Esta palabra, proveniente del griego hegemon, que significa predominio, tiene dos acepciones principales en la política. La primera se refiere al orden interno de un país y señala la prevalencia política y económica de la clase social dominante, que impone a la sociedad no sólo su autoridad sino también sus propios conceptos ideológicos. Es precisamente la pugna por esta hegemonía la que produce en la sociedad la >lucha de clases, en los términos planteados por el >marxismo. El ideólogo comunista italiano Antonio Gramsci (1891-1937) fue quien inició el uso de ese concepto para referirse a la dominación no coercitiva sino ideológica de la clase prevaleciente.
La segunda significación se proyecta hacia el orden internacional. Más por razones semánticas que conceptuales, se llamó hegemonismo a la acción imperialista que en su tiempo desplegó la Unión Soviética sobre sus países satélites y sobre su zona de influencia geopolítica y que tuvo las mismas características expansivas y dominantes que el >imperialismo tradicional.
El hegemonismo —que fue simplemente la versión imperialista del capitalismo de Estado— alentó también la política de conquista territorial y de mercados, la imposición cultural, la intervención militar, la explotación de recursos naturales y la dominación de los países inermes. Invocó la teoría de la “soberanía limitada” para intervenir en asuntos domésticos de otros Estados y para sofocar la libre determinación de sus pueblos. Todas las acciones propias del imperialismo formaron parte, en su momento, de la dinámica hegemonista soviética.