Diógenes, apodado “el cínico”, fue un filósofo griego del siglo IV antes de Cristo a quien se atribuyen muchas excentricidades, entre ellas la de haber salido en pleno día por las calles de Atenas, con una linterna (farol portátil de una sola cara y con un asa en el lado opuesto) en la mano, en búsqueda de un hombre honrado, como demostración del profundo desprecio que sentía por los seres humanos.
Hombre de conducta desarreglada, Diógenes desdeñó la riqueza, la gloria, la nobleza, las costumbres y las convenciones sociales. Combatió la superstición, la molicie, el juego, el amor a los placeres y los vicios que esclavizan al hombre. Se burló de los demagogos y puso en ridículo a los adivinos, augures e intérpretes de los sueños.
El pintor barroco italiano Benedetto Castiglione (1609-1664), en uno de sus célebres cuadros que reposa en el Museo del Prado de Madrid, representa al filósofo griego con su linterna, bajo cuya luz descubre una escena en que se ven, revueltos y confundidos, hombres y animales vivos y muertos.
Esa vieja anécdota del fundador de la escuela filosófica de los cínicos, que es una de las tantas que se le atribuyen, sirvió para acuñar la frase “buscar con la linterna de Diógenes”, que sirve para designar la infructuosa persecución de la honradez u otras virtudes humanas en la sociedad.