Palabra tomada del inglés eurodollar, cuyo uso se originó a comienzos de la segunda postguerra —cuando el dólar reemplazó a la libra esterlina como signo monetario internacional— para designar a la moneda norteamericana depositada en los bancos de Europa occidental especialmente por los países europeos de la órbita marxista que no deseaban tener su dinero en Estados Unidos.
Este fue el origen de los llamados eurodólares. La operación surgió como una iniciativa de los países del este europeo, que preferían confiar sus reservas oficiales en dólares principalmente a los bancos comerciales de Londres. Pero pronto el sistema se amplió. Ya no fueron solamente los países de la órbita marxista sino también muchos otros del lado capitalista los que hicieron lo mismo. Se formó entonces un verdadero mercado financiero de eurodólares. Y se constituyó así una enorme masa de capitales flotantes de naturaleza especulativa —el llamado hot money— que tuvo consecuencias muy importantes en la economía mundial y, por supuesto, de Estados Unidos, cuya libertad para señalar su política monetaria se vio disminuida.
Esos activos en dólares colocados en los bancos comerciales europeos fueron destinados a préstamos en el mercado financiero internacional, con lo cual se creó un mecanismo de multiplicación de la moneda norteamericana fuera de sus fronteras y del control de sus autoridades —y aquí residió la originalidad y la importancia de ese mecanismo, puesto que el crecimiento de la masa monetaria de dólares se originó por la acción de bancos extranjeros y no de los norteamericanos— por lo que los dólares de la segunda y siguientes generaciones creados por este medio no formaron parte de la circulación monetaria interna de Estados Unidos, pero no por ello dejaron de cambiarse en el mercado monetario internacional juntamente con los dólares producidos por el sistema bancario norteamericano.
La operación pudo funcionar durante largo tiempo gracias a que la remuneración de los depósitos en dólares era más atractiva en los bancos europeos que en los norteamericanos. Aquellos pagaron mejores intereses a los depositantes y, al propio tiempo, otorgaron préstamos en dólares más baratos a sus clientes. Los bancos europeos recibían dólares a un tipo de interés más elevado que el que pagaban las instituciones bancarias norteamericanas y, en cambio, los prestaban a un coste inferior al que se cobraba en Nueva York. De este modo se creó un importante mercado internacional de crédito a corto plazo con base en los denominados “eurodólares”.