Es un término militar. Viene del griego strategos, que identificaba a cada uno de los generales de la antigua Atenas, y del latín strategia, con que se designaba antiguamente a la oficina de un general. Estrategia es el arte de proyectar y conquistar los objetivos de largo plazo de una campaña militar. Bajo los parámetros y conceptos de su época —comienzos del siglo XIX—, el militar y escritor prusiano Heinrich Dietrich von Bülow (1757-1807) decía: “Denomino estrategia a los movimientos de guerra de los ejércitos fuera del círculo visual recíproco o, si se quiere, fuera del efecto del cañón. La ciencia de los movimientos que se efectúan en presencia del enemigo de manera de poder ser vistos por él, y alcanzados por su artillería, es la táctica”.
Aquí reside el origen de las diferencias conceptuales entre estrategia y táctica. La estrategia señala los objetivos militares de largo alcance —temporal y espacialmente considerados—, en tanto que la >táctica es la determinación de los objetivos de corto plazo y de pequeña escala, con cuya consecución sucesiva o simultánea se alcanzan finalmente los objeticos estratégicos.
El concepto de táctica se contrapone al de estrategia en cuanto significa la determinación y alcanzamiento de los objetivos de corto plazo dentro de una campaña militar, de modo que la consecución de ellos posibilita la ulterior conquista de los objetivos estratégicos, que son mucho más amplios y globales. De donde se sigue que la táctica, en el planteamiento total de la guerra, no es más que una parte de la estrategia. El general prusiano Karl von Clausewitz (1780-1831), que fue uno de los grandes teóricos de la guerra en el curso de un siglo especialmente fecundo en la teoría y el arte militares, reafirmó la división de la dirección de la guerra en táctica y estrategia. Con ello contribuyó a definir con claridad esta cuestión, que había dado lugar a interminables discusiones. Dijo que la >táctica es “el arte de emplear las tropas en el combate” y la estrategia, el arte de “utilizar los combates para alcanzar el fin de la guerra”.
La estrategia, según solía decir el general francés Frederic-François Guillaume de Vaudoncourt (1772-1845), es la ciencia de las grandes disposiciones en la guerra mientras que la táctica es su ejecución en detalle. En consecuencia, la estrategia está compuesta de una serie de movimientos tácticos. Ella persigue los objetivos globales mientras que la táctica busca los objetivos parciales. Por eso, a comienzos del siglo XIX, el príncipe alemán Bernhard Bülow (1849-1929), hombre de confianza de Guillermo II, decía que el estratego es el arquitecto; el táctico, el albañil.
En el Reglamento Táctico de Infantería del ejército español se define a la táctica como el “arte de disponer, mover y emplear las tropas sobre el campo de batalla con orden, rapidez y recíproca protección, teniendo en cuenta: misión, terreno, enemigo y medios propios”.
Pero el diccionario castellano da a la palabra una significación más amplia que la puramente militar: dice que es el arte que enseña a poner en orden las cosas, método o sistema para ejecutar o conseguir algo, habilidad para aplicar este sistema.
Estos conceptos son aplicables lo mismo a lo militar que a lo político, ya que la estrategia en la vida de un Estado es la ciencia y el arte de utilizar las fuerzas políticas, económicas, militares y psicológicas de la sociedad para alcanzar los objetivos nacionales.
Dado que la política es la lucha por el poder y que requiere, por tanto, de una estrategia, ésta se resuelve en la capacidad de los mandos políticos para definir y conquistar los objetivos de largo plazo, generalmente bajo condiciones de riesgo e incertidumbre. La decisión estratégica implica la selección de uno o más cursos de acción entre varios posibles. Esta decisión es parte del análisis de “costos-beneficios” políticos que deben hacer los líderes.
Se utiliza también la palabra en el campo del <armamentismo y del <desarme. Las armas suelen dividirse en tácticas y estratégicas, según sirvan para alcanzar los objetivos intermedios o los objetivos finales del planteamiento bélico global. Las armas nucleares son, por su naturaleza, de carácter estratégico y no meramente táctico porque la sola iniciativa de usarlas basta para decidir un conflicto entre las potencias beligerantes. Lo demostraron en Hiroshima y Nagasaki, con la rendición del imperio japonés y la terminación de la Segunda Guerra Mundial, y después en la larga confrontación de la >guerra fría, en que impusieron la mutua disuasión a las dos superpotencias nucleares, cuyos proyectiles estaban listos para ser disparados desde la superficie terrestre, los fondos marinos o el espacio aéreo.
Por consiguiente, se llaman “armas estratégicas”, en contraposición con las “tácticas”, a las de uso final, de alcance masivo y cuyos efectos son definitivos. Son estratégicas las armas nucleares, cuyo empleo daría término a la guerra en medio del holocausto universal. Después del uso de estas armas nada hay. Son las armas de uso final. En cambio, las armas tácticas son de intensidad limitada y de preparación para operaciones bélicas ulteriores. Todas las armas llamadas “convencionales” tienen este carácter.