Rusia tenía en el año 2006 alrededor de diez mil grupos de esta clase, algunos muy sofisticados, que se dedicaban a la comercialización de drogas, lavado de dinero, prostitución, extorsión y, lo que era más grave, al tráfico de materiales radiactivos robados de los arsenales de la antigua Unión Soviética. Al servicio de estas organizaciones criminales existían cien mil sicarios que esperaban órdenes. Rumania era una ruta privilegiada de la droga. Bulgaria, Polonia y la República Checa fabricaban y vendían grandes cantidades de anfetaminas y sustancias sicotrópicas.
Según Yakov Guilinskij, miembro de la Academia de Ciencias de Rusia y especialista en estos temas, en aquel año la mafia rusa tenía nexos con el veinte por ciento de los diputados de la Duma —o sea la cámara baja del parlamento— y controlaba alrededor de cuarenta mil empresas públicas y privadas, entre las que estaban quinientos bancos.
Rusia ha emergido como un nuevo y poderoso centro internacional de lavado del dinero proveniente del crimen organizado. Al amparo de la <desregulación instrumentada por el nuevo régimen político y de los vacíos de su legislación han ingresado al sector financiero ruso enormes cantidades de dinero procedentes de las actividades ilícitas en su propio territorio y de las actividades de las mafias italianas y de otros países. La antigua Unión Soviética contaba con sólo cuatro bancos, celosamente custodiados, durante los tiempos de la monocracia marxista. Hoy se calcula que existen en Rusia dos mil bancos, muchos de los cuales operan sin autorización legal o con autorización irregularmente conseguida por medio de corrupción. Muchos de esos bancos no son más que fachadas de organizaciones mafiosas. El 40% del producto interno bruto (PIB) de Rusia proviene de las actividades del crimen organizado. Expertos rusos afirmaron en la conferencia promovida por las Naciones Unidas en mayo de 1995 en El Cairo, para tratar sobre la prevención del delito, que su país transfiere al exterior más de tres mil millones de dólares de origen ilegal por año para la compra de propiedades inmuebles o la creación de compañías en Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Este dinero procede de varias fuentes: de la actividad delictiva general, del tráfico de armas, del contrabando de metales radiactivos y de la transferencia clandestina de fondos que pertenecieron al desaparecido partido comunista.
No sé qué ha resultado más peligroso para Occidente: si la penetración ideológica del comunismo y los efectivos del ejército rojo de los tiempos de la guerra fría o la acción de las mafias rusas formadas al amparo de la reforma económica y de la perestroika que operan en el propio territorio norteamericano. Su poder es cada vez más grande en medio del caos político y jurídico que prevalece en Rusia. No hay autoridad capaz de controlarlas. Su penetración en los mandos del Estado, en los órganos de la justicia, en la oficialidad militar y hasta en los círculos científicos les permite actuar libremente. Resulta muy triste saber que científicos de alto valor, agobiados por el desempleo, han caído en las redes de la mafia y sirven los designios de ella especialmente en el campo nuclear y en el tráfico de sustancias radiactivas.
Rusia se ha convertido sin duda en el centro mundial de las actividades mafiosas que en conjunto, según ciertos datos, representan cerca del 40% de su producto interno bruto.
La mafia, con su enorme poder económico, ha incursionado en la política de muchos países. Unas veces a través del soborno, otras por medio de la amenaza, ha quebrantado voluntades de muy alto nivel político para lograr sus objetivos y ha impuesto su voluntad por doquier. El caso italiano de hace pocos años fue muy elocuente. Muchos de los funcionarios de mayor jerarquía del gobierno y de los partidos políticos estaban comprometidos con la mafia, por corrupción o por temor.
La preocupación mundial por el avance de ella se concretó en la primera conferencia ministerial de las Naciones Unidas sobre la criminalidad organizada, que se reunió en la ciudad de Nápoles del 21 al 23 de noviembre de 1994 y a la que concurrieron representantes de 114 Estados para deliberar sobre el endurecimiento y la aproximación de sus legislaciones penales, la cooperación entre sus policías y la formación de una escuela internacional para la capacitación de las fuerzas encargadas de luchar contra esta clase de delitos.
Según un informe emitido en el 2013 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), el 70% de las ganancias de varios negocios ilícitos a escala mundial —droga, tráfico de armas, trata de personas, piratería tecnológica, pornografía y otras actividades mafiosas, cuyas utilidades representaban el 1,5% del producto interno bruto (PIB) global— se lavaba en el sistema financiero mundial y en 73 paraísos fiscales.