Es, en su más amplia acepción, la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al mejoramiento de la especie humana. La palabra viene de dos voces griegas que significan bien y engendramiento. Designa, según el diccionario de la Real Academia Española, "la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana". Eugenesia es, por tanto, el control para alcanzar una descendencia física y mentalmente sana, aunque algunos pensadores tienen de ella una idea más amplia y consideran eugenésica toda intervención privada o pública dirigida a modificar las características genéticas de la estirpe.
El concepto de eugenesia se debe al antropólogo británico Francis Galton (1822-1911), a quien se considera el fundador de esta disciplina científica, aunque la preocupación por la sanidad física y mental de la descendencia tiene lejanos antecedentes históricos.
Galton, después de sistematizar las ideas que Charles Darwin expuso en las páginas de su libro "El Origen de las Especies" (1859), afirmó que se entiende por eugenesia "la ciencia de la mejora del linaje" que conduce a seres humanos y grupos más aptos, que prevalecen rápidamente sobre los menos aptos.
En su obra "Hereditary Talent and Character" (1865), Galton definió la eugenesia como “el estudio de los agentes bajo control social que pueden mejorar o empobrecer las cualidades raciales de las futuras generaciones ya fuere física o mentalmente”.
El antropólogo inglés, en su libro "Hereditary genius", publicado en 1869, desarrolló su teoría y sostuvo que "las habilidades naturales del hombre derivan de la herencia". Afirmó que, del mismo modo que mediante una cuidadosa selección se puede crear una raza de perros o caballos dotada de especiales capacidades para correr o para realizar determinadas faenas, en lo que al ser humano se refiere, a través de matrimonios seleccionados a lo largo de varias generaciones, puédese producir una raza de hombres altamente calificada para las tareas de la inteligencia y de la acción.
Pero sostenía que en la realidad social, lamentablemente, se acumulan elementos genéticos defectuosos —dysgenics, es la palabra inglesa que utilizaba— que producen desarrollos negativos en los fetos durante su vida intrauterina y que dan por resultado el mayor nacimiento de "los menos inteligentes" sobre "los más inteligentes" en perjuicio de la especie humana.
Galton extendía los principios eugenésicos al mundo animal y al vegetal.
Los teóricos de la eugenesia afirman que la inteligencia y otras dotes humanas son hereditarias, lo mismo que algunos defectos y limitaciones. El científico británico Alexander Graham Bell (1847-1922) sostenía, entre otras cosas, que la sordera se transmitía por la vía hereditaria, por lo que propugnaba la prohibición del matrimonio entre sordos.
Las prácticas eugenésicas se pierden en la Antigüedad.
Cuentan las leyendas que cinco siglos antes de la era cristiana los espartanos practicaron la eugenesia en forma organizada. Previa consulta al jefe del consejo de ancianos, a los niños de pecho que nacían con defectos físicos o mentales los lanzaban al vacío desde las alturas del monte Taygetus, al sur de la antigua Grecia.
Los brahmanes en la India acostumbraban matar o abandonar en la selva a los niños que, después de dos meses de nacidos, daban muestras de subnormalidad. El Código de Manú —que contenía normas para la celebración de rituales y ceremonias e instrucciones morales y sociales para el fortalecimiento del sistema de castas de la India— incluía preceptos eugenésicos que prohibían el matrimonio de los miembros de familias enfermas y de los sujetos aquejados de taras.
El cuidado de la raza —la genea— y el afán de perfeccionar las cualidades de los grupos humanos y disminuir sus defectos se conocieron ya en la época helénica, hace 25 siglos. En los poemas homéricos y en las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides aparecieron las palabras eugeneia y eugenes, lo mismo que en las obras de Platón y Aristóteles. Platón decía que así como para tener buenas crías de los animales se escogen a los más robustos y sanos, para lograr mejores ejemplares humanos deben promoverse enlaces matrimoniales entre los mejores sujetos de uno y otro sexo.
Plutarco, en su relato de las vidas paralelas de Licurgo y Solón, afirmaba que los espartanos daban muerte a las criaturas contrahechas o congénitamente débiles por considerarlas una carga para la sociedad.
