Expresión con la cual se quiere significar la profunda hipocresía de llorar o lamentarse por algo acerca de lo cual se siente alegría. Cosa bastante frecuente en el mundo de la política. La frase —que también existe en inglés: crying crocodile tears— es vieja. Parece haberse originado en el siglo XIII en Francia. Un monje franciscano llamado Bartholomaeus Anglicus (1203-1272), en su libro enciclopédico "De proprietalibus rerum", escribió que “si un cocodrilo encuentra a un hombre cerca de la orilla del agua o en un acantilado, lo mata si puede y luego se lo traga, mientras echa lágrimas sobre su víctima”.
El libro "The Travels of Sir John Mandeville" del siglo XIV —que relata los viajes por el mundo del caballero inglés Sir John Mandeville— contribuyó a popularizar esta leyenda, que incluso entró a la literatura con el dramaturgo inglés William Shakespeare (1564-1616).
En efecto, las glándulas lacrimales situadas en los párpados del cocodrilo, como en otros vertebrados, producen abundantes lágrimas, que son un fluido proteínico para lubricar sus ojos cuando el animal está en tierra. Con frecuencia las lágrimas brotan mientras come, o sea mientras tiene una sensación placentera, porque sus glándulas salivares estimulan a las lacrimales. Esta observación de los biólogos originó la frase “lágrimas de cocodrilo” para significar la más consumada hipocresía de simular tristeza cuando lo que se siente es alegría por un suceso negativo o trágico que ha envuelto a un adversario o competidor político.