En el evangelio según san Juan (capítulo VIII) se relata cómo Jesús libró de la muerte a una mujer adúltera. Los escribas y fariseos la llevaron a su presencia en el templo. Y dijeron a Jesús: “maestro, esta mujer acaba de ser sorprendida en adulterio. Moisés en la ley nos tiene mandado apedrear a las tales. ¿Tú qué dices a esto?” Jesús respondió: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Entonces se escabulleron los acusadores “uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que dejaron solo a Jesús y a la mujer que estaba en medio”.
El apóstol san Juan atribuye esa frase a Cristo para condenar la hipocresía de los escribas y fariseos. Los escribas eran, entre los judíos, los intérpretes de la ley, y los fariseos pertenecían a una secta cuyos miembros simulaban rigor y austeridad pero en la práctica hacían todo lo contrario.
De este pasaje bíblico ha surgido la frase, utilizada con frecuencia en la vida política, de que tire la primera piedra quien esté libre de culpa, para significar que los que tienen mala conciencia y los responsables de actos indecorosos, por su falta de autoridad moral no tienen derecho de acusar a los demás. Esta frase resulta con frecuencia oportuna dado que muchas veces son los políticos corruptos los que más alardes de honestidad hacen y los que más predican contra la corrupción. Estos modernos fariseos, en un misterioso acto de compensación psicológica, suelen ser los estridentes denunciantes de la corrupción.