Algunos escritores españoles de los siglos XVI y XVII abordaron el tema de la eugenesia y se mostraron partidarios de ella, como Huarte de San Juan, Oliva Sabuco de Nantes, Pedro López Montoya y Fray Marco Antonio de Camos. El padre Juan de Mariana (1536-1624), humanista, filósofo e historiador español, escribió: “Es, a menudo, culpa nuestra que nazcan los niños con depravada índole. Nos casamos sin que influya en la elección de nuestras esposas más que el encanto de la hermosura, o la cuantía de su capital o de su renta, sin advertir que nos hacemos de peor condición que los jumentos y los ganados, para cuya propagación cuidamos de que cubra siempre la hembra un ser de la misma especie pero de más noble y pura raza”.
Los antropólogos del siglo XIX otorgaron mucha importancia a la pureza de la raza y, entre ellos, los anglosajones fueron los que pusieron mayor énfasis en evitar la herencia patológica.
De modo que la idea de mejorar la especie humana y evitar que advengan hijos tarados o con defectos físicos o psíquicos es muy antigua.
Las normas y políticas eugenésicas se propusieron impedir la reproducción de seres humanos subnormales, oligofrénicos o deficientes física o mentalmente. Los métodos para alcanzar tales objetivos han sido principalmente la castración, la esterilización, la prohibición de matrimonio dentro de ciertos grados próximos de consanguinidad, la detección precoz de anomalías fetales y el aborto, sin excluir la >eutanasia para eliminar a los niños aquejados de esas anomalías. La ciencia y la tecnología biogenéticas modernas han ofrecido nuevos instrumentos para el diagnóstico genético y para la intervención directa sobre los genes.
Las ideas eugenésicas se han manifestado en algunos países, como las leyes de esterilización y de restricción del matrimonio dirigidas a oligofrénicos, enfermos mentales, cierto tipo de criminales y diversos "inadaptados" sociales que se expidieron entre 1911 y 1930 en 24 estados de la Unión norteamericana bajo la presión del movimiento eugenésico, y la aprobación en 1924 de la Ley de Johnson que limitó la inmigración procedente de los países mediterráneos y de Europa oriental, cuyos pobladores eran considerados étnicamente inferiores a los anglosajones y contaminadores de la raza norteamericana “pura”. Ellas fueron expresiones de racismo fundadas en prejuicios carentes de rigor científico, que recibieron duras críticas de la propia sociedad estadounidense.
Algo parecido ocurrió en aquella época en Canadá, Suiza, Dinamarca y otros países con respecto a enfermedades tenidas como transmisibles por herencia, tales como la debilidad mental congénica, la esquizofrenia, la locura circular (maníaco-depresiva), la epilepsia hereditaria, el baile de San Vito, la ceguera y la sordera hereditarias y las malformaciones corporales.
Bajo el largo debate sobre la inmigración en Estados Unidos subyacen —aunque ellas no salen a luz— consideraciones eugenésicas puesto que hay sectores que tienden a privilegiar la inmigración de anglosajones y nórdicos europeos y a detener e, incluso, prohibir el ingreso de inmigrantes chinos, japoneses e indoamericanos, a quienes se considera miembros de "razas inferiores" que pueden contaminar el acervo genético y cultural norteamericano.
Durante los años 60 del siglo XX en la península escandinava se promovieron prácticas eugenésicas de esterilización de los individuos considerados “débiles mentales” —“racialmente diferentes”, era la expresión oficial— para evitar que reprodujeran esas deficiencias.
Desde 1982 se ejecuta en Cuba el Programa Nacional de Diagnóstico y Prevención de Enfermedades Genéticas para detectar oportunamente las alteraciones en el número o estructura de los cromosomas asociadas con el retraso mental o malformaciones, especialmente con el síndrome de Down causado por la trisomía 21. El resultado de tales indagaciones se pone en conocimiento de las parejas para que decidan voluntariamente si continúan o interrumpen el embarazo.
En la República Popular de China se aplica la Ley sobre asistencia sanitaria materno-infantil aprobada en 1995, que está más próxima en sus características a las prácticas eugenésicas tradicionales puesto que no cumple los presupuestos de privacidad y voluntariedad. Sus artículos 8 y 10 obligan a las personas a un examen médico prematrimonial para detectar la presencia de dolencias genéticas graves, enfermedades infecciosas o trastornos mentales transmisibles, en cuyo caso sólo podrán contraer matrimonio si se someten a una operación esterilizante. Y el Art. 18 obliga a la pareja casada a interrumpir el embarazo cuando un examen prenatal revela que el feto padece una enfermedad o anomalía genética.
En Israel hay una alta incidencia de la enfermedad incurable denominada Tay-Sachs, que afecta gravemente el sistema nervioso y se transmite hereditariamente de padres a hijos. Los niños afectados suelen morir entre los cuatro y cinco años de edad. El daño neurológico comienza generalmente cuando el feto está dentro de la cavidad uterina. Lo cual ha llevado a los gobiernos israelíes a tomar medidas eugenésicas para evitar la propagación de esa enfermedad incurable de gravísimas consecuencias, pero son medidas voluntarias y no coactivas.
En todo caso, las opiniones están divididas alrededor del mundo. Hay quienes defienden la eugenesia para evitar el nacimiento de niños con síndrome de down u otras deficiencias mentales o físicas y aseguran que el diagnóstico prenatal, la selección artificial de los nacimientos, el control de la natalidad y la aplicación de medidas impuestas por la >ingeniería biogenética evitan el nacimiento de seres humanos con enfermedades graves, malformaciones u otras limitaciones congénitas y alivia el sufrimiento de ellos, de sus familias y de la sociedad.
El biólogo y sociólogo norteamericano Howard L. Kaye —profesor del Franklin and Marshall College en Pennsylvannia— escribió que "la verdad obvia es que la eugenesia ha sido desacreditada por los crímenes de Hitler".
En general, la eugenesia contemporánea ha perdido las connotaciones racistas que tuvo la eugenesia de principios del siglo anterior. Ya no es acientífica, ni coactiva, ni se dirige a grupos de población específicos, ni tiene carácter social discriminatorio, sino que está fundada en la ciencia y es de aplicación voluntaria e individual. La eugenesia moderna está regida por la <bioética y forma parte de la medicina biogenética —que será la medicina de este siglo— con cuya asistencia se podrán prevenir por la vía genética algunas enfermedades y deficiencias humanas, dado que los genes son los elementos que definen y caracterizan a cada individuo de la especie. Ellos contienen toda la información relativa a su funcionamiento corporal y psíquico. Los 30.000 genes portan esa información. Ellos “diseñan” a los individuos con determinadas excelencias pero también con deficiencias que se pondrán de manifiesto en forma de enfermedades, discapacidades y quebrantos de la salud física o mental en el momento en que el código genético lo tenga determinado. La estatura, la fortaleza, el tipo de cuerpo, el sexo, la longevidad, el color de los ojos y del cabello, los rasgos físicos y mentales, el índice de inteligencia, las sensibilidades, las predisposiciones e inclinaciones: todo arranca de los genes y se combina más tarde con el medio.
Pero, sin duda, al tratar el tema no dejan de aparecer los fantasmas del pasado, que nos recuerdan los horrores cometidos por los nazis en nombre de sus teorías seudocientíficas que llevaron a la eliminación masiva de los judíos —seis millones de ellos fueron asesinados junto a decenas de miles de gitanos—, la esterilización de 275.000 discapacitados, enfermos mentales y homosexuales y el envío de centenares de miles a los campos de concentración de Neuengamme, Dachau, Sachsenhausen, Buchenwald, Flossenburg, Mauthausen, Ravensbrück (este último sólo para mujeres), Oranienborg-Sachsenhausen, Mittelbau-Dora y Bergen-Belsen en Alemania; Auschwitz, Kulmhof (Chelmno), Belzec, Sobibor, Treblinka, Stutthof y Lublin en Polonia; Semlin en las afueras de Belgrado; Theresienstadt en Checoeslovaquia; Mauthausen en Austria y Hertogenbosch en Holanda, donde fueron sometidos a lo que los nazis llamaban cínicamente "endlosung" —"solución final"— o sea la muerte, en la mayor operación de >genocidio que registra la historia.
Todo esto en nombre de la superioridad física, intelectual, emocional y moral de la raza aria.
Los genetistas nazis practicaron horribles experimentos con “conejillos de Indias humanos”. Bajo la inspiración del conde Arthur de Gobineau, autor del célebre "Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas" publicado en 1854, los consejeros del nazismo Erich Ludendorff y Alfred Rosenberg condujeron a Hitler a buscar la raza aria pura —hombres de elevada estatura, dolicocéfalos, cabellos rubios y ojos azules—, para lo cual el gobernante nazi expidió en 1935, dentro del marco de las llamadas leyes de Nüremberg, la Ley para la defensa de la sangre y del honor alemanes, que prohibió el matrimonio y aun la simple relación sexual entre alemanes y judíos, y emitió también la Ley de protección de la salud hereditaria del pueblo alemán, que proscribió el casamiento de quienes sufrían enfermedades contagiosas, trastornos mentales o males hereditarios.
En los tiempos actuales algunos científicos, con contradicción y todo, han clasificado a la eugenesia en dos categorías: la "eugenesia positiva", que junta rasgos hereditarios ventajosos, y la "eugenesia negativa", que conduce, como hemos visto, a implantar políticas de segregación, esterilización forzada e, incluso, la muerte de los grupos sociales tenidos como inferiores o menos aptos.
La eugenesia de hoy es diferente. La clásica se caracterizó por limitar los derechos reproductivos individuales en aras de la salud genética de las generaciones futuras. Fue una eugenesia aplicada siempre de manera coactiva. En cambio, la eugenesia actual es en buena parte privada, siempre voluntaria y tiene propósitos preventivos y terapéuticos. Busca el mejoramiento del acervo genético, la eliminación de enfermedades y limitaciones hereditarias y la supresión de defectos genéticos.
Desde que las investigaciones científicas realizadas en los años 40 del sigo XX en Nueva York por Oswald Avery, Colin McLeod y Maclin McCarty llevaron a establecer que la información genética de los seres vivos reside en el ácido desoxirribonucleico de los cromosomas de las células —que los científicos norteamericanos denominaron DNA—, ya que él contiene el material genético que fija los caracteres de los seres vivos y los transmite por la vía hereditaria, la ingeniería genética y la biotecnología se han aproximado no sólo a la posibilidad de fecundar in vitro el óvulo con el espermatozoide para obtener seres humanos de determinadas características de tamaño, inteligencia, aptitudes, color y etnia, sino además de reemplazar genes anormales o defectuosos por sanos, eliminar las deficiencias y enfermedades genéticas y formar seres humanos mejor dotados física e intelectualmente. El estudio del “código genético” permite enfocar las enfermedades hereditarias que están presentes en los miembros de las sucesivas generaciones de una familia y encontrar los genes responsables de esas enfermedades. El diagnóstico y la terapia genéticos formarán parte de la medicina del futuro. En la medida en que se puedan aislar los genes defectuosos y reemplazarlos por copias de genes normales será posible prevenir o eliminar las enfermedades asociadas con aquéllos, como las alteraciones maniacodepresivas, las lesiones cerebrales congénitas, el cáncer, los males de Alzheimer o de Huntington, la diabetes, las dolencias cardíacas, la esquizofrenia, la ceguera, la sordera, el menigioma, la epilepsia, la hemofilia, la trombosis recurrente, la arterioesclerosis, la distrofia muscular, la anemia hemolítica, la fibrosis quística, la obesidad, la leucemia, la alta presión arterial y cualquier otra dolencia transmisible por vía hereditaria.
En la medida en que la moderna ingeniería genética —con la posibilidad de clonación humana hacia el futuro— busca la producción de seres de mejor calidad física, intelectual y psicológica, bien pudiera decirse que ella responde a profundas motivaciones eugenésicas.
A principios de abril del 2002 se produjo un hecho científico espectacular: el ginecólogo italiano Severino Antinori anunció que un embrión de ocho semanas de gestación estaba en el vientre de una madre como resultado de una clonación. Se supone que el niño tendría idénticos caracteres físicos que su padre, cuyo material genético sirvió de base para el proceso de clonación. Fue el primer caso conocido de creación de un ser humano por este método. Dadas las prohibiciones existentes, Antinori buscó un lugar donde realizar el experimento sin trabas jurídicas ni políticas —pensó incluso en un barco fondeado en aguas internacionales— y finalmente lo encontró en Abu Dhabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos. El experimento fue parte del programa de clonación concebido por este médico para ayudar a alrededor de 5.000 parejas infértiles y posibilitar hacia el futuro inmediato que los hombres estériles puedan tener descendencia